jueves, 22 de agosto de 2019

CICLO: Teatro de la Ciencia Misteriosa 30000 (5)



4ª PARTE


SHAZAM!
[David F. Sandberg, 2019]
Querido diaro, sigue siendo agosto. Un mes de agosto largo, tedioso y pendenciero, como todos los años. Tengo la sensación de que es agosto desde hace lustros, apenas recuerdo ya casi nada de lo que sucedió antes de que empezase este mes de agosto... Y encima, es que ha habido cambios de verdad, así que esa sensación de que esto está siendo muy largo, tiene incluso una explicación adicional a mi agostofobia natural de todos los años. Como sea, he vuelto al horario escolar, con lo que estoy muy contento, y en mi tiempo libre estoy un tanto impelido al arresto domiciliario, liado con el otro trabajo, casi sin salir ni poder hacer muchos planes... Lo que no está tan mal, porque en resumen, a lo que voy es a que sigo viendo la tele un montón de rato como un tonto.
Por ejemplo, un día vi esta rareza del Universo DC, uno de sus proyectos más valientes. Una comedia sencilla, a partir de un personaje secundario. Porque Shazam fue una de las grandes estrellas del DCU hace muchas décadas, cuando por entonces se llamaba Capitán Marvel, qué cosas. Pero hoy en día, aunque no estoy muy puesto en DC, juraría que estaba muy olvidado. En gran parte, debido a que no se puede llamar Capitán Marvel un personaje de DC, claro, y a que la historia de un niño que al gritar ¡Shazam! se convierte en un cachas todopoderoso, es demasiado "de hace un siglo". Qué curioso que el último producto audiovisual titulado "Capitán Marvel" fuese un serial de 1941 basado en el personaje de DC, y casi 80 años después tengamos un blockbuster con el mismo título... protagonizado por ¡una tía, y de Marvel! Así que me parece un proyecto valiente, hacer una película con todos esos mimbres. Y lo que han hecho está bastante guay, porque lo han convertido en una comedia navideña disparatada, épica, vertiginosa emotiva y gamberra, para todos los públicos: adolescentes y adultos; afines y profanos. Con mucho cachondeo y autoparodia, precisamente, respecto al nombre del superhéroe, e incluso algún guiño al Universo Marvel. Una de las tramas, la centrada en el niño y sus nuevos hermanos en su enésimo hogar de acogida, es estupenda. Porque en lugar de coger a un niño bobo y buenecito, los poderes de Shazam (ampliamente explicados, mezclando mitología, magia, pseudociencia y paganismo con una larguísima introducción que sin embargo no se hace pesada) han recaído en un niño que no tiene nada de "puro de corazón". Es un chaval de 14 años, huérfano, macarra y poco disciplinado, que ha huido de una veintena de otras casas de acogida, el que de repente se transformará en un treintañero guaperas, cachas, macarra y poco disciplinado con un poder inmenso, y por descubrir (genial Zachary Levi). Todo el segundo acto es un largo "viaje del héroe", literal, en el que el joven Billy Batson tiene que ir aprendiendo a usar los poderes, tanto técnica como éticamente, junto a su confidente (su nuevo hermano adoptivo de edad más próxima), y casi todo el rato se les ocurren gamberradas. Una película que muestra a niños de catorce años entrando una y otra vez en casas de putas, robando cerveza en el supermercado y pegándose tiros en la cabeza, es toda una declaración de intenciones que nos viene a recordar que no es DC la que ha sido comprada por Disney, y que también pueden hacer películas que no den vergüenza ajena. Otra de las tramas es la centrada en el supervillano, otro niño que ha recibido poderes épicos pero al mismo tiempo absorbido algo así como el tótem de los siete pecados capitales personificados en bestezuelas demoníacas. Le vemos como niño en la escena inicial, haciéndonos creer que será el héroe, pero pronto le descubriremos ya crecidito (Mark Strong), matando a sangre fría a su hermano y su padre y siendo una verdadera amenaza para el torpe nuevo gran héroe. Por lo demás, la peli es un carrusel de hostias, efectos especiales y superheroicidades varias, con el trasfondo de la ciudad de Philadelphia, que se suele ver poco en el cine de acción (con guiño a "Rocky" incluido) y un constante bombardeo navideño. La niña pequeñita se parece mucho a mi sobrino D., así que fue un aliciente más para mí, que me partía de risa cada vez que se movía o hablaba, como me pasa cada vez que le veo a él. Un soplo de aire fresco entre el descontrol en pantalla grande de la Distinguida Competencia.

EL HIJO
["Brightburn", David Yarovesky, 2019]
Un domingo más de agosto (¡el penúltimo todavía! ¡Esto no acaba nunca!), tarde-noche libre, y a falta de la Misa de doce de Iker me apetecía cine de terror. En sesión continua me puse esta y la siguiente, dos obras de terror posmo que causaron sensación en su momento. "Brightburn" es una peli crudísima sobre un niño superhéroe, que prometía sorpresas y tintes raros. Conseguí no saber nada más antes de verla. Apenas, que venía avalada y escrita por Mark y Brian Gunn, hermanos del mismísimo James Gunn, ese joven prodigio nacido en el seno de la Troma y que, tras una larga carrera en la sombra escribiendo y dirigiendo cine de género y tv rara, se marcó la que para muchos sigue siendo la peli de superhéroes que lo cambió todo: "Super" (2010). Así que yo pensaba que esto sería una especie de puesta al día de "Super"; pero en realidad es una cinta realmente oscura, jodida y sin piedad, que coge elementos de "Superman", pero también de "El buen hijo", "La semilla del Diablo" o "El pueblo de los malditos" (la buena). Incluso me hizo recordar a "Funny games", por el desenlace y la crueldad que transmite hacia el espectador. Sorprendente, original y a ratos escalofriante, pero sobre todo incómoda.

IT FOLLOWS
[David Robert Mitchell, 2014]
Junto con el cine de Ti West y Ari Aster, las burradas griegas, francesas u holandesas e hitos como "Déjame entrar" y "Déjame salir" (por ejemplo), "It follows" es otra de esas películas del "nuevo terror" que parece que gustaron mucho a todo el mundo, o al menos en mis timelines, y que no la había visto antes en parte por ese título tan esquivo y opaco; y que luego, cuando las veo, pues me siento mal. La verdad es que esta tiene también una propuesta original que, pese a lo aparentemente simple y absurdo, le mea en la cara a esas doscientas películas chirriantes y ensordecedoras sobre muñecas viejas y casas encantadas que se hacen como churros y que no le dan miedo ya ni a mi nieta de tres años. Y es que estos tiempos desesperados exigen medidas desesperadas. Así que el argumento es rebuscado y extraño (insisto, pero simple) como solo puede serlo algo sacado de una pesadilla recurrente: gente que te persigue despacito, y que si te pilla, te mata. Ir por la calle y que aparezca una especie de zombie, pero sin explicación alguna, que solo tú puedes ver y que si te toca mueres. Esa es la única premisa, a la que su escritor y director añadió el no menos estrafalario detalle de que si te follas a alguien, los zombis raros le persiguen a él. Quizá no es tan insólito como empalmar intestinos gruesos de tus víctimas unos con otros en la primera cita, pero al menos es una idea, no una puta casa encantada, un payaso y sustos, que para eso ya está el tren de la bruja. Vivimos época de creepypastas, y si el "elemento del miedo" funciona, da lo mismo que sea verosímil o no lo sea, mientras la historia sea buena y contemporizadora. "It follows" está bien narrada, el argumento de los zombis de transmisión sexual entre millennials funciona, y la película me estaba gustando bastante, hasta el momento azaroso en que dejó de hacerlo, porque no había mucho más donde rascar. Al tipo se le ocurrió esa imagen, de tipos monstruosillos diferentes que imponen y acojonan y que se te aperecen de repente, y lo redondeó un poco con lo del sexo, el poliamor y postadolescentes correteando asustados.
—¿Y luego qué, señor David Roberto Miguel?
—Pueeeees... pues no sé, todos a correr más, luego otro poco, un poco de bodycount Instagram-friendly, metemos esta escena que se me ha ocurrido en una piscina (absolutamente patética, de vergüenza ajena y que no resuelve nada), luego todos a correr un poco más, y ya terminará la peli sola, ¿no?
—Mmmm... creo que no...
—¡Pues ya sé! ¡Hacemos un final de mierda y lo ponemos en el minuto 1 y en el tráiler!"
—¡Sapristi!

POKÉMON. DETECTIVE PIKACHU
[Rob Letterman, 2018]
Soy un cuarentón inmaduro, colecciono minifiguras de Lego y muñecos de dos cabezas, y donde más feliz soy es en el sillón de orejas viendo dibujos animados, leyendo tebeos de superhéroes, comiendo bollos y acariciando al gato; pero el fenómeno Pokémon, tal vez porque me pilló en la pubertad mientras descubría a Bukowski y las tetas, o tal vez porque ni los videojuegos ni los bichitos kawaii me revuelven absolutamente nada, me parece una imbecilidad, me da un poco de vergüenza ajena, ¡a mí!, que a alguien de más de 10 años le puedan interesar los Pokémon. Eso sí: mi respeto es absoluto hacia el juego Pokémon Go!, que me parece una experiencia estupenda y comprendo que haya adultos cazando bichos por los parques. Si bien no he jugado a eso ni jugaré nunca (porque no juego a casi nada), ese fenómeno sí que me resultó interesante, lo defendí a capa y espada en las rrss, y las noticias bizarras que surgían a su alrededor me parecían divertidísimas. El estreno de una peli de imagen real de esta franquicia, norteamericana y supuestamente para niños y grandes, sin embargo, despertó en mí cierto interés. Tenía la sensación de que habían querido conducir a esta franquicia más o menos hacia el lugar que ocupan los Looney Tunes, con el estreno de la mitológica "¿Quién engañó a Roger Rabbit?". Y realmente hay algo de eso, en esta peli de personas conviviendo entre dibus, en una ciudad llena de bichos animados y un tono noir. Pero definitivamente es una historia destinada principalmente a incondicionales de los Pokémon. Un homenaje a todas las especies criptozoológicas nacidas en el videojuego y desarrolladas en los dibujos, al Pokémon Go!, llena de chistes privados y detalles que se me escapaban, y que me parecíó bastante tonta, pese al protagonismo de Ryan Reynolds, el tono hardboiled y que Pikachu hable en plan macarra (como el bebé de "Roger Rabbit"; definitivamente, "Detective Pikachu" bebe bastante de aquella). La trama es lo de menos, y nada tiene demasiado interés más allá de la "épica" que rodea a los bichejos cuquis, los combates, la caza y la amenaza de los bichos malos y grandotes. Visualmente interesante, pero un poco aburrida para los no cazadores.

