miércoles, 31 de octubre de 2012

sábado, 20 de octubre de 2012

Dos películas horribles que vi y prefiero olvidar

La primera es un slasher insultante con sustitos basados en subir el volumen a toda hostia cada vez que alguien se gira, que va sobre una leyenda de 4Chan y Chatroulette, rodada por un nerd de 20 años. La segunda es como uno de los cortos de Manuel Romo para Cuarto Milenio alargado y con muertes de Photoshop. SyFy Channel meets American horror story, nada menos.

A fantastic fear of everything (Crispian Mills, Chris Hopewell, 2012)

"Shaun of the dead", "Hot fuzz" y "Paul" son tres de las películas que más me han gustado en los últimos años, especialmente la segunda, que me chifla y vuelvo a ella una y otra vez: un risa-thriller en un pueblucho británico tenebroso y podrido, con un Simon Pegg impresionante como ampuloso y disciplinado agente de la ley. La noticia de un nuevo artefacto de Simon Pegg (que no sale de plano ni un segundo en toda la película practicamente, construída ésta casi en forma de monólogo), y además con nueva inmersión en el misterio, me tenía entusiasmado, y ha acabado decepcionándome bastante. El comienzo es apoteósico: Simon Pegg/Jack es un escritor infantil en horas bajas que vive encerrado, paranoico y aquejado de acojone crónico, en un piso rodeado de apuntes, retratos y parafernalia de la gloriosa época de los asesinos en serie victorianos. Está empeñado en levantar su carrera con un estudio sobre su reciente obsesión, pero su editora le insiste en que siga con sus sagas de personajes infantiles. Las obsesiones, las fobias y la mala pata desencadenarán una jornada trágica y tremebunda, trufada de referencias freudianas y tonterías surtidas que convierte lo que pensaba que iba a ser una aventura de risa truculenta, en un entremés costumbrista de humor tuno. Bastante más floja que un episodio de Spaced. Lo mejor, la atmósfera, los títulos de crédito, el comienzo y el derroche de excentricidades del protagonista. Pero el guión muy mal. Ni siquiera me gustó el cuento en stop-motion, y eso ya es jodido.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Efectivamente, tal y como creía recordar, la versión cinematográfica de "The running man" no tiene absolutamente nada que ver con la novela de Stephen King. Como suele pasar en estos casos, la adaptación (obra de Steven E. de Souza, escritor y screenplayer de todas las pelis de acción de los ochenta y noventa imaginables) es tan libre que apenas se parece tangencialmente a la obra original. Allí donde Stephen había imaginado un 2025 post-apocalíptico y una persecución a través de todo EEUU de la maquinaria estatal/televisiva (que culmina con un vuelo rasante con avión de pasajeros tratando de ocupar el mismo espacio que el edificio de la empresa audiovisual), "Perseguido" sucede en 2017 (¿?) y se reduce utilizar a los dos personajes principales (Ben Richards y el malvado jerifalte/magnate/presentador Killian) la idea de un tipo acosado por toda la maquinaria para reducirlo a un tv-show en plató en el que los cazadores son una especie de superhéroes jaleados por toda la población que se van sucediendo para tratar de ajusticiar a Arnold Schwarzennegger, y poco más. En la novela, el prota era un desgraciado moribundo, que decide participar en The running man, desesperado, para juntar algo de pasta y que su esposa pueda dejar de prostituirse para llegar a fin de mes. En la peli, al fornido y sanísimo Arnold no se le conocen familiares, y ha sido acusado falsamente de asesinato, por lo que cumple cadena perpetua y la participación en el concurso se le sugiere como alternativa a la prisión incondicional (esa escena inicial, con Arnold en trabajos forzosos y los collares que explotan si se aleja del perímetro, me ha devuelto muchos recuerdos).
A mitad de película, a Arnie le ofrecen convertirse en cazador-estrella, cosa que sucede en la novela al final del todo. La peli recuerda mucho más a un videojuego (de ahí que yo pensase tan férreamente en Flashback), con sus decorados brillantes y sus final bosses, que a la novela, a la que se parece como un huevo a una castaña. Sin embargo, por supuesto, la de Arnie con mono amarillo, los cazadores, la gente enfervorecida mirando la tele, jaleando y posicionándose poco a poco de parte del fugitivo, a lo "El show de Truman", hacen de "Perseguido" una peli memorable. Con ese tufillo impregnado e inherente que llevan todas las películas supuestamente futuristas de los ochenta, que dan un poco de cosa (la idea ochentera del entretenimiento del futuro era llevar mallas plateadas y calentadores, bailando a ritmo de un casiotone).

