martes, 24 de marzo de 2015

Tus muertos favoritos nº 1

Recomiendo vivamente este fanzine que acaba de salir, una preciosidad auspiciada por la gente de La Fonoteca que homenajea los viejos álbumes de cromos con un toque incorrecto, dedicado a muertos insignes, principalmente, del mundo de la música. El fanzine es en realidad un álbum, en el que hay que ir pegando los cromos que vienen aparte; en un blíster, se incluye la colección completa (supongo; porque si no me voy a Rastro la semana que viene a cambiar repes), y de regalo añaden también tres pegatinas, un póster/ouija a juego y una chapita sorpresa (a mí me salió Joey Ramone), todo el oscuro y bonito pack por solo 12 euros. Con un estilo cruento y cachondo, en el álbum se hagiografía al protagonista de cada cromo, y además de coleccionar y fardar podemos aprender sobre nuestros muertos favoritos, desde Frank Zappa a la perrita Laika pasando por Poch, Divine, Juan Antonio Canta o Bon Scott.

lunes, 23 de marzo de 2015

"El resplandor" (Stephen King, 1977) / "Doctor sueño" (Stephen King, 2014)

Durante unos días de febrero, demasiados, estuve leyendo la novela "El resplandor", porque por fin salió "Doctor sueño" en rústica y quería disfrutarlas las dos seguidas. Y sucedió que "El resplandor" se me hizo complicadísima de leer, fue una experiencia tediosa y extraña. Es cierto y muy obvio que la novela es hermética, una introspección constante en los demonios propios del protagonista/autor, con muchos textos salidos de la botella y tal, y que el continuo tono reflexivo ralentiza la lectura, pero no es eso: a mí el King cáustico, parsimonioso, demagógico, redundante, me encanta. No es eso: es el hecho mismo de que exista la película. La extrañísima versión cinematográfica de Kubrick forma una parte muy grande de mi educación, y sus imágenes son tan poderosas y fascinantes (aunque ni siquiera sea una buena película), desde que la vi siendo muy joven, que me resultaba imposible siquiera leer de una forma comprensiva, porque viscosas simetrías, tonos pastel, personajes, tramas, sonidos y objetos que no tienen nada que ver con la novela se me imponían de una forma muy contundente. Lo que más disfrutaba fue todo aquello que no aparece en la película: los flashbacks o la acción fuera del Overlook. Porque todo lo que aparece es tan diferente y fue mostrado de manera tan poderosa por Kubrick, y lo he mirado tantas y tantas veces, que fue un ejercicio extraño. Al propio Stephen King no le queda más remedio que, humildemente, hablar de la película y explicar que "Doctor Sueño" es lo que él cree que pasó con Danny Torrance después de los terribles sucesos del Overlook. Y lo que pasó es todo muy guay. El mimoso Danny, dotado de un poder (que la película explica realmente mal), ha crecido y ha heredado la afición por el mamarse del padre, y estamos ante un personaje de nuevo repleto de bagajes, de confusión y contradicciones. Huyendo de sí mismo, se ha dado una nueva oportunidad tratando de superar la autocompasión y sus propios demonios como voluntario, ayudando a los ancianos de un pueblo perdido de Nueva Inglaterra a pasar a mejor vida. Por otro lado, el otro gran protagonista de la historia es una niña que posee un resplandor aún más salvaje que el de Torrance, y no le queda más remedio que hacer de su pupilo, tal y como le había augurado Dick Halloran (que en la película practicamente no existe) que haría algún día. Abra Rafaela Stone, que es la niña, posee tal cantidad de resplandor que súbitamente sus destellos llaman la atención de El Nudo Verdadero, una sociedad secreta de vampiros de la mente que recorren América en autocaravanas (para pasar tan desapercibidos como el Imserso estadounidense, fauna habitual en campings e hileras eternas de las autopistas comarcales) que se alimentan de dicho resplandor. Entre las desventuras y los recuerdos del adulto Daniel "Doctor Sueño" Torrance, el sufrimiento de la adolescente Abra en un papel que no le corresponde a ningún niño, y las peripecias del Nudo Verdadero, esa suerte de erráticos góticos desaparecedores de niños, la novela es entretenidísima, y la sesión continua desvela hasta qué punto han pasado 37 años de destreza y brillo en el invencible Stephen King.