EL HOMBRE QUE MATÓ A HITLER Y DESPUÉS A BIGFOOT
["The man who killed Hitler and then the Bigfoot", Robert D. Krzykowski, 2018]
Bajo un título que prometía psicotronía y cachondeo al estilo Troma o Pedro Temboury, se esconde en cambio una cinta sobria y parsimónica, un drama que narra con circunspección y solemnidad las andanzas de un anciano héroe de acción, al que los servicios secretos buscan para que dé caza al mismísimo Bigfoot, que está llevando a cabo una enorme masacre de montañistas, tras descubrir que es el mismo tipo que asesinó a Hitler en 1945 y que sigue en forma. Una especie de Old Man Logan retirado, que trata de llevar una vida normal, cuyas andanzas de juventud se narran en forma de flashback, se verá ahora inmiscuido en la búsqueda y exterminio del homínido peludo contra su voluntad, compungido y apenado. Una peli curiosa pero algo floja, debido a su tratamiento de semenjante argumento ucrónico y fantástico, que cumple su objetivo de resultar verosímil e interesante, en las antípodas del disparate bizarro, pero su ambición de tomarse demasiado en serio resulta demasiado rara y su ritmo no ayuda. Extrañamente, a la cinta se le pueden sonsacar lecturas filosóficas, histórico-políticas y existencialistas (tiene críticas completamente polarizadas), pero yo soy de los que no entró a fondo en su desarrollo y me resultó simplemente grandilocuente y fallida como ucronía de género. Quizá merezca una revisión más atenta...

THE UH-OH SHOW
[Herschell Gordon Lewis, 2009]
Mi tele escupe esto de manera azarosa durante otra de mis jornadas de arresto domiciliario traduciendo en casa. Uno de los disparates fuera de tono del "Mago del Gore", resucitado cuarenta años después de sus ejercicios carniceros pioneros. Estúpida película que parodia la deshumanización de la sociedad, a través de un concurso de televisión en el que los participantes son desmembrados en vivo si fallan las respuestas (argumento visto mil veces), y que sirve para vehicular una sucesión de sketches lamentables; por un lado una especie de sitcom absurda y gamberra detrás de las cámaras, que apesta a Tromaville (por allí desfilan de hecho sus "fiesteros" jerifaltes todo el rato), y por otro lado las escenas de mero gore salchichero hecho comedia negra que no aportan tampoco absolutamente nada (ni siquiera cuando el concurso se transforma, tratando de llegar incorrectamente a una audiencia infantil dentro de la ficción, en una sucesión de cuentos infantiles de los Grim llevados al gore). Un pasatiempo inocuo y que da un poco de pena ajena.

FUNLAND
[Michael A. Simpson, 1987]
Singular comedia negra ochentera de bajo presupuesto, con cierto encanto kitsch y cierto cachondeo de autocine, pero en la que casi no sucede nada. El parque de atracciones Funland ha cambiado de manos, al ser comprado por un grupo de mafiosos, que quieren dejar fuera a varios trabajadores curtidos allí, entre ellos el payaso Bruce Burger y su muñeco de ventrílocuo (una salchicha parlante con mala baba llamada Jimmy). Desde el primer minuto sabemos que el payasito es una especie de subnormal imprevisible, y que se va a tomar una sangrienta venganza, pero tarda toda la película en llegar, apenas. Todo transcurre sin embargo a base de escenas vertiginosas sueltas y deslabazadas, en las que vemos a los miembros del parque preparando la nueva temporada a ritmo de telecomedia. De hecho, el matrimonio de guionistas de la película crearían unos años más tarde tanto Cosas de Marcianos como Aquellos maravillosos 70.
SCREAM BLOODY MURDER
[Jon Hoffman, 2003]
Encubierta bajo la apariencia del slasher original omónimo de 1973 me llovió del eMule esta peli directa-a-vídeo inspirada en aquella. Rodada recién entrado el XXI, pero con todo el grumo, la puesta en escena y hasta los peinados y vestuario típicos del cine de terror de los ochenta, se trata de un simpático homenaje a todo aquel cine chatarrero de bajísimo presupuesto, scream queens, matarifes cabrones y una colección de muertes violentas e ingeniosas: lo que es un slasher clásico, con tintes de whodunnit (guiño a "Diez negritos" incluido)... pero todo ello llevado a la parodia. Vengo insistiendo en muchas de estas críticas sobre el cine de terror malo, que lo peor que pueden hacer es tomarse demasiado en serio: lo que pedimos quienes queremos matar el rato viendo una película de chicas vestidas de colegialas que se quedan encerradas en un escenario lúgubre y las van matando una tras otra, es despiporre, no filosofía, erudición y metafísica. Y esta versión de "Scream bloody murder" es un spoof disparatado y que me ha gustado un montón. Las muchachas vestidas de Sailor Moon se quedan tiradas en mitad de la carretera, y son remolcadas por un chatarrero que las lleva hasta su desguace. Es allí donde empezarán a caer como moscas, de la manera más idiota y divertida, sin que se vea nunca al asesino, pero quedando claro continuamente que el principal sospechoso, el dueño del desguace, solo es un patán que las asusta sin querer: que si lleva la máscara de hockey puesta porque viene de entrenar, que si se avalanza sobre una chica con un cuchillo con la sana intención de quitarle a esta el ataque de hipo, que si corretea con una motosierra hacia las chicas porque la había perdido y se alegra de haberla encontrado... La peli es un despiporre muy entretenido, entre que están todas todo el tiempo en ropa interior poniendo caliente al espectador pajero, que se hacen lesbianas de repente, los chistes malos y las muertes extravagantes, que rivalizan con las de Rasca y Pica. Y la enésima broma del director es que pese al despliegue de zorrerío, el fornicio y el tono a lo peli de Los Albóndigas, a las chavalas no se les ve ni un milímetro de piel más del que aprobaría Jesús. Recomendable, sobre todo si no has leído estas líneas y no esperas absolutamente nada de esta divertida chorrada; y dependiendo del día que tengas, porque el spoof es un género que o te mata de la risa (como me pasó a mí la primera vez que vi "No es otra estúpida comedia americana" o "Me parece que... sé lo que gritásteis el último viernes 13", por ejemplo, que me meé con ellas) o te cabrea y la odias (como me pasó con casi todas las demás parodias o sagas paródicas de blockbusters), si por el motivo que sea no entras en el juego. En esta, al menos, se nota que expectativas tenían cero, y a mí me han ganado.

BILL MURRAY: CONSEJOS PARA LA VIDA
["The Bill Murray stories: Life lessons learned from a mythical man", Tommy Avallone, 2018]
Bill Murray es uno de los famosos más queridos de todo el firmamento de estrellas. A pesar de su limitada versatilidad, a pesar de su cara de acelga, de que se haya hecho famoso con papeles de tipejos cínicos y soberbios (su chulesco y duermemozas Peter Venkman de "Los cazafantasmas", el aborrecible Phil al que no aguanta ni su sombra en "Atrapado en el tiempo", el abofeteable payaso que se llevará la lección de su vida en "Los fantasmas atacan al jefe", el cabronazo mujeriego que acapara toda la inmerecida fama y destruye al pobre Munson en "Vaya par de idiotas", el masoquista de "La pequeña tienda de los horrores"... en fin, así casi siempre), en la vida real, vete a saber si tal vez por eso mismo, Murray es una de las personas más admiradas por todos nosotros, y tiene una vis cómica incomparable, irrepetible. Desde sus comienzos como actor de improvisación en Second City, recién aterrizado del National Lampoon (ya en sí misma una historia formidable), y a lo largo de una larga carrera actoral y como invitado televisivo, ha demostrado poseer un talento y un carisma fuera de este mundo. Además, Bill Murray es un modelo de conducta. Hasta que ayer me encontré con este documental (lo estrenaban en el canal TCM, y lo encontré por casualidad, al hacer una búsqueda en el Plus, porque me apetecía ver ¡una peli con Bill Murray!) no había atado cabos, pero sí que había escuchado varias veces cómo se pone como ejemplo a Murray de cómo deberían ser todas las estrellas de cine. Conscientes de lo que despiertan a su alrededor cuando acuden a lugares públicos, de los rumores que pueden despertar, de lo incómodo de que te den la tabarra todo el tiempo, la mayoría de las celebridades evitan casi cualquier contacto fuera de contrato con los plebeyos, o bien se comportan como si todos fuesen incómodos paparazzi, desagradables moscones... salvo que haya una cámara delante. La fama debe de ser una condición difícil de manejar. El caso es que Bill Murray, casi desde el comienzo de su carrera, decidió lanzarse de cabeza y disfrutar de la experiencia de pasar el rato con las demás personas, o tal vez darles algo de qué hablar en los días siguientes, quien sabe si incluso cambiarle a alguno la vida, consciente de su cualidad de ser humano completamente normal pero que despierta vivas reacciones a su paso. Y es por eso que tiende a haber un creciente número de leyendas urbanas en torno a "comportamientos extraños" de Bill en sociedad. A que Bill Murray te puede cambiar la vida cuando menos te lo esperas.
Se dice que una vez, sin previo aviso, Bill Murray se presentó en una fiesta privada en un hogar que le era completamente ajeno, charlando con todo el mundo como si tal cosa, y acabó fregando los platos en la cocina antes de irse; otra leyenda dice que a un fan que estaba meando en otro encuentro de amigos, se le acercó por detrás, le tapó los ojos y le susurró al oído: «Cuando cuentes esto, nadie te creerá»; una noche acabó en casa de unos cantando karaoke; otra, apareció de pronto en un bar vació, se puso a charlar con un camarero, se corrió la voz y acabó sirviendo copas en un bar repleto de gente enfervorecida. Apariciones de improviso en fiestas privadas, lectura de poemas a unos obreros durante la reconstrucción de una biblioteca, cameos desinteresados en cortometrajes de instituto, alegres y fortuitos encuentros con fans en los rincones más insospechados del mundo... El responsable de este documental reciente decidió afrontar la cuestión de las "historias sobre Bill Murray", y recorrer los escenarios de los supuestos lugares en los que tuvieron lugar todas esas hipotéticas leyendas de transmisión oral... para descubrir que practicamente todas ellas son ciertas. Para descubrir a los espectadores, que Bill es un tío especial, que no tiene ningún inconveniente en aparecer en tu comunión o acabar navegando contigo en un patín a pedales hacia una puesta de sol en Benalmádena, si resulta que coincidís en un chiringuito en una calita abandonada un martes. Bill es así. No tiene agente, y no hay manera de contactar con él por los cauces oficiales, o eso aseguran varios de los directores con los que ha acabado trabajando: que hasta el mismo día de comienzo de rodaje nunca sabían si aparecería o no.
Viendo este entrañable, hermoso y tremendamente positivo documental, me acordé del videomixtape "Mr. Mike's mondo video", una de las cintas más subterráneas e ignotas imaginables, presentado por Bill Murray paseando por la calle, seguramente debido a la razón más peregrina. Aquello sucedió en 1979, es prácticamente lo primero que hizo, y es tan raro que ni siquiera sale en el documental; pero esa cinta demuestra que Bill lleva, como mínimo, 40 años siendo así: dedicado enteramente a estirar la cuerda, darle a la gente lo que quiere, sumergirse en la normalidad más absoluta y dejarse llevar, improvisar permanentemente en su vida privada, explorar el contacto con los desconocidos siendo uno más entre ellos, sabiendo que no solo, probablemente, es mucho mejor que montar un cirio o ignorar a La Gente De Mierda, sino que además puedes hacer su vida un poquito mejor y proporcionarles una anécdota inolvidable, y de paso pasarlo bien. La filosofía de Bill Murray, o "el Tao" de Bill Murray, ha sido también explorado recientemente en un libro que llevo tiempo con ganas de leer, y que ha sido editado aquí hace poco por (la jodida) Blackie Books. Y tanto su responsable (Gavin Edwards) como un montón de actores, familiares, guionistas y personas anónimas, exploran esta divertida y fascinante faceta del gran gurú Bill Murray. Un documental extraordinario, altamente recomendable pese a que su director se empeña en joderlo al final (tratando de emular torpemente a Michael Moore en busca de Charlton Heston, dando bastante vergüenza ajena; una escena y una subtrama dentro del documental, que sobraba se ponga como se ponga el autor), y en el que no es exagerado tratar de extraer toda una manera de entender la vida, aprendiendo del Evangelio según Bill.