martes, 16 de octubre de 2012

HeavySaurios - HeavySaurios (2012)

El otro día descubrí a HeavySaurios, y el pelo se me puso blanco. Me volví completamente loco. Algo hizo clic dentro de mi cabezota podrida. El sueño de mi vida sería tocar en los HeavySaurios. El theremín jurásico, a ser posible.

HeavySaurios lo tienen todo. Son un grupo para niños, que le cantan al chicle, a las momias, los barcos vikingos o los dragones. Sus letras son más o menos educativas, o al menos indudablemente recomendables por cualquier maestro que se vista por los pies. Por ejemplo, en Quiero leche le cantan a las bondades de esta secreción de la ubre. En Glotón explican los peligros de la gula y el sobrepeso. Hoy es mi cumpleaños es una alegre exaltación de la amistad. Y en Policía rezongón le dejan claro a los niños que algunos maderos son unos vagos zampadonuts y unos violentos, como los de Springfield. Las letras de HeavySaurios son absolutamente increíbles, y la música es poderosa y vertiginosa como la de Gigatrón, o más. Los HeavySaurios, como su propio nombre indica, hacen heavy-metal. Con triple bombo, falsetes, su balada jebi a mitad del disco para ondear el mechero y todo, todo el tinglado al completo. El más clásico y ramplante power-hair-metal ochentero de toda la vida, para bailar con la cabeza desencajada y haciendo los cuernecitos. Y como su nombre indica también, sus miembros no son seres humanos, sino dinosaurios personificados que se desgañitan, posan, se enfadan y llevan chupas de cuero. Su historia la encontramos en su web oficial:
Hace 65 millones de años, un gran meteorito se estrelló contra el planeta Tierra, destruyendo a los dinosaurios y casi... extinguiéndolos. En medio de esta tragedia ocasionada por el Big Bang, cinco huevos púrpura gigantes, fueron escondidos en el corazón de la Montaña de los Hechiceros para ser protegidos.
Cierta noche tormentosa de 2012, un grupo de brujas se volvió a encontrar en la misma Montaña, para realizar sus conjuros. Las nubes se volvieron más negras, comenzó a tronar, y a diluviar intensamente. El cielo se abrió en dos y un furioso rayo cayó sobre una piedra, convirtiéndola en cenizas y dejando al descubierto un misterioso resplandor. Las brujas, al remover la tierra, liberaron los 5 huevos metálicos púrpura y comenzaron una loca sesión de espiritismo, durante la cual, los huevos comenzaron a resquebrajarse y a estallar, hasta que se abrieron explosivamente.
Algo realmente mágico y extraño surgió de ellos: 5 dinosaurios Jurásicos, amantes del Heavy Metal, jamás antes vistos. Les fueron designados los siguientes nombres: MILLI PILLI, MUFFI-PUFFI, RIFFI-RAFFI, KOMPPI MOMPPI y MR. HEAVYSAURIO, quién se convirtió en su líder. Nacía así la leyenda de esta banda, compuesta por dinosaurios y una nueva era de Heavy Metal Jurásico, había comenzado...