"Birdman" (Alejandro G. Iñárritu, 2014)

Vi "Birdman" hace mucho tiempo, antes de los Oscars, antes de que Garci se irritara tanto con ella porque hubo un flim mudo estrenado en marzo de 1913 que ya trató sobre Broadway y es mejor, antes incluso de haber leído yo nada sobre ella; la vi tan pronto que pensaba, lo juro, que era una comedia inspirada en el maravilloso Harvey Birdman de Adult Swim. A nadie le interesa mi opinión (ni después de los Oscars ni nunca), y en este post solo entrarán tres adolescentes guatemaltecos buscando porno ornitológico, pero yo aluciné, aluciné tanto que pocos días después de verla ilegalmente me fui a los Ideal a verla otra vez con un colega, y eso es, en estos tiempos que corren, como darle ochocientas estrellas. Excepto los últimos quince segundos de película, que qué necesidad, disfruté muchísimo con todo lo que sucede y cómo sucede, con el set de batería flotante arremolinando todo el tiempo (la música incidental me fascinó como no me pasaba desde "Punch drunk love"), con que te lleven de la mano por bambalinas como a un niño y puedas mirarlo todo, por las destacadísimas interpretaciones, los absorbentes soliloquios, las cuencas de los ojos de Emma Stone, la caspa en los hombros y las entradas de Bruce Wayne, me lo creí todo y fui felizmente timado y engatusado, y ese es el tipo de historias filmadas que me gustan. Como a La Gente.

"Big hero 6" (Don Hall, Chris Williams, 2014)

Estamos tan acostumbrados al nivel que gasta el cine de animación comercial, que obras maestras como esta pasan desapercibidas. Mi generación yo creo que sí conserva bastante intacta la capacidad de asombro, y si además uno es fan de los tebeos de Marvel como yo, es imposible que no se contorsione de placer viendo ésta, una de las mejores películas de superhéroes de la historia. Con el hándicap de que ya existía "Los increíbles", "Big hero 6" es de necesidad una de las mejores películas de superhéroes coloridos y saltimbanquis que se pueden hacer; con la mira puesta en ese universo de superhéroes previo a la Civil War, al 11-S y a las bravuconadas de Grant Morrison, y lo justo de edulcorada para niños tontitos, esto es una golosina que si la estrenan cuando yo tengo 15 años no sabría ni quiénes son los Cazafantasmas o los Goonies.

"The skeleton twins" (Craig Johnson, 2014) / "This is where I leave you" (Shawn Leavy, 2014)

Despacho en un mismo post estas dos películas que vi seguidas una tarde de enero, según me chiva mi dietario, más que nada porque si no las voy a confundir y mezclaré elementos de una y otra, porque tengo fatal la memoria y a la doctora se le ha olvidado otra vez llevarme las pastillas; mira que siempre se lo recuerdo antes de la brisca.

"The skeleton twins" es un drama terrible, concebido, escrito, dirigido y rodado por alguien durante un domingo gris de resaca en un velatorio, que reflexiona sobre lo jodida que es la mediana edad, las cosas que no sabemos de nuestros seres más queridos y el suicidio. Kristen Wiig y Bill Hader son dos de mis personas favoritas de la tele, y aquí interpretan a dos hermanos gemelos que comparten trastorno bipolar además de genes y placenta. Con algún breve destello y momentos tragicómicos bastante entretenidos, lo mejor es que gracias a esto tan largo y monocromático a Kristen Wiig la han cincelado más minutos de su vida para la posteridad, y podemos mirarla en nuevas posturas y haciendo cosas diferentes, y ser un poco más felices.

"Ahí os quedáis" (como dice IMDb que se llama esto, que por lo visto se pudo estrenar en cines en España, y de hecho por lo visto aún existen los cines) comparte con la otra (y por eso se entremezclan en mi pastosa sesera) el drama de intimidad, el reencuentro terrible con familiares muy cercanos a los que no ves, grandes estrellas del SNL y más y más paletadas de crisis de la mediana edad. Claustrofóbica, exagerada y con escenas muy poco verosímiles, aquí gira todo en torno a una familia que se reúne un finde en el casoplón familiar para llorar al padre. Es decir, que esta, directamente, tiene lugar directamente en un velatorio. Da mucho gusto ver a Jason Bateman, Tina Fey y esa Jane Fonda con tetas de plástico, que trabajan muy bien.