Actualización: Atrapado definitivamente bajo el influjo de Bill Murray transformado en un gurú y en un ejemplo vital para todos nosotros, en cuanto terminé de ver el documental me hice con una copia de "Cómo ser Bill Murray", el libro en el que el documental se basó principalmente, y lo devoré en un par de días, con el ansia de un monaguillo aferrado a su Biblia durante unos ejercicios espirituales. El libro es estupendo, incluso para haber sido editado por los trileros de Blackie Books (que, para empezar, se mean en el título original de la obra de Gavin Edwards, "The Tao of Bill Murray: Real-life stories of joy, enlightenment and party crashing", y aquí nos lo han colado con ese guiño al hipster menos taimado), aunque no se trata de una lectura lineal, sino de una especie de "Guía para la vida" de Bart Simpson (salvando las distancias), al dividir el asunto en montones de epígrafes breves y llenarlo de (pocos, pequeños y bonitos) dibujitos; no es una queja, solo una aclaración. Básicamente, el libro se compone de tres grandes bloques: una introducción general; el largo capítulo mollar de anecdotario de avistamientos y encuentros en la tercera fase de la plebe con el ídolo, que avanza de manera golosa, entretenidísima e intencionadamente desordenada, con saltos continuos adelante y a atrás por las décadas, y agrupadas atendiendo a las supuestas 10 grandes enseñanzas que Bill ha querido transmitirnos con su curioso comportamiento: "Los diez principios de Bill". Una tabla de Mandamientos curiosa, que se entiende que no pretende convertir esto en una secta (ojalá; yo me apunto) sino en un objeto humorístico. También se incluyen otros epígrafes a modo de interludios, como el repaso año a año de las intervenciones bufas de Bill en el torneo de golf Pebble Beach Pro-Am, así como otros "cuadros de texto" que glosan una suerte de "top 10" de frases que dijo en tal o cual ocasión, sus 10 autógrafos de coña a los fans más recordados, 10 insultos que profirió a los conductores aledaños durante un largo atasco según su copiloto aquel día...; y el tercer bloque, aún más largo, es meramente una crítica de cada una de las películas de Bill, absolutamente todas ellas, comentadas brevemente y atendiendo siempre al papel de Bill allí, o añadiendo más jugosas anécdotas sobre su participación, su manía de improvisar o los problemas de los directores para contratar sus servicios. Un bloque realmente largo, ya que repasa toda la lista de IMDb del Maestro Murray, y que puede quedar algo deslucido y decepcionante para el que esperara más sobre su vida privada y no tanta reseña para lectores del Fotogramas. Pero a mí me ha gustado, el gossip es abundante, y el asombro permanece. Era una manera como cualquier otra de acercarse a su historia, y como guía de su filmografía es muy valiosa y da muchas ganas de repasarla... pero es que su filmografía es muy larga...

KUBASA IN A GLASS
[Atelier National Du Manitoba, Matthew Rankin, Walter Forsberg, 2006]
Esta mañana me dio por irme a la carpeta de "mixtapes" del hdd que tengo atado a la tele, y después de un par de vistazos a cosas que no terminaron de engancharme ("Late night bullshit" es una colección de fragmentos de tele nocturna demasiado floja y azarosa; "Random TV" es un curioso ejercicio de zapping de dos horas grabado en VHS por Solo-Dios-Sabe-Quién en algún momento de los 90s, repleto de marcas de tracking y sin créditos de ningún tipo, que me pareció fascinante al princpio, que intenta incluso generar cierto discurso al cambiar intermitentemente de unos contenidos a otros... pero que a lo tonto cuela casi entera la película "13 ghosts" de William Castle que estarían dando en ese momento, y luego otro par de pelis trituradas de ciencia-ficción barata, y me acabó aburriendo), me tragué una curiosísima cinta titulada "Kubasa in a glass", de esas que tanto me gustan, que consiste en piezas de alguna televisión local de Winnipeg grabadas en VHS entre 1975 y 1993. No solo resulta curiosísimo asomarse a aquel rincón de la cultura basura hiperlocal de otro lugar y otro tiempo, sino que sus autores ofrecen información a pie de página de algunos de sus protagonistas. Entre anuncios bizarros de gadgets de cocina, programas de música extraña alucinantes o estudios sobre peinados y bigotazos a la moda de la época y la región, conocemos por ejemplo a lisérgicos personajes de las catacumbas hertzianas de Manitoba como Uncle Bob (aka Robert Swartz, Jr.), un ventrílocuo que junto a su terrorífico muñeco asesino Archie Wood se dirigía a los niños desde un cohete espacial, mientras que se nos narra que el tipo era realmente siniestro, tenía graves problemas para controlar su conducta y fue expulsado tras varias décadas por salir a presentar su programa matinal completamente borracho (uno de los clips, emitido en directo en 1984, muestra a Uncle Bob enseñando sin querer el culo desnudo de una muñequita en primer plano, mientras le busca el botón de encendido, ante el descojono de todo el mundo tras las cámaras y sus posteriores torpes disculpas); algunos anuncios, como el del centro comercial de ropa femenina Clifford's, son hilarantemente troleados, al intercalar una parodia del mimso con tipos pegándose (parece ser que Clifford's era algo así como el Galerías Preciados local, que acabó en bancarrota); con otro anuncio (de no recuerdo qué producto infantil que se promocionaba con un spot lleno de explosiones) van más allá, intercalando imágenes del intento de atentado de Ronald Reagan; en otro bloque (el documental es un "estudio en 10 partes", y de hecho así se subtitula) muestra fragmentos de programas amarillistas disuasorios y de impacto, al estilo de "Bowling for Columbine", en los que se asusta a la gente con terribles crímenes (en una zona con un índice de criminalidad ridículo) como una vieja a la que han robado un bolso o un señor que intenta desesperadamente atracar un parque de atracciones con una pistola de juguete, todo ello reinterpretado con actores; conocemos también a un orondo gritón vendedor de sillones de teletienda con sombrero de cowboy, llamado Nick Hill, que parece totalmente sacado de King of the Hill; o al ya mundialmente famoso (en el infra-mundo del found footage) Winnebago Man, en la que pudo ser la primera aparición de las tomas falsas en VHS de "El hombre más enfadado del mundo"; entre unas cosas y otras el metraje está salpicado de varios fragmentos de una desasosegante y triste entrevista, el primer programa de algo llamado Personalities, dirigido por un tal Ross Doern, que interroga a una madura actriz aspiranta llamada Bea Broda, hablando sobre lo complejo de buscarse la vida en el mundo del espectáculo, pero que ella no tira la toalla. La entrevista se reanuda al final de la cinta, a modo de epílogo: sobreimpresionado, se nos desvela que Bea fracasó estrepitosamente, mientras que Doern se pegó un tiro poco después de esa entrevista. Todo ello, además de un buen montón de anuncios, teletienda abisal, entrevistas locas, bloopers de presentadores apenas semi-profesionales y toda una hora de excelente material del que se fabrican los sueños, digo los video-mixtapes de mayor éxito, pero todo ello inédito, grumoso, bizarrísimo y editado con gran alborozo y destreza.

DOS VECES YO
["All of me", Carl Reiner, 1984]
Sobremesa ligera de entretiempo. Desesperado, sobrepasado por la ansiedad, tengo tantas ganas de que llegue el invierno que, pese a hacer unos 20 grados ahí afuera, me senté ante la tele del salón con todas las ventadas cerradas y las cortinas echadas, con mi pijama de felpa, el albornoz gordo a modo de batín y las pantuflas de pezuña de oso. Apagué todas las luces, acerqué el sillón (y todos sus periféricos) a pocos palmos de la tele, y me puse a ver esta comedia clásica. ¿El resultado? Una placentera siesta seguida de cierto dolor cervical. Steve Martin es un tesoro de la comedia norteamericana, un maestro, cuya persona y su talento improvisando o haciendo música ha sobrepasado a sus personajes. Hace poco vi "Steve Martin and Martin Short: An evening you will forget for the rest of your life", y mira, aún no lo he olvidado, como tampoco la sensación de que está muy mayor y que Martin Short se lleva todo el protagonismo (hablando de estar mayor, el otro día vi el roast de Alec Baldwin, que me entretuvo mucho, y estaba como invitado Robert DeNiro y ese sí que está viejo, pero viejo, el pobre). En realidad, Martin no tiene una carrerra en el cine precisamente meteórica. Sus papeles más recordados son todos de los 80 (mis favoritas: "Mejor solo que mal acompañado" > "La pequeña tienda de los horrores" > "Un par de seductores" > "Un loco anda suelto"), ¿cómo es posible que no haya hecho en treinta años ni una sola película memorable, que le haya colocado en el lugar que merece? Me imagino que su hábitat es la televisión o los escenarios, más que el cine. No sé por qué apareció "Dos veces yo" en mi tele, pero aparte de sus andares y aspavientos semi-manfloritas, tampoco tiene nada especialmente memorable. La recordaba más divertida, y es una bobadeta amable escrita practicamente solo para que tenga esos momentos histriónicos.

IT CAME FROM KUCHAR
[Jennifer M. Kroot, 2009]
Estupendo documental retrospectivo sobre la vida y obra de los gemelos mutantes George y Mike Kuchar, cineastas underground con un lenguaje muy particular, de quienes nunca he visto una peli propia, pero por supuesto me han entrado muchas ganas (ya tengo unas cuantas a la cola). De enorme influencia en artistas como Bill Griffith (Zippy the Pinhead), John Waters o Troma (Kuchar aparecía en "Asesinatos anunciados", de la que hablaba por aquí hace dos entregas), entre otros satélites que participan en el documental, afines al trabajo inclasificable de Mike Diana o Art Spiegelman (que protagonizaron algunos de sus marcianos cortometrajes; tanto Mike como George tuvieron carreras paralelas en el comix y la ilustración), es un trabajo hagiográfico lleno de imágnes de archivo y pedazos de sus cintas, con entrevistas además a los protagonistas, cada uno en su casa hablando de sus cosas locas. El documental es también, sin quererlo, un poema queer, un retablo kitsch, medio episodio de ¿Quién vive ahí? y otro medio de Callejeros, y una hermosa égloga al cine como sustento vital.