En YouTube se pueden encontrar videos de la banda, por ejemplo, actuando en directo ante un puñado de bebés que, aunque apenas se tienen en pie, dominan el headbanger y flipan cantidubi. Y entrevistas, y un videoclip oficial, etc. Yo ya hace tiempo que les sigo en Twitter y en Facebook, y en Tuenti deben estar arrasando. Otra cosa que me parece deslumbrante de HeavySaurios es que en realidad son una franquicia, la versión argentina de una banda finlandesa (por supuesto, el único rincón del mundo que se toma en serio a los Lordi) llamada HeviSaurus, cuyos componentes son los mismos, con los mismos nombres y las mismas letras de canciones adaptadas. Allí lo llevan petando desde hace 65 millones de años 2009, y ahora han dado el paso siguiente, clonándose y traduciendo sus mensajes al platense. Me parece alucinante, mágico, que exista un grupo como HeavySaurios, este cruce entre Gwar y Mägo de Oz para (aún más) críos, ya sea su historia cierta o no (sospecho que debajo de esos trajes haya personas de carne y hueso haciendo playback, o quizá no), y les deseo toda la suerte del universo.

Big Bad Voodoo Daddy - Rattle them bones (2012)

Ya que estamos con retro-swing y revivalismo, me he acordado de que Big Bad Voodoo Daddy, otra monstruosa big-band famosa en el mundo entero, han sacado nuevo disco. Y en este caso, lo que me ha pasado en estas semanas, que lo he estado trillando bastante, es que me cuesta pasar del primer corte; o más bien el segundo: el disco se abre con un intro cinematográfico en el que escuchamos unos compases de orquesta lejana, unos disparos y un "grito Wilhelm" que remite a una proyección de un western ajado antes de dar paso a la imparable colección de swing acelerado y chiripitifláutico. Pues ese primerosegundo corte es una versión de Diga diga do, un standar de 1928 suecado aquí por los BBVD que hace imposible no volver a él una y otra vez. Que BBVD, o cualquiera de las otras megabigbands con estrella en esto de revitalizar los sonidos añejos de su país para petarlo en tu noche de bodas en el Tropicana durante el siglo XXI (Royal Crown Revue, Cherry Poppin' Daddies, Brian Setzer Orchestra, Atomic Fireballs, Squirrel Nut Zippers, Cigar Store Indians, White Ghost Shivers...), saquen disco nuevo siempre es una gran alegría. Lo que da rabia es que estos se ciñan casi exclusivamente a los covers, y hay que reconocer que más de media hora de sección de vientos desatada a toda leche, pues cansa.

White Ghost Shivers - Everyone's got 'em (2006)

La pista de Andrew Bird's Bowl Of Fire y mi particular revivalismo del revival folk norteamericano me llevó también estas semanas atrás a descubrir a White Ghost Shivers, otra banda ecléctica y nostálgica que se da baños de western swing, pre-war blues y etc., con una querencia muy clara por el cabaret y el vaudeville cachondos y una puesta en escena retro muy lograda. A destacar la voz extraña y poderosísima de su cantante Shorty Stump, que en algunos temas parece Tom Waits cabreado y en otros un marinero austríaco borracho. Tienen que yo sepa tres discos, y éste es el que más me ha acompañado y convencido, sobre todo por sus divertidísimas declaraciones de intenciones (Shiver's stomp, The ghost song, el charlestón loco Everyone's got 'em) y sobre todo por esa versión de Weed smoker's dream (Why don't you do right) con Cella Blue a la voz que me pone los pelos de punta. Inmejorable. Sus otros dos discos, Hokum if you gottem (2003) y Nobody loves you like we do (2011) son igualmente recomendables, y sigo con ellos estos días.

Andrew Bird's Bowl of Fire - Thrills (1997)