"Alexander and the terrible, horrible, no good, very bad day" (Miguel Arteta, 2012)

Desde el 1 de enero de este año he iniciado un profundo proceso de implosión zen, que acredito tomando notas de mi actividad redentora en una agendita marrón que se cierra con una goma, y donde apunto también películas que veo, eventos a que asisto y libros que leo (cosas de trastornado compulsivo). Ahora que, tres meses después, me he decidido a retomar este blog revisando algunos de esos productos que tengo anotados en la agenda, me alegra también comprobar que estoy cumpliendo mis propósitos de año nuevo con rigor de apóstol, al tiempo que compruebo que he visto y leído un montón de cosas que he olvidado completamente; como si un duende me actualizara la agenda cuando no estoy. Me suena remotamente que vi esta película por inercia, al ver que salía en la portada la cara de mi admiradísimo Steve Carrell, pero que era una película para niños bastante necia.

"Las ganas" (Santiago Lorenzo, 2015)

Me considero un gran fan de Lorenzo, y atesoro tanto sus tres novelas como sus dos películas largas, el corto "Manualidades" en VHS que regaló Mondo Brutto hace mil años, la hagiografía "La risa y la pena" que le hizo el Festival de cine de Madrid o el inencontrable catálogo de su producción de dioramas de fantasía "Juguetería (Toyshop)" de Blur Ediciones. En cuanto supe de la publicación de "Las ganas" corrí a hacerme con un ejemplar con su foto en mi carpeta, para inmediatamente encontrármelo envuelto, una vez más, en una portada repugnantemente fea obra del niñato los plastidecor ése que se regala en las revistas de tendencias y que tan bien contemporiza entre los débiles mentales. Tengo pendiente confeccionar unas sobrecubiertas para los sufridores admiradores de Santiago Lorenzo que detestamos las ediciones/accesorio-de-outfit para hipsters que saca Blackie Books. Me cabrea mucho este asunto.

Pero al margen de todo esto, lo que nos encanta de Lorenzo a sus fans es su prosa, y lo que no, que lo hayan adoptado unas modernas. Y "Las ganas", su tercer pepinazo a la línea de flotación del loser urbanita de mediana edad, se regodea esta vez en un asunto tan doloroso como el de no pillar. Nunca. Llueva o truene. Durante años. Benito se levanta y se acuesta llorando, porque nadie le abraza ni le mira bien, y se arrastra día tras día camino del trabajo en su oficina/taller de las afueras, tratando de vender el mocordo que ha inventado, a ver si sale de pobre. Su estilo inconfundible, su salvaje tragicomedia costumbrista y el monólogo interior continuo de Benito (sobre su desgracia sentimental y laboral, su gris y procelosa rutina, el asquito de su intimidad y el vértigo que siente del tiempo que hace que no eso) te atrapa desde el primer momento y te llena de ascopena y amargura; al tiempo te ríes y sufres de tanta ternura, de esencia agridulce, temiéndose uno que encima, al final, arremeta con uno de sus particulares anti-clímax. Especialmente doloroso me resultó a mí, que los escenarios en los que se mueve Santiago son los mismos en los que me muevo yo, y que la casa en la que vive la chica que le gusta está en la manzana de al lado de la que vivo yo... y además en esa Malasaña de lamente en la que yo también habito, la de hace quince años a la que algunos nos aferramos. El glosario final de localizaciones de rodaje, de hecho, es una preciosidad.

Apaches. Los salvajes de París (La Felguera, 2014)

Como fanático de la editorial (y sociedad secreta) de Servando Rocha, no tardé en hacerme con su penúltimo lanzamiento, este lujoso y precioso volumen dedicado enteramente a glosar las aventuras de los Apaches de París, bandidos de la belle epoque que con su chulería y sus delitos violentos soliviantaron a la gente de bien y se convirtieron en todo un fenómeno mediático. Proto-contracultura urbana de la que apenas había leído algún esbozo (por ejemplo en la trilogía "Poder freak" de Jaime Gonzalo, que no se olvidó de nada), lo más interesante para mí de este libro es la recopilación de notas de prensa y artículos de la época, así como de algunas plumas contemporáneas, y sin embargo lo que más destaca del ensayo es el abundante material gráfico, imágenes a toda página, fotografías o portadas de prensa sensacionalista de hace cien años que aligeran muchísimo la lectura y que te introducen de cabeza en un asunto tan fascinante.