AMERICAN MOVIE
[Chris Smith, 1999]
Casualmente, sin pretenderlo, al día siguiente pillo en TCM otro documental sobre un director de cine entusiasta, marginal, diferente: Mark Borchardt, un muchacho de Wisconsin apasionado por el cine gore y de terror, autor de pelis caseras con sus vecinos desde los 12 años, sueña con hacer una película de terror de abuten, pero su epopeya de tres años se constriñe finalmente a dar por acabado un cortometraje ("Coven") que había empezado 7 años atrás, posponiendo su futura película soñada ("Northwestern") hasta que consiga financiarla rápidamente mediante el corto. Han pasado 20 añazos desde que se estrenó este documental, casi treinta desde que empezó a pergeñar "Norwhestern", y el proyecto sigue abierto y en pre-producción desde 2014... En todo este tiempo, gracias al éxito de "American movie (The making of Northwestern)", Mark se ha convertido en una especie de celebridad cinéfaga, asiste a festivales de gore y despendole, a convenciones, ha salido muchas veces en Letterman, y ha hecho cameos en un montón de películas, como una especie de icono del género; pero rodar, lo que se dice rodar, no ha hecho nada interesante fuera de las chorraditas que hacía de adolescente y que muestra el documental. Porque "Coven", a juzgar por lo que se muestra, también es bastante flojita. Así que mientras miraba este curioso docu, ya le había perdido un poco el respeto a Mark, ese supuestamente esforzado amante del cine de terror, al que vemos debatirse entre la pasión más absoluta por el cine casposo y el zanganerío total y sin causa. "American movie" resulta un documento curioso, todo él a base de rodajes reales sobre el proceso creativo frustrado sine die del muchacho. Sus reflexiones como padre divorciado, sus tardes en casa con su moribundo tío Bill, sus paseos recurrentes a ese cementerio o ese desguace de la América Profunda que sirven de potencial plató de ensueño para esos cientos de películas de género imprescindibles que tiene en la cabeza pero que jamás rodará, y sobre todo las interminables charletas del pedante y marisabidillo Mark hablando y hablando y hablando sobre hacer cine, ser cineasta, vivir el Sueño Americano, pero sin dar pie con bola. Lo mejor de esta larguísima sucesión de grabaciones domésticas es Mike Schank, su amigo Mike Schank, otro redneck fumeta y headbanger que solo sabe hacer la "o" con el humo de canutos, pero que mágicamente convierte a esta pareja de amigos en el perfecto dúo cómico involuntario. Unos Laurel y Hardy grunges, talmente Jay y Silent Bob con los roles cambiados. En la vida real se han convertido, y esto sí es un auténtico logro vital, en una especie de cosplay 24/7 de sí mismos, que les inviten a todos los saraos y que tengan su propio podcast de éxito. Porque por separado son dos ceros a la izquierda llenos de sueños pero sobre todo coleccionistas de fracasos, como tú y yo y cualquiera, pero juntos, la cosa mola un poco más. No he sabido ver en esta cinta documental la mágica obra maestra meta-cinéfila alabada por la crítica, y como retrato de la vida en la asfixiante realidad de la Norteamérica rural me ha parecido un poco aburrida. Que cientos y cientos de chavales como estos cogen y se ponen a rodar y punto, y hay por ahí decenas de miles de pelis de terror basuriento, hombre, que no es para tanto.

EL ODIO
["La haine", Mathieu Kassovitz, 1995]
Estos días están siendo terribles para la Democracia. Lo digo sin asomo de ironía. No sé cómo se verá todo esto dentro de algún tiempo, si es que sobrevivimos y no acabamos envueltos en una nueva lucha fratricida, como dicen los cuñaos; pero yo estoy bastante triste ahora mismo con lo que está pasando en el partidillo Cataluña vs. España. Millones de personas allá arriba saliendo a protestar porque no pueden más, y el resto insultándoles, tratándoles como a una secta de zombis. Como si hubiese un ultranacionalismo fetén, normal, el ultranacionalismo que sí, el que dios manda, y un ultranacionalismo terrorista de facto. Todos los medios de comunicación, a todas horas, poniendo el foco unicamente en las pedradas, en los disturbios de los chavales gastando testosterona con la delincuencia, que les ha dado por pasar de todo ya y enfrentarse a los de la porra, hasta la polla ya de los de la porra que mandan los de abajo, como si esto fuese a ser el detonante de algo, como si a partir de ahora es cuando las cosas se van a poner feas... ¿Pero en serio hay gente tan gilipollas que no se ha dado cuenta de lo feas que están las cosas para el 90% de nosotros desde hace décadas? Las imágenes de las pedradas y las palizas son duras, pero es que escuchar en mi entorno el que les den más fuerte, que se vayan ya, que si tanques, que si ETA... Es desesperante. Se ha extinguido la empatía, como le pasara al catoblepas. En estas que me acordé de "El odio", una película que literalmente me revolucionó la adolescencia y que he visto docenas de veces, se la recomendé, ahora sí, irónicamente a los del grupo de whatsapp monopolizado por los cinco o seis de Vox del que no me dejan irme porque se aburren si solo hay cien banderas de España y cien videos guarros diarios, y volví a verla anoche, después de intentar concentrarme, sin éxito, en ver cualquieras otras diez o doce películas. Ver "El odio" es como escuchar una vieja canción de Bad Religion o de Fugazi, que me reconforta, que la voy tarareando al pie de la letra. Mi reproductor no leía mi DVD de edición especial (hacía años y años que no intentaba leer alguno), ni la encontré en Netflix (juraría que estaba) ni en el Plus, así que la busqué en Youtube y me la tragué, creo que por primera o quizá segunda vez, al menos toda entera, en versión original (mal) subtitulada. Y la disfruté como siempre, aunque echando de menos la voz de Will Smith y las morcillas. Cuando miro esta película, no solo me entretiene por la cantidad de cosas que pasan, y me satisface porque lo que cuenta, las muchas lecturas que tiene, me suponen un cierto desafío intelectual, sino también porque me hace rememorar todas las otras veces que la vi, que la proyecté yo mismo a gente más joven que yo, o que la rememoré. Sucede que hay un par de momentos en mi propia vida, que tengo muy vívidos en la memoria, que tengo dudas de si me pasaron de verdad, porque se repiten fielmente en "El odio". Me acuerdo de mi viaje a París, de muchos veranos en Gamonal, de las carreras por Malasaña en mis años universitarios jugando yo mismo (pero en plan pusilánime, desde la retaguardia y odiando todo), me acuerdo de muchas cosas y de mucha gente todo el tiempo, solapándose en mi cabeza, al tiempo que esta película me vierte su prosa poética visual. Seguro que no pasa mucho tiempo sin que la vuelva a ver. También me ha servido para romper la sequía, que llevo un par de semanas sin ver nada que no sea la mierda de la programación en mis pocos ratos entre trabajar y dormir y mirar fake news en directo.
CAMPAMENTO MÁGICO
["Summer Camp Island", Julia Pott (creadora), 2018-2019]
Hace algunos meses tenía cuerpo para ver alguna serie de animación moderna, y disfruté enormemente de Gravity Falls (lo conté en esta misma "sección"). Pasó el verano, y está empezando a refrescar en Madrid. Tengo la tarde del lunes libre, y entre lecturas, sesteos y zapping, embutido bajo varias capas de mantas con mi pijama de felpa y mis pantuflas peludas, se me ocurrió descubrir alguna otra serie para chavales, ver si, como no soy padre, me estoy perdiendo algo entre los canales infantiles. Y en la interminable alacena de Movistar + me encontré con esta sugerencia. Otra serie para adolescentes que transcurre a lo largo de un verano en un lugar imaginario. Apenas he empezado a verla, impulsado por una extraña curiosidad, y voy a tenerla puesta solo mientras tecleo esta reseña; porque creo que he dado con la serie de dibujos animados más espantosa y dañina imaginable. El perfecto reverso tenebroso de Gravity Falls, un insulto a la inteligencia del niño y del adulto, llamada Summer Camp Island. Es la cosa más presuntuosa, irritante y desagradable que he visto en muchísimo tiempo. De un estilo que mezcla lo peor de la ya de por sí chirrinte y repelente Hora de aventuras, con lo peor de las tazas de Mr. Wonderful y unos garabatos improvisados por Mariscal, lo peor sin embargo no es su estética de papel pintado a la venta en Malasaña, esa pinta de calendario de actividades para niñas idiotas de Blackie Books, ese jaez de cómic alternativo con el que ha triunfado sin darse cuenta una estudiante pija de diseño gráfico de Portland con el talento en el culo, dibujando en una servilleta color pastel; lo peor es que pretende ser la fábula definitiva, un conglomerado de todos los cuentos infantiles, adaptados a la animación pomposa moderna para débiles mentales. Disfrazada de serie infantil, pero que en realidad pretende satisfacer exclusivamente a las madres modernas y aburrir a los pequeños tratándoles como a subnormales. No creo que a las niñas les interese esto, no lo creo. Es imposible. Es demasiado rápido y demasiado "irónico" para las niñas más pequeñas, que son las que podrían disfrutar con esas pupilas grandotas y esos personajitos raritos y coleccionables. Esto está hecho para disfrute exclusivo de un colectivo de fanzineras feministas más cercanas a los 40 que a los 30; pero lo que jode es que lo disfracen de animación infantil. Creo que he dado, insisto, con el producto audiovisual más irritante y espantoso. Si Hora de aventuras se convirtió en el epítome de la animación rácana, hipster, posmo, kawaii y estúpida, pero con la coartada de la fantasía desatada, Summer Camp Island hace de aquella una obra maestra del ingenio y la calidad gráfica. Trata sobre un campamento para animalitos antropomórficos, en el que las monitoras son brujitas instagrammers feas que no les dejan apagar la luz cuando quieran y esconden los emblemas de los talleres. El gilipollas del niño-elefante protagonista (Óscar) tiene un pijama que le habla, una gorra que le habla, juega con una pelota que habla, y por las noches habla con una luna creciente con ojos. Los muebles tienen ojos, tropieza con una silla con ojitos cuquis que hace "¡ay!". Se saludan diciendo "¡holi!", que me imagino que, entre millennials, debe ser muy gracioso o irónico y no da simplemente ganas de matar. Hace 60 años el libro de Maurice Sendak ya debía ser un poco hipster para la gente corriente; aquí, por supuesto, el bosque está repleto de monstruos cuquis por todas partes. Como los yetis que cuando hablan suenan saxofones (increíble, alucinante que no sean ukeleles), o los bichos amorfos rosas y azul cielo. Cuernecitos, monstruos bebés monos, sirenas chiquitinas... Todo es increíeblemente repelente. Si es que basta mirar la canción de la sintonía de apertura para que el ascómetro se dispare: «la magia es real, aquí lejos del hogar todo es posible, las brujas lo harán. Los monstruos son guays, la luna alumbrará contigo en el Campamento Mágico». Ni a Amaral se le hubiese ocurrido una sintonía más pestilente. Puertas con ojitos, estrellitas con ojitos, trozos de tarta que caminan, tostadas con ojos. En serio, voy por el capítulo 5 (que son muy cortitos) y lo voy a quitar, porque me está dando ganas de matar. Quien hiciera esta serie, además de usar gorros de lana, máquina de escribir, post-its rosas, tocar el ukelele, hornear cupcakes y comprar vinilos que no escuchan, son unos hijos de puta y me han arruinado la semana.


