viernes, 15 de mayo de 2015

Ciutat morta (Xavier Artigas, Xapo Ortega, 2013)

Curiosos tiempos vivimos en España, sepultados por el volumen de información que parece estar demostrando, ¡oh, sorpresa!, que nuestros gobernantes son unos sinvergüenzas, y que la derecha sigue en un franquismo de la mente en el que todo les pertenece, su profesión es repartir la pobreza y quedarse lo demás, y que estos ultracuerpos reciben mordidas desde que salen de sus vainas y legislan pensando única y exclusivamente en los empresarios y banqueros que les mantienen. Y aquí no pasa nada. Más que una casta o una clase política, esta gente son una verdadera familia biológica de subhumanoides enfermos, chupasangres que respiran y se alimentan de lo que se suponía de todos. Después de 30 años de aguntar este expolio, sus partidas de pádel y sus colecciones de porsches, la gente nos cansamos, salimos a la calle y nos cambian las leyes, acojonados, como un orondo cazador de elefantes que pone una mosquitera en su cama con dosel para que no le molesten los insectos. Aquí al que se mueve le pegan de hostias, que para eso tienen a sus simios adoctrinados; no todos, pero sí una cierta subespecie dentro de esa minoritaria fracción que ostenta el Poder, que van por la calle con armas, protegen a la Familia encerrando a los que protestan dentro de un sistema burocrático podrido y al margen de la ley. Simios igual de podridos, supersticiosos, a los que les han contado mentiras toda su vida, y creen servir a una Patria, creo, o a un mapa, o a una selección de fútbol o algo así. En esta historia, además, los protagonistas ni siquiera protestaron, simplemente pasaban por allí, que es lo que pone los pelos de punta: que somos todos los que no llevamos traje y corbata y pasamos por la calle los sospechosos y susceptibles de ser hinchados a hostias. A los cinco o seis chavales de esta fábula se les aisló durante años, se les torturó, se les practicaron palizas sistemáticas, se les inventaron cargos y antecedentes penales, se manipularon pruebas, se interpretaron jucios-circo, una llegó a quitarse la vida en mitad de toda esta sinrazón, y la espiral no cesó hasta que se descubrió, de rebote y por casualidad, que esos torturadores eran de verdad torturadores en serie, y no mossos d'esquadra molientes. "Ciutat morta" se centra en este micro-organismo dentro del marasmo de personas que intentamos salir adelante y no nos dejan, uno de los más salvajes e injustos. Narra lo que pasó con las personas afectadas por el Caso 4-F, unos chavales (Patricia, Rodrigo, Ricardo, Álex, Juan) destruidos por esa Familia de enfermos a los que les regalaron el juguete del Poder y no hay quien se lo quite, y sus torturadores profesionales a sueldo. Esos que les dices algo y te llaman "etarra", o "venezolano" (que debe ser algo malo, porque se ve que en Venezuela además de misses y cirujanos prácticos, hay injusticias sociales... ¡menudo país!) mientras siguen chupando.

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