Squirrel Nut Zippers es uno de mis grupos favoritos de todos los tiempos. A cualquiera que le guste la música norteamericana, a la fuerza le tiene que fascinar la música que se hacía allí en los años 20. Y entre los cientos de bandas de revival y neo-swing que recuperan estándares de entonces (con Royal Crown Revue, probablemente los más famosos internacionalmente del gremio, a la cabeza), me quedo con los desaparecidos SNZ, que supieron aunar lo mejor de los sonidos de los ballrooms de principios de siglo, actualizarlo y, además, transformarlo, sin abusar del bandatributismo sino ciñéndose sobre todo a anacrónicos y deliciosos temas propios. Una mezcla perfecta de swing, dixieland, boogie, ragtime, jazz, folk rural, Delta blues, big-bandismo y ciertos arrebatos de rockabilly; pues no en vano en alma de SNZ, James "Jimbo" Mathus, es un tarado con un pasado en el garage más sucio (aunque su último disco, "Blue light" (2012), es pausado y hasta aburrido, entre el blues y el country ortodoxo). Supongo que el secreto estaba precisamente en "Jimbo" Mathus, que basta verle las pintas o en acción un minuto para presuponer que pudiera tener más cabida en una banda de costroso punk californiano que en aquel finísimo combo de revival de Carolina del Norte. "Jimbo" aportaba una frescura, un exotismo y una mala leche que hace que le de mil vueltas a cualquier otra banda similar de su generación, y coloque a SNZ en las antípodas de las miles de bandas de fiestas de pueblo o bar de carretera que se dedican a estos menesteres. Si "Jimbo" era el alma del grupo, Katharine Whalen aportaba la dulzura y la elegancia. Y mucha gente no sabe que el violinista residente y miembro honorífico de la banda durante mucho tiempo, fue Andrew Bird. Él es quien toca ese violín desatado, o quien hace los coros por ejemplo en una de sus obras maestras, Ghost of Stephen Foster, buen ejemplo de lo que era capaz esta poderosa banda (aunque siempre que pienso en ellos vuelvo una y otra vez a la extrañísima atmósfera de ese blues ancestral perfecto que es St. Louis Cemetary blues).

Pues se conoce que Bird tenía muy dentro el gusanillo de sus cameos entre los chicos de la superbanda SNZ, y en los descansos, así como después de su disolución, se convirtió en frontman de su propia banda de revival del folk americano de comienzos del siglo XX, esta vez desde Chicago, nada más comenzar su (insulsa) carrera como solista, que le ha llevado a ser considerado hoy una estrella internacional del folk. Por más que lo he intentado, yo no he conseguido verle la gracia a las docenas de discos de Andrew Bird en solitario. Y hace poco me enteré (dónde estaría mirando) de la existencia de los tres discos de Andrew Bird's Bowl Of Fire, y llevo una buena temporada escuchándolos una y otra vez. La carrera de Bird no me interesa, pero siempre tiene en la recámara este maravilloso proyecto, como si se negase a aceptar la idea de que SNZ ya no existen. Y yo que se lo agradezco. Porque creo que AB'sBOF me gustan lo mismo, o más.

En "Thrills", de hecho, Bird acude a "Jimbo" Mathus durante todo el álbum (ya sea tocando la guitarra como el banjo, el piano o el trombón), y en tres de los cortes invita a cantar a la deliciosa Katharine Whalen. Y el resultado es ni más ni menos que una extensión de SNZ, con menos vientos y alboroto y más variedad dentro del espectro del folk. Y con la característica voz y las peliagudas letras de Bird. Canciones como Eugene, Gris-gris o Ides of swing bien podrían estar entre el repertorio de los Squirrel.
Un año después, en los estertores de SNZ (1998), publica "Oh! The grandeur", que incide en el swing y el novelty jazz sin estridencias (maravilloso Candy shop que abre el CD, con diseño de portada de Chris Ware), aunque abusa un poco de los medios tiempos y la pose de crooner.
El tercer disco de este proyecto hasta la fecha es "The swimming hour" (2001), y parece que el estricto revival folk ha dado paso a otra cosa. Mucho más divertido que Andrew Bird, dónde va a parar; pero estos temas, sin dejar de ser maravillosos ni de incidir en los sonidos marca de la casa (Two way action o 11-11 me vuelven loco) no te transportan tanto a los años 20 y 30, que era la gracia. Esto es más pop grandilocuente con violines y batería con escobillas, pero pop contemporáneo al fin y al cabo. ¡Yo quiero más del ABBOF SNZ-esco!