FLEABAG (T1, T2)
[Phoebe Waller-Bridge (creadora), 2016-2019]
Otro lunes sabático, que después de descansar dilatadamente, desayunar fuera, pasear, hacer recados y quehaceres domésticos, tengo la tarde tonta y lo único que se me ha ocurrido ha sido venir a escribir aquí; como una suerte de desahogo, de doma, de aligeramiento de la ansiedad. Y también, como una máquina del tiempo. Para matar el rato, vamos.
Me gustó bastante Fleabag, y fue prácticamente lo único que vi la semana pasada, que no escribí nada aquí. Me había encontrado un montón de alabanzas hacia ella en Twitter, y también creo que hablaron de ella en Comedia Perpetua (que es como se llama ahora Phi Beta Lambda). No tengo demasiado que decir, es una serie estupenda, feminista, izquierdosa e incómoda, desarrollada y protagonizada por ese mujerón que ha despuntado como una figura clave de la comedia contemporánea, y que responde a Phoebe Waller-Bridge. Tiene momentos verdaderamente hilarantes, escenas brillantes, y una potencia tremenda. Aparte de recomendarla a todo aquel que no sea imbécil (y acaso, tal vez, que pase de los taytantos), solo quiero decir que yo la recibí como una especie de evolución dramediática de Don't trust the b---- in apartment 23, que tenía una protagonista de similar efluvio (... pero encarnada en Krysten Ritter, que es una diosa), con un humor más de comedia de situación y elementos tontorrones, menos contemporizadora (estos tiempos que corren son espantosos, y las bofetadas a la derechona biempensante son continuas) y menos incorrecta. Fleabag es La Serie Para Chicas del momento, y es una pasada.
Como han pasado unos cuantos días, y me la vi en solo dos jornadas maratonianas, no me viene ahora a la cabeza ningún otro comentario que añadir a lo que cualquiera más indicado haya podido decir ya en otros lugares de esos que la gente lee de verdad; así que voy a contar cuatro cosas raras que me han pasado en este lunes ocioso y lluvioso:
El otoño ha despertado el celo en mi gatito Felipe, que llevaba meses y meses muy tranquilo. Pero está otra vez inquieto y maúlla mucho mientras pasea desesperado por la casa de aquí para allá. Maúlla bajito, pero es lo suficiente exasperante como para desesperarme a mí también. En algunos momentos (pocos) es realmente irritante, y una vez estaba yo tan concentrado trabajando en el ordenador que sus constantes llamadas de atención me hicieron cabrear, me levanté, tiré la silla giratoria y me encerré de un portazo en la cocina. Cuando me calmé y volví a salir, rearmado de paciencia y llamándole cariñosamente, me encontré con que Felipe se había convertido en una auténtica bestia beligerante. Con la cola hinchada, muy estirado y los ojos furiosos, se acercaba a mí poco a poco gruñendo con voz cavernosa y grave. Fue un momento horrible. Así que decidí que tenía que hacer algo. Después de un fin de semana estresante y cansadísimo (trabajando durante todo el día y luego pinchando música en el Horacio hasta las 3.30; durmiendo apenas unas pocas horas, que además eran boicoteadas por mi gato en celo), hoy tenía que solucionar el asunto. Anoche dormí con unos tapones para los oídos que compré en la farmacia, así que dormí bien. Y aquí empieza mi cuádruple anecdotario del día de hoy. Es solo una chorrada, pero bueno, a veces uso este blog de reseñas como un diario de bobadas. Me pasaron estas cuatro situaciones absurdas hoy:
1. Esta mañana cuando me desperté, se había ido la luz en mi casa. Tardé un rato en darme cuenta porque, después de mucho tiempo, desperté ya de día, no tuve que encender ninguna luz, ni me di cuenta de que el frigorífico no hacía ruido cuando bebí un trago de leche de almendra a morro para quitarme el mal sabor de boca. Cuando fui al baño descubrí que la luz no funcionaba, pero la bombilla está algo suelta y le pasa a veces, no le di mayor importancia. Solo cuando me senté al cabo de un rato con un café frío de ayer, y terminó el episodio de La mano contra el sol que estaba escuchando en el móvil, fui a encender la tele y no tiraba, y descubrí que estaban todos los pilotos led de la casa apagados, que estaba sin luz. No barajé la posibilidad de corte de suministro, por suerte no paso una etapa de aquellas de "pobreza energética", que las he pasado. Los plomos habían saltado, y saltaban cuando intentaba volver a conectarlos. Solo tras un largo rato cavilando y probando cosas, descubrí el motivo del cortocircuito que había en algún punto de entre todos mis periféricos del hogar: Felipe había depositado un pequeño charquito de pis encima del enchufe del ordenador. De toda la casa, de todos los lugares en los que podía haber descargado su marca territorial, había ido a soltar el chorrito en la cuarta, y solo en la cuarta posición de la regleta de enchufes que hay bajo mi escritorio. Al apagar la regleta, ya podía subir los plomos y encender la calefacción. Tuve que secar bien esa zona y solo esa para poder volver a utilizar la instalación eléctrica, incluido este ordenador que estoy utilizando ahora. ¿Será cabrón el gato?
2. Salí a la calle, a tenor de lo narrado, dispuesto a comprar algo para calmar a Felipe; mi idea inicial era FeliWay, que es el ungüento feromónico estándar, a expeler por vía eléctrica en el aire o bien en espray. Tras caminar unos pocos metros, primero me paró una señora preguntándome por una tienda, y al cabo de dos manzanas, me encuentro con un anciano en muletas, que me para de nuevo, esta vez para pedirme algo más inquietante: que si le podía atar los cordones de las zapatillas, que él no llegaba. Por supuesto, lo hice sin dudar. Solo cuando terminé me di cuenta de lo insólito de la situación. Pero me pareció hasta bonito y seguí mi camino con la cabeza bien alta.
3. Después de desayunar y de otro par de recados, fui a la triste cadena global de préstamos, usura y compra-venta de quincalla y gadgets domésticos, a pillarme unos cascos inalámbricos. Aparte de intentar calmar al gato, e intentar dormir del tirón por las noches utilizando tapones, también he pensado escuchar música, la tele o las cosas que tenga en el ordenador, con unos cascos puestos, en esos momentos en los que Felipe se pone imposible. Una vez en casa, conecté la base de los auriculares a la tele, que se supone que se sincronizan automáticamente, y puedo escuchar las cosas a distancia, mientras voy a cagar, friego los platos o desde la cama. Sin embargo, en el canal por el que debería sonar la televisión, solo lograba sintonizar todo el tiempo a un señor leyendo la Biblia. En el rato que estuve conectando y desconectando los aparatos, moviendo el cacharro de sitio por si la antena hiciese interferencias, haciendo pruebas en distintos lugares, etc., el tipo leía muy serio e intenso el libro del Levítico, un fragmento en el que se explica a los fieles cómo lavar la ropa de los leprosos. No consigo utilizar los cascos para escuchar la tele. Solo para escuchar emisoras latinas de radio al azar, o el canal desde el que alguien me lee la Biblia a voces.
4. Bueno, estaba improvisando. No recuerdo cuál era la cuarta "rareza" del día que se me ocurrió hace unas horas. Le he pillado al gato una cosa que sabía que existía, pero que nunca me había visto obligado a adquirir, que se llama "catnip". No sé si era eso lo raro. Le he echado un poco sobre un pedazo de cartón grueso entrelazado tamaño skate, y el gato se ha vuelto loco, se ha puesto a arañarlo, a olfatearlo ruidosamente, a chuparlo, se ha echado una siesta encima, y ha estado aparentemente bastante satisfecho todo el resto del día, hasta ahora, que son las ocho y media y ha regresado con su serenata. Justo ahora. Le voy a dar más droga gatuna a ver si se sofroniza, y mañana iré a por el FeliWay, que es que se habían quedado sin stock en mi tienda de confianza (la otra, a la que suelo llevar a los animales cuando se estropean, en realidad no me da mucha confianza). Hoy también he comprado un puñado de cosas bastante idiotas y muy baratas en AliExpress, vi algunos objetos verdaderamente extraños, útiles de cocina, fruslerías innecesarias pero cuquis conectables vía USB, pero creo que no compré nada del otro mundo, ahora mismo no me acuerdo de todo. Sé que he comprado dos girafarigs, uno en Todocolección y otro en AliExpress...

UN DETECTIVE BARATO
["The cheap detective", Robert Moore, 1978]


UN INVESTIGADOR INSÓLITO
["The big fix", Jeremy Paul Kagan, 1978]

Hace unos cuantos días me hice esta doble sesión, de manera fortuita, por una mera cuestión alfabética, pero con sendas historias que conectaron perfectamente, no solo entre sí, sino con la tardenoche lluviosa de otoño que se cernía a mi alrededor. Dos comedias negras de 1978 con detective protagonista, título español sincronizado y un montón de caras conocidas del cine de los setenta.
"Un detective barato" es básicamente un intento de repetir el éxito de "Un cadáver a los postres", aquel icono de la parodia detectivesca que sentó las bases del spoof que dominaría los ochenta, repitiendo guionista (la superestrella de la época, Neil Simon, encumbrado desde su libreto de "La extraña pareja"), director y varios de sus protagonistas. Fue la segunda colaboración de tres (le seguiría "Capítulo dos" en 1979) entre Simon y Moore, y desluce al lado de esa pequeña obra maestra que fue "Un cadáver...", por su tono más disparatado y desprovisto de aquel hermoso tufillo "victoriano", "hammeriano" y teatral. En esta ocasión los diálogos surreales, los juegos de palabras y la comedia física, que ya estaban presentes en la primera parte, se explotan y exageran hasta convertirse casi en una de los ZAZ (que se estrenarían dos años después con "Aterriza como puedas"), lo cual no es ningún reproche, pero sí que se perdería por el camino la ternura, inocencia y vigor clásico de la anterior: aquélla más próxima a la screwball comedy de los 50s y ésta más parecida a una sitcom frenética de los 80s. Curiosa y entretenida pero demasiado modernista.
Por su parte, "Un investigador insólito" es una dramedia olvidada, protagonizada por Richard Dreyfuss, recién ascendido al estrellato a las órdenes de Spielberg ("Tiburón", 1975; "Encuentros en la tercera fase", 1978), que interpreta al típico detective cutre, progre, loser y fan de desayunar cubatas, que se ve empujado a una trama de corruptelas políticas en plena era jipi. Demasiado lenta y demasiado apegada a la Contracultura y la trastienda de la corrupción política que tanto revolucionaron la sociedad de entonces, como para conservar su interés más allá de los gags.


DUMBO
[Tim Burton, 2019]
Malos tiempos para reivindicar a Tim Burton en particular, y en general para expresar admiración abiertamente hacia nadie que no sea un influencer analfabeto o, en el mundo del cine en particular, hacia un director transgresor y ofensivo. Pero yo soy de los que no le encuentran nada malo a Burton y todo lo que acomete y fagocita nos lo devuelve convertido en una ensoñación de autor, que puede ser más o menos pedante, más o menos tramposa, pero que te sobrecoge si te dejas. A "Dumbo" le pasa lo que dice Scorsese del cine de superhéroes: que carece de riesgo y que se parece más a unos dibujos animados que al cine; pero es que todas las películas de Burton son stop-motion con personas, y además es que estamos hablando de "Dumbo". Me pasa, como a mucho cuarentón sin hijos, supongo, que no he vuelto a ver la "Dumbo" original desde que era pequeñito. Ni "Pinocho", ni "Cenicienta", ni casi ninguna. No sé si porque la revolución Pixar dejó deslucidas las obras clásicas de Disney para mi generación o es mero olvido personal, pero yo tengo abandonadísimas todas esas monumentales películas de Disney. Con lo infantil y pusilánime que yo soy... estoy seguro de que podría vivir solo de verlas una y otra vez, en la soledad de mi apartamento, con una caja de clínex al lado, pero luego no me pongo. Es que el cine de Disney tiene también ese hándicap de que da un poco de pereza al adulto, creo yo, por la invasiva omnipresencia de su mercadotecnia y la ñoñez de algunos de sus planteamientos recientes. Pero lo que más me ha sorprendido de ver este remake es lo fresca y asumida que tenía la historia de Dumbo. Esto no está solo completamente libre de riesgo, es que "Dumbo" es un cuento construido milimétricamente para despertarte toda una colección de sensaciones. Esta adaptación burtoniana es ligeramente menos oscura, retorcida y cínica que la mayoría de sus cositas, por aquello de la audiencia, y pasma que ninguno de los artistas del circo de los "hermanos" Medici tenga dos cabezas, que solo sea un tronco parlante o que persista y martillee algún elemento de pesadilla. Es todo hermoso y para todos los públicos, todo el tiempo, incluso el terror que constriñe al pequeño paquidermo resulta menos terrorífico que el que recuerdo que imprecaba la peli original (la escena onírica de los elefantes rosas, pesadillesca en la original, aquí es un vistoso juego de pompas de jabón más inofensiva que la que desarrolla cualquier yonqui en el Retiro). El desasosiego del imaginario grotesco habitual de Burton (que a tanta gente le chirría; a mí no) apenas se asoma, inocuo, en el diseño de la Isla de la Pesadilla, un par de veces en la figura del villano interpretado por Michael Keaton, y acaso repele un tanto la niña protagonista, que parece un monstruito mirada de soslayo (con un influjo repelente en la línea del niño de "James y el melocotón gigante", los de "Parque Jurásico" o Chucky), pero no sé si fue una repulsión intencionada o solo me daba miedo a mí. Todo está poderosamente disneyficado, como no podría ser de otra manera, en favor de la lluvia de millones. Algunas escenas son un poco fallidas por lo apresuradas, por lo comprimido que parece todo y que lo que menos importa son los diálogos y lo que más los revoloteos del elefantito orejotas, pero cumple correctamente en todo momento su función lubricante y conmovedora.

THE CREATION ADVENTURE TEAM. SIX SHORT DAYS, ONE BIG ADVENTURE
[Cathy Henderson, 2002]



THE CREATION ADVENTURE TEAM. JURASSIC ARK MYSTERY
[Cathy Henderson, 2003]


Hace unos cuantos meses que tenía pendiente enfrentarme a estos dos extraños mediometrajes, dos peliculitas realmente bizarras que circulan por Youtube desde hace un par de años gracias a uno de esos filántropos que suben a su canal ripeos de cintas ignotas (el maravilloso Occult Demon Cassette), y que yo tenía alojados en un disco duro en el que estoy haciendo limpieza estos días. Hasta hace poco tiempo apenas se podían encontrar unos pocos retazos de algunos momentos cumbre, así como un resumen de 11 minutos de la segunda de las piezas. Y no recordaba el dato, pero en el estupendo (y terrorífico) documental "Jesus camp. Soldados de Dios" (Rachel Grady, Heidi Ewing, 2006) también salían algunas escenas de esta obra. Pero el niño que llevo dentro tenía ganas de pasar una buena sobremesa descubriendo por mí mismo este producto audiovisual fascinante, fruto de un cruce perfecto entre la peor televisión infantil de los 90, el influjo de "Parque Jurásico" y el fundamentalismo religioso más recalcitrante. En efecto, tal y como parece en un primer vistazo, The Creation Adventure Team es una especie de supergrupo de investigadores, biólogos y aventureros de fantasía, que resuelven misterios en busca de la Verdad; en concreto, de la Verdad de la Biblia. Y más concretamente aún, se dedican a reunir y mostrar evidencias de que la única Verdad absoluta está contenida en las primeros cinco o seis versículos del Génesis. El Creacionismo es esa rama increíblemente dogmática y simplista, que trata de explicar toda la Historia del Universo a partir del dogma que dice que "Dios creó el mundo en seis días, y al séptimo descansó". Esta ilusoria consigna, que se tarda tres segundos en pintar en la puerta de un retrete, es suficiente para que esas estrambóticas personas decidan dedicar toda su vida a negar todas las teorías y evidencias científicas que se les lancen. Estas dos pelis no sé si serían un proyecto de serie, o tal vez un simple producto directo-a-vídeo para el consumo de los fieles, pero es bastante guay que realmente existan. Y existen. No se trata de una parodia, ni contienen un solo ápice de ironía: se trata de un par de vídeos de divulgación del Creacionismo, disfrazado de sendas loquísimas aventuras de ciencia-ficción para toda la familia.
El equipo de chicha y nabo que se encarga de ciscarse en millones de años de evolución humana, está compuesto por tres mamarrachos: Buddy, una especie de Indiana Jones regordete y patético, interpretado por la estrella del Creacionismo-Espectáculo Buddy Davis (es también el co-escritor de ambas cintas, así como el compositor de la tetrapléjica banda sonora, y aparece en todo su fanático esplendr en el documental de Alexandria Pelosi "Los amigos de Dios" de HBO); Ivan Idea, un chaval experto en ordenadores y tecnología, que entre otras cosas ha desarrollado las Gafas De Realidad Bíblica: unas lentas monoculares que cuando la gente se las pone se olvida de todo conocimiento científico, y entiende rápidamente lo sencillo que es el origen del Universo, la Evolución, quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos, etc. (todo lo hizo Diosecito Nuestro Señor en seis días, y punto); y Proto Ceratops, un simpático dinosaurio antropomórfico de cartón piedra que casi consigue que odie con todas mis fuerzas a Earl Sinclair (dentro de él está Doug Henderson, verdadero ideólogo y showrunner de todo este asunto, mano derecha de Buddy y esposo de la directora), y que cumple el papel de algo así como la mascota del Creacionismo.
Visualmente tan atractivo y alucinante como los Scavengers de Bertín Osborne y el show de Hugo, el producto tiene un ritmo trepidante, y está repleto de todo tipo de trucos, efectos especiales, infografía futurista (esas letras y "puntos de mira" digitales por todas partes como en "Terminator 2"), golpes de humor, primitiva animación 3D... Un todo vale desvergonzado y efectista enormemente deudor de shows infantiles de los noventa como El mundo de Beakman o cualquier engendro educativo de la primera Nickelodeon. Rodeados de dinosaurios de plástico por todas partes (no hay nada más atractivo para hacer llegar tu mensaje adoctrinador a los niños que dinosaurios parlantes, dinosaurios digitales, tipos disfrazados de dinosaurio...), los tres aventureros se van pasando el testigo para ir desmontando todas las teorías científicas vigentes tras siglos de estudio, mediante frases como "¿Acaso los científicos estaban allí hace ciento ochenta millones de años para comprobarlo?". Exactamente el mismo argumento subnormal que utiliza cualquier reguetonero de quince años en los foros de Tierra Plana, es lo único que necesitan para convertir este despropósito en pura ciencia irrefutable.
"Six short days, one big adventure" se centra en explicar qué hizo dios cada uno de los días, y contestar a las primeras preguntas que le vengan a la cabeza a cualquier prepúber al que le digan que las plantas se crearon antes que la luz del sol, o que Adán y Eva engendraron tres hijos varones que entre ellos solos, imagino que a base de sodomía y experimentos genéticos, poblaron al resto de la Humanidad. Lo importante, sobre todo, es dejar claro que los dinosaurios también son animales, y que por lo tanto fueron creados al sexto día. Ese es el mensaje que atrona continuamente. Para hacérnoslo llegar, mirando fijamente a cámara todo el rato igual que Bill Nye, Carl Sagan o Félix Rodríguez de la Fuente (esto es lo que más me decepcionó, y lo que le aporta ese tufillo adoctrinador constante: yo pensaba que iba a haber más aventuras y escenas de acción, que las hay; pero casi todo el rato está el gordito diciendo tonterías a cámara como en Misa), el corto comienza con una clase en la que una serie de adolescentes están aburridísimos atendiendo a las lecciones de biología de una vieja. Todo cambia cuando el Equipo Creacionista les reparte las gafas partidas de Realidad Bíblica, y todos empiezan a divertirse y a entender que hay que amar a Dios por encima de todo e ignorar todo el conocimiento conjunto de la Humanidad.
La segunda historia, por su parte, tiene como objetivo ahondar en la idea de que el ser humano y los dinosaurios convivieron al mismo tiempo, porque eran animales gigantes, y así lo dice la Biblia muy claramente. Una vez más se burla del científico con bata que patosamente trata de aportar datos reales al asunto (el Dr. Noah Tall, interpretado por el único actor que tiene algún otro crédito en IMDb, el "apóstol de la comedia" Brad Stine), tirando por tierra todos sus conocimientos mediante frases como "¿Acaso los científicos estaban allí cuando el Big Bang? Si el hombre fuese una evolución de la sardina, existirían hombres-sardina", etc. La simple aplicación de las Gafas Bíblicas convierten al estúpido científico en un alegre Despierto en la Fe. En "Jurassic Ark mystery" no solo nos muestran pinturas rupestres en las que el hombre cabalgaba diplodocus, más frases irrefutables de las Escrituras, evidencias pochas del Diseño Inteligente, menciones bíblicas de los alienígenas, la realidad histórica del Arca de Noé, etc., sino que el conglomerado de referencias va más allá de "Indiana Jones", "Terminator""Parque Jurásico", e incluye un segmento muy majo, parodia de Expediente X (The X-Tinction files) en el que se mofan a fondo de las ridículas causas que expone la Ciencia sobre la extinción de los dinosaurios.
Si no fuese porque da bastante grima lo que en el fondo están intentando transmitir a los peques sobre el papel de los científicos, y que el humor es tosco y los protagonistas patéticos, las Aventuras del Equipo Creacionista serían perfectas para acompañar un sábado noche entre colegas, porros y comida basura.