Lutherapia (Les Luthiers, 2012)

No suelo hacer reseñas aquí de los (pocos) conciertos a los que voy, pero me apetece dejar constancia de esta tarde que estuve viendo a Les Luthiers y divagar un poco. Soy un fan (moderado, pero completo) de LL, cuyo magnetismo es innegable. Genios de la música, del calambur y del teatro, el otro día (para enlazárselo a un par de personas) recuperé un largo artículo introductorio que hice sobre ellos hace ¡7 años! Demonios, cómo pasa el tiempo. Son adorables, entrañables y la ocasión de asistir a cada nuevo espectáculo es un honor. Sobre todo, si todo resulta tan imprevisto y maravilloso como en esta ocasión. Verás:

Hace un par de semanas, estaba yo a punto de cerrar el chiringuito, el bar donde trabajo, que me había tocado ir a abrir a mediodía, cosa que odio. El resto del fin de semana lo tendría libre, porque me habían regalado una entrada para ir a ver a Bad Religion y a Extremoduro (vi poco más) a uno de esos macrofestivales de extrarradio. Pues estaba como digo ya con la chaqueta en la mano como quien dice, e iba a agarrar el cierre para marcharme felizmente a mi casa a preparar la mochila y el instrumental de pogo, cuando se acerca un señor y me dice que si se puede tomar algo o ya estoy cerrando. Como soy de natural servil, decidí decirle que venga, que total me daba igual, que pasara. Al tipo le pareció un detalle lo mío, y debía estar especialmente desprendido, así que de pronto se presentó, me dijo que era el manager de Les Luthiers, y que si quería dos entradas VIP para este "Lutherapia", que escogiera el día. Sé que así contada la anécdota desluce un poco, pero es que en los días siguientes la conté como unas treinta veces a todo dios con el que me cruzaba: ¿qué posibilidades hay de que venga a tu curro un tipo, que simplemente por tener el detalle de atenderle a última hora, quiera compensarte, y sea el manager de Les Luthiers? Fue bastante alucinante. Yo le regalé una copia de mi fanzine de música, donde por supuesto mencionaba a LL; y es que ya digo que, sin ser un fanático de base (como un colega que yo me sé, que ahorra durante meses y ha perdido la cuenta de las veces que les ha visto), para mí no son un grupo cualquiera, sino unos genios, unos tipos muy especiales, a los que seguiría puntualmente como un deadluthierhead si yo no fuese tan miserable. Solo les había visto otra vez, creo que fue con "Los premios Mastropiero", y también fue gratis aquella, regalo de familia.

Sea como fuere, le estaré muy agradecido a este hombre y a la Bendita Contingencia durante muchos años. La doble invitación, además de las dos butacas (centradas y en la fila 7 nada menos), incluía un paseo previo por el backstage, donde tenían montada una breve exposición de algunos de sus instrumentos más característicos: el genial nomeolbídet, un latín, una reproducción del mítico bass-pipe a vara, la mandocleta o la estrella del nuevo show, el bolarmonio, un complejo y aparatoso conglomerado de vientos afinados como dos escalas de piano, que se accionan apretando unas pelotas naranjas de goma. Luego nos dieron un ágape y una barra libre a toda leche, un poco raquítico todo, y un obsequio también un poco pobre (lo que más ilusión me hizo fue una reproducción en plasticurri de todo un premio Mastropiero, que tengo aquí delante en un estante). Amén de la privilegiada localidad (que es lo que cuenta, claro), la verdad es que el dineral que habían pagado los fans VIP no sé yo si merecía la pena (creo que rondaba los 150€). Pero nosotros estábamos tan felices con nuestra pulsera especial, talmente como los anormales de "Wayne's world" con el pase de prensa para el concierto de los Kiss al cuello.
La cuestión, que no lo había dicho (a quién le importa) es que había invitado a venir conmigo a una persona muy importante en mi vida ahora mismo... de aquella manera. Así que entre la inmejorable compañía, toda la trama de la obtención de las entradas, la francachela y las dos cervezas por minuto previas, estaba tan obnubilado que se me había olvidado el espectáculo en sí; que empezó de repente cuando estaba pensando en otra cosa. Y también lo vi, claro.