...SINGS ELVIS
[BBC Four, 2010]
Otro bártulo audiovisual que andaba por el disco duro y que estuve viendo esta tarde. Se trata simplemente de un especial de la BBC Four que aglutina una estupenda batería de actuaciones de artistas de todo tipo en plató, acometiendo versiones de Elvis Presley desde los estudios de la cadena británica. Un documento impagable, al estilo de lo que hace el Ente Público español con programas como Cachitos de hierro y cromo, la continuidad de media tarde o los especiales nostálgicos de Nochevieja, se ofrecen las actuaciones en crudo, casi todas completas (excepto un par de potpurrís a costa de una misma canción) y sin ningún tipo de narrador, pero con interesantes notas pop-up al pie de la pantalla. El desfile de artistas, casi todos británicos, es acongojante. Entre ellos, dos de los compositores de alguna de las canciones más conocidas de Elvis haciendo versiones intimistas, Mac Davis y Carl Perkins. No faltan Sir Cliff Richard (por duplicado, primero solo y luego con los Shadows), un Boy George de party funerario, Paul McCartney, el Tigre de Gales, Alison Moyet, Pet Shop Boys, Glen Campbell, el viejo vaquero Willie Nelson poniendo los pelos de punta, John Cale, varias actuaciones acapella de los Jordanaires o The Deep River Boys, la cantante de góspel Candi Staton con todo un ejército detrás, los Cowboy Junkies dando un toque posmoderno finolis o el colofón de un joven y desatado Robbie Williams atacando Suspicious minds en tirantes. Para una sesión continua junto a la bizarra cinta "Mondo Elvis" y actuaciones de Dread Zeppelin, Eilert Pilarm y Extreme Elvis. Todo estupendo y muy navideño.
MY PET MONSTER
[Timothy Bond, 1986]
Sigo soltando lastre, poniendo a punto mi flamante disco duro externo de siete mil gigabatios. Conste que estos días he visto "Joker", "Parásitos", las últimas de Woody Allen, Quentin Tarantino, Pedro Almodóvar, Jim Jarmusch y Apichatpong Weerasethakul, y que he estado leyendo a Coetzee en una rosaleda mientras un cuarteto de cuerda me amenizaba con Beethoven; pero ahora me apetece glosar esta cosa churretosa que me tragué entera, muy atentamente, esta tarde mientras merendaba y luchaba contra la vigilia en el sillón de orejas. Inenarrable comedieta infantil sobre un niño gordito y con gafas, víctima de bullying, que se transforma en un monstruito rosado abrazable y con superpoderes, víctima de una maldición milenaria, durante una visita escolar a un museo antropológico. Todo se basa en el conflicto con el guía del museo, un vejete obsesionado con capturar al monstruo para hacerse millonario, que lleva a los niños a corretear por ahí, siendo el cénit el enredo que tiene lugar durante una competición canina (en la que participa el monstruito como si fuese una mascota cualquiera, sin que nadie note el engaño). Escrita y dirigida por dos machacas en cientos de series infantiles de la Saban, se trata de un mediometraje creado para promocionar el citado peluche ochentero, muy popular en EE.UU., Canadá y Australia. A decir verdad, creo que como producto infantil funciona, pues contiene guiños a los chavales y burlas al mundo de los adultos, y aventuritas domésticas que son puro espíritu Goonie como la carrerita-gymkana para coger el bus escolar a través de la urbanización, pero resulta mucho más patética que kitsch, desde mi punto de vista actual. El mediometraje se distribuyó en un VHS precedido de anuncios de juguetes, de la serie de animación de los Madballs o de unas cintas de videoclips para bebés, y el conjunto es un viaje en el espacio-tiempo muy chocante y entretenido.
LAKE MUNGO
[Joel Anderson, 2008]
Curioso mockumentary de terror, ligera variante efectiva del omnipresente y cansino found footage que soporiza a las audiencias durante todo lo que va de siglo, sobre una carismática adolescente que se ahoga durante una salida de fin de semana, y las paranormales consecuencias que experimenta su familia desde entonces. En un principio parece que va a ser una historia de fantasmas captados-en-cámara, a base de ir sucediéndose las grabaciones casuales de videoaficionados del entorno o del hermano de la difunta, pero poco a poco iremos conociendo que la muchacha guardaba algunos secretos oscuros, y que su muerte pudo no ser un accidente. Interpretada por la guapísima Talia Zucker, no es casualidad que el nombre de la malograda protagonista sea tan lynchiano como Alice Palmer. Al no tener ni idea de que no era un documental auténtico, y aún bajo el influjo de la poderosa y terrible "Dear Zachary", en cuanto empecé a tomar consciencia de que todos son actores, la decepción fue haciendo mella y simplemente me pareció un acercamiento curioso, modesto y honesto a uno de esos sucesos sin resolver que reciben tanta cobertura en los telediarios.
EL VECINO
[Santiago García, Pepo Pérez, Miguel Esteban, Raúl Navarro (creadores), 2019]
Pasan 33 días de 2020, y no he reseñado nada en este rincón del blog, así que voy a hacer una larga serie de críticas relámpago de cosas que he estado viendo en las últimas semanas. He pasado muchas horas delante de la tele, sobre todo porque hace dos semanas que estoy trabajando desde casa otra vez, casi todo el día con el ordenador encendido y el disco duro externo conectado al televisor gigante (al que sigo llamando cariñosamente "Roxy C").
Mi paso de un año a otro fue muy tranquilo y solitario, así que madrugué el día 1 de enero, fecha en la que en Netflix liberaban entera esta serie basada en el tebeo escrito por Santiago García (traductor habitual de tebeos de Marvel desde hace décadas, y guionista al que no he leído casi nada) y dibujado por Pepo Pérez. Los cómics de "El Vecino" son totalmente desconocidos para mí, aunque por supuesto estaba al tanto de su existencia. Hace varias semanas que Netflix venía anunciando este curioso proyecto de traslación del tebeo a serie de 10 episodios, y en Movistar+ han dado cabida a los actores en sus talk-shows. Mi expectativa era alta. El material es uno de esos extraños intentos de traducir el género superheroico a la idiosincrasia española, que suelen ser bastante fallidos. Al parecer, Santiago y Pepo han conseguido encandilar a un montón de lectores con sus aventuras de costumbrismo mágico. Los showrunners de la serie son Sara Ingram, que es amiga mía y me alegra que haya pasado de guionista todoterreno a productora ejecutiva y uno de los máximos responsables de esta serie; entre el equipo de desarrolladores y escritores principales está esa pareja que lleva años trabajando con los Chanantes, Miguel Esteban (mi vecino) y Raún Navarro. Y se anunció por todo lo alto la dirección de Nacho Vigalondo, que se ha encargado del 70% de los episodios (tres de los intermedios son de Paco Caballero). Los mimbres eran prometedores. Los trailers también dejaban muy buen sabor de boca. El resultado final, para mí y para casi toda la gente con la que he hablado, es definitivamente fallido. Es difícil para mí desglosar los motivos. El ritmo es extraño, alejado de lo que normalmente nos ofrecen los americanos alrededor de este género; pero carece de las estridencias, la gente gritando, los chistes de Arévalo habituales en la ficción cómica española, lo que debería compensar una cosa con otra. Supongo que pesa demasiado la que tienen liada en Hollywood con los supertipos. El formato sitcom le queda un poco pequeño y estrictamente en él, derrapa, porque el leitmotiv no son los chistes morrocotudos, ni el disparate, sino que se ansía ver el desarrollo del calado del héroe entre la población, y como comedia amable es floja, poco interesante. Y la parte de los efectos especiales, del asombro, de la mítica superheroica, pues también descarrila, ya que se queda cortísimo, no pretende competir en efectos especiales ni en presupuesto, y por lo tanto lo que se supone que es el corpus del asunto, desluce y se queda en un anecdotario. No queda muy claro, así, hacia dónde va la serie. Una vez más, sospecho, en el trasbase del cómic al audiovisual se queda todo el arte por el camino, y nos limitamos a una comedieta simpática, sin más, en medio de la cual hay un misterio fascinante que fascina más bien poco. Pero aparte de todo esto, el reparto a mí me encandiló desde el primer momento, y los dos días de deliciosas vacaciones navideñas, durante los cuales me acompañó el maratón de la serie, los recuerdo satisfactorios. Sin más. Algo le pasa a la serie, que no tiene nada de especial, que se salva apenas, en mi opinión, gracias al talento de los dos protagonistas masculinos principales (me gusta todo el reparto, pero Quim Gutiérrez y Adrián Pino, tan diferentes, son lo que destaca), y una narración sin prisas, agradable, simpática, pero que es precisamente lo que la hace casi anodina, por desgracia.
MR. MERCEDES
[Stephen King, David E. Kelley (creadores), 2017]
La novela de "Mr. Mercedes" me supo a muy, muy poco, y de hecho renuncié a leer las dos siguientes. Pero de "El visitante", otra de las ultimísimas novelas del genio de Maine, que ya sí me trajo imágenes más sugerentes y psicológicamente poderosas y horribles, lo que más me gustó fue la recuperación de la maniática y magnífica detective Holly Gibney. No recuerdo por qué, en algún momento de la semana pasada o la anterior, me topé con la versión televisiva de la trilogía del Sr. Mercedes, y me puse a verla, a ver si en movimiento me resultaba más atractiva que por escrito. Y verdaderamente el trabajo de ambientación y el papel tanto de Holly como del protagonista principal, el policía retirado Bill Hodges, terminaron de engancharme desde el primer momento. "Mr. Mercedes" es, dicho mal y pronto, el "El silencio de los corderos" de King. Un thriller apoteósico en torno a un asesino en serie total, de inteligencia supina y comportamientos inhumanos. La historia (insisto, solo leí la primera entrega) carece por completo de elementos sobrenaturales, y es un policíaco estándar. Denso, abigarrado, fastuoso y con momentos brillantes, por supuesto, pero una novela de polis luchando contra un asesino en serie imposible, al fin y al cabo. Y donde en los grandes autores de novela negra lo que fascina es bien el whodunnit (aquí lo sabemos desde el principio), las motivaciones del asesino (aquí no hay, simplemente es la encarnación de la sinrazón y la deshumanización absolutas) o el desarrollo de los acontecimientos que llevan hasta el conflicto final (en aquella primera entrega, los sucesos son pocos, y las pesquisas eternas y poco clarificadoras, hasta que todo se resuelve casi por casualidad...), Stephen King optó aquí por enfrentarnos a ese tipo de monstruo pesadillesco que son los asesinos sin causa. El terror psicológico debe desprenderse de lo que bulle en el cerebro del malo. La idea de que un puto maníaco surgido del sueño de la razón, robe un Mercedes (icono de la riqueza) y lo estrelle contra un puñado de pobretones que hacen cola para optar a un trabajo rutinario, prácticamente recibir beneficencia, debería calar como un terror atávico, pero es que la sinrazón de la realidad y de los asesinatos de masas rutinarios en sociedades como la norteamericana generan ya tal impotencia, que esta ficción queda casi como un ejercicio yermo. Y el talento de King, se desdibuja a lo largo de chorrocientas páginas de trabajo procedimental del poli retirado. En la serie, lo que pasa es que el protagonista es genial, y prácticamente lleva la vida que a mí me gustaría llevar. La versión del malo loco resulta casi caricaturesca, pero la colección de secundarios que ayudan a Hodges, y en general las pesquisas que llevan a la detención del maníaco (que yo ya conocía) me tuvieron en vilo, y la primera temporada la disfruté un montón y la devoré en dos o tres jornadas. Si la novela me pareció un policíaco un poco insustancial y alargado, la primera temporada de la serie (en la segunda, que ya sí incorporaba el elemento sobrenatural, me desenganché) es un episodio de CSI largo, pero intenso y lleno de matices interesantes.
DOCTOR SUEÑO
["Doctor Sleep", Mike Flanagan, 2019]
Por esas mismas fechas, me subí al carro de otra adaptación reciente de Stephen King. La secuela de la inmortal "El resplandor" es otra obra que sí había leído en su momento, y que esta vez sí que me atrapó y me pareció absolutamente grandiosa, cuando la leí en un atracón hace cinco años, precisamente del tirón después de releer "El resplandor". La adaptación al cine gustó bastante al público, y a mí se me había pasado; pero otra vez la pillé calmadas las aguas, mucho después, el otro día, al encontrármela entre varias listas de "lo mejor del terror de 2019", y me atrapó llevándome hasta altas horas de la madrugada. Disfruté muchísimo de esta historia que tenía bastante fresca. La recreación de la caravana de jipis asesinos cazadores-de-niños-con-Resplandor es fabulosa, destacando por supuesto la jefa de los vampiros psíquicos, Rose la Chistera. La escena inicial es petrificante, igual que en la novela. Después conocemos a las ruinas que quedan de Danny Torrance, que ha sucumbido, como el cabrón de su padre, al alcoholismo más destructivo. Pero que sigue teniendo esperanza, o así lo cree el cocinero del Overlook, Dick Hallorann, que se le sigue apareciendo y diciéndole que espabile. Por fin, decide huir de sí mismo y reiniciar su vida en New Hampshire, que es donde empezará a utilizar su Resplandor, primero en una residencia de ancianos, y luego para comunicarse con Abra Stone, la niña de Resplandor Omega que le pone al tanto del asunto del Nudo Verdadero de cazadores de niños con poderes, y decide unirse a ella y acabar con todos los chupa-resplandores. Venganza que, como en la novela, tendrá su cénit en el propio Hotel Overlook, cuarenta años después. La adaptación es extraordinaria, aunque viéndola me preguntaba si para el espectador que no conociera las novelas, le parecería esto algo más que una especie de peli de superhéroes flipados; si se entendería como secuela de la de Kubrick, obra maestra indiscutible, pero que es bien sabido que se parecía a la novela lo que un libro cualquiera a su pornoparodia. Al director, Mike Flanagan (resulta que es el que hizo la flojucha "Hush", la irrisoria "Ouija: el origen del mal", la tediosa "El juego de Gerald" o la serie The haunting, que no he visto), no le quedaba más remedio que recrear la novela "Doctor Sueño", pero al mismo tiempo continuar "El resplandor" de Kubrick, con más énfasis que en el de King. Y esta labor la hace estupendamente. La re-filmación de las escenas en el Overlook son alucinantes, tan hipnóticas como las originales, y encajan en la historia como un puzle (aunque yo juraría que en la novela de King todo era algo distinto). Y el resultado final me resultó altamente satisfactorio tanto como fan de las dos novelas de King, como de la inolvidable adaptación libre de la primera que se sacó Kubrick del orto. Como cine de miedo con superhéroes, si es que nos queremos ceñir a eso, también funciona, y aunque creo que el terror genuino se encuentra en la escena inicial, y el resto se queda en cine fantástico, el cóctel de géneros y referencias especulares es gloria bendita. Muy a favor.
IT: CAPÍTULO 2
["It: Chapter two", Ari Aster, 2019]
Ah, y casi me olvido de que también vi, en mi casa y parapetado tras el sillón la mitad del tiempo, porque las escenas de horror están a la altura de lo esperado, la segunda parte de It. La recreación de los "goonies" ya crecidos, tanto el casting como sus actuaciones, es terriblemente brillante, destacando, como todo el mundo comentó, el papelón de Bill Hader, que siempre es un placer mirar lo que hace. A estas alturas, Castle Rock es un lugar de pesadillas que existe dentro de mi cabeza (por cierto, estos días leí otra novelita breve reciente del Maestro ambientada allí, "Elevación"; a tope siempre con el género kingesco), y regresar a él en esta segunda parte, acompañando a los chavales en su reencuentro, produce una mezcla de nostalgia y canguelo que te tiene atrapado desde el primer momento. Todo el asunto del regreso al Castle Rock subterráneo, el larguísimo tercer acto, se hace un poco pesado, y disfruté más de las escenas de la superficie que de la apoteosis payasil-demoníaca. Pero reconozco que con la coda me emocioné muchísimo hasta (¿casi?) el llanto, y es que es una historia que, al margen del payaso asesino y de la aventurilla, contiene un mensaje maravilloso y galvanizador de empoderamiento de los que somos así, "raritos", que me hizo olvidar en seguida el terror e irme a la cama con ganas de seguir vivo, y todo.
   
MIDSOMMAR
[Ari Aster, 2019]
Como todo el mundo hablaba de esta película, me vi impelido a curiosear; primero en su anterior obra, la no menos valorada "Hereditary", que me pareció extraordinaria y escalofriante. Como yo he visto "The wicker man", "Midsommar" me resultó, sin embargo infinitamente inferior, e incluso algo tediosa, al limitarse básicamente a introducirnos en el núcleo de una secta pagana de putos chiflados norteuropeos, prácticamente como si fuese un documental o un videoclip. El planteamiento es interesante, y la construcción de ese entorno desasosegante es también sensacional... pero acaba resultando todo bastante aburrido. Muchísimo más valiosa como documento de ficción social en torno al paganismo extremo, que como película de terror, que en este sentido falla. Los minions de la secta y sus bailes no solo no impresionan (no se recrea en el discapacitado ni excesivamente en el gore, y la escena del acantilado me pareció bastante sosa), sino que dan hasta un poco de risa, y son bastante pesados. Es una peli importante quizá para una nueva generación de espectadores, pero, lo dicho, "El hombre de mimbre", y en la misma línea "¿Quién quiere matar a un niño?", transportan al espectador a un lugar muchísimo más inquietante.
ULTIMÁTUM A LA TIERRA
["The day the Earth stood still", Scott Derrickson, 2008]
La original "Ultimátum a la Tierra" es una película tan deliciosa, tan perfecta, que por supuesto que era una heregía rehacerla para los espectadores contemporáneos, y tal y como me temía me iba arrepentir de ver esta. Pero conste que me enfrenté a su visionado, coincidiendo que la daban en SyFy cuando me sentaba a cenar un día, sin ningún prejuicio, y con la curiosidad que genera el paso del tiempo. Que esto tiene ya doce años, qué barbaridad... En efecto, la trama es prácticamente igual, solo que todo sofisticado, hipertecnologizado y adaptado al zeitgeist. El candor se recicla en una especie de verosimilitud política y tecnológica, con unos efectos especiales para los que también han pasado doce años y se les ve un poco el cartón. El resultado es un tanto bobo, aunque creo que la película en sí misma no es mala, para esa generación para la que ver una peli en blanco y negro va a ser tan habitual como mirar una proyección de diapositivas. Un poco patético todo, aunque en algunos pasajes creo entrever, difuminados, disimulados, ciertos guiños a la obra maestra de Robert Wise.
LOS PADRINOS MÁGICOS: ¡ABRA CATÁSTROFE! (LA PELÍCULA)
["Fairy Oddparents: Abra catastrophe! (The movie)", Butch Hartman, 2003]
Los Padrinos Mágicos es una serie ya clásica, y que siempre me ha resultado muy atractiva. Creo que si esto me hubiese pillado con 10 años en lugar de con 30, hubiese sido uno de mis productos favoritos. Está flotando además en ese limbo entre los cartoons para niños idiotas y los que hacen irritantes hipsters idiotas para sí mismos, disfrazados de dibujicos para sus sobris. Yo la verdad es que no soporto Hora de aventuras ni casa nada de esa "post-animación" pretenciosa y chiripitifláutica, que se inspira más en el pop surrealism pictórico que en la entrañable escuela Hannah Barbera. Los Padrinos Mágicos, igual que el Laboratorio de Dexter, Las Supernenas y demás productos de Nickelodeon de los 90, seguían fieles a esa animación ligeramente transgresora y traviesa pero aún pensada en los niños, y no en sus papás diseñadores gráficos. La historia de Timmy Turner, poseedor de una magia casi todopoderosa gracias a sus hadas madrinas, conserva todo el candidez, la ternura y el aprendizaje ético que se le presupone a un dibujo animado del sábado por la mañana, que se realizaba antes del 11-S, por decirlo de alguna manera. Como fuere, creo que no soportaría una maratón episodios de esta serie (como tampoco de las citadas; ni siquiera me atraen excesivamente las encarnaciones modernas estilo CalArts que tal vez deberían gustarme, como Teen Titans Go, que me resulta bastante indiferente, y solo me siento incondicionalmente ligado a Gravity Falls), así que me he dirigido siempre a episodios especiales. Este episodio largo me lo vi "documentándome" sobre el Caballero Luna, y es que el principal aliciente de "¡Abra Catástrofe!" es la sucesión de parodias de "Parque Jurásico", "Star Wars" o la saga de "Spider-Man" de Raimi que contiene. Más de media película es una lucha encarnizada entre el estúpido Profesor Crocker, transformado en "Calactus" el devorador de planetas, contra un Timmy Turner convertido a su vez en un remedo del Caballero Luna, bajo cuyo disfraz se encuentra un Groucho Marx en miniatura. Una peliculita de animación simpática y anodina, buen acercamiento a la obra magna de Butch Hartman.


6ª PARTE