Sucede que estos señores llevan más de 45 años sobre los escenarios, llenando por cierto al 100% un teatro mediano durante sesenta días cada vez que vienen a Madrid, por ejemplo. La audiencia de esta troupe de culto, en serio, no tiene mucho que envidiar a los grupos más grandes del mundo. Pero debido precisamente a su dilatada trayectoria y a su edad, me da la sensación de que los mejores gags de LL ya los han hecho en sus primeros discos (los que escuchaba en casette de chaval, que son una obra maestra). Y "Lutherapia", en algunos momentos puntuales, con esos señores tan mayores haciendo gala de un humor tan blanco (o peor aún cuando se internaban en sus dobles sentidos picantes), resultaba ligeramente geriátrico. No se me entienda mal: es por poner alguna pega. LL son unos genios indiscutibles, unos músicos de primerísima fila y "Lutherapia" una maravilla que no decepciona a nadie. Solo trato de ser visceralmente sincero y ceñirme a las sensaciones que me produjo ver a Mundstock correteando por el escenario como un niño o a Núñez abriéndose de piernas para llegar a la nota más alta del bolarmonio, que levantaban carcajadas condescendientes. Es notable, o será que yo estoy en mitad de alguna crisis extraña, que las avanzadas edades de los miembros de LL se han convertido en una parte ineludible de su idiosincrasia, para bien o para mal. Por lo demás, observar a este puñado de virtuosos al piano o al latín es un privilegio, una maravilla. Y aunque la estructura del nuevo espectáculo no me volvió loco (me gustaba más el formato "carpeta roja" con Mundstock desgranando la caótica vida de Johan Sebastian Mastropiero que este invento tan argentinísimo y ligeramente pedante de la psicoterapia para introducir cada número), los números nuevos, como siempre, son de una brillantez mayúscula.

Mi número favorito, sin duda, fue Rhapsody in balls (Handball blues). Un magistral boogie-woogie para piano y bolarmonio que daba ganas de levantarse de la butaca, quemar cosas y lanzar sostenes. Como escarpias. También me parecieron geniales Paz en la campiña (Balada mugida y relinchada), Aria agraria (Tarareo conceptual) y El flautista y las ratas (Orratorio), donde echan el resto en lo que a juegos de palabras y cacofónicos se refiere, y un descojono Dilema de Amor (Cumbia epistemológica). El número final (antes del bis "fuera de programa", que fue el grandísimo Ya no te amo Raúl (Bolera)) quedó un poco raro y alargado, con una historia de exorcismo y herejía pero en la que estrenaron otro instrumento informal maravilloso e inolvidable, la exorcítara, una gigantesca lira con luces fluorescentes y sonidos de ultratumba. Una tarde inolvidable.

lunes, 1 de octubre de 2012

Punk rock Jesus (Sean Murphy, 2012)

Punk rock Jesus es una nueva serie del sello Vertigo, en principio limitada a 12 números; aunque esto tiene potencial suficiente como para convertirse en una regular. Solo han salido 3 ejemplares, pero estoy absolutamente fascinado con esto. El trabajo de Sean Murphy (Teen Titans, Hellblazer, Joe the Barbarian, Off Road) es impresionante, tanto en los textos como a cargo de la agobiante tinta negra. La historia es simple pero efectiva: en el año 2019 triunfa en todo el mundo un reality show protagonizado por Chris, alias J2, que no es otra cosa que un clon de Jesucristo, fecundado artificialmente en el vientre de una aspirante, Gwen, a partir del ADN del Sudario de Turín. El reality se graba desde una isla privada e ignota, y está orquestado, además de por un puñado de técnicos, por el líder de todo este proyecto (Slate), una mad doctora jamona (Sarah Epstein) y su oso polar clonado, y un héroe de acción, ex-terrorista del IRA de turbio pasado (Thomas McKael), que ejerce de guardaespaldas del Mesías de palo y de encargado de la seguridad en general. Un cruce muy loco de "El show de Truman", la secta real CloneJesus y el Proyecto del Segundo Advenimiento, la locura del fanatismo, el sindiós de las guerras de audiencia, el IRA, y encima hay cosas por ahí que se van quedando como cabos pendientes de atar muy gordos, como el ¡hermano mellizo de J2 supuestamente asesinado! o el tema de los Ángeles guardianes, muy reales. Un disparate ciberpunk absolutamente maravilloso.