Éste me lo acabé también hace unas cuantas semanas, así que no lo tengo muy fresco. Pero me dejó boquiabierto, como las otras cosas que leí antes de Chabon: “Las aventuras de Kavalier y Clay” y “El sindicato de policía Yiddish”, dos epopeyas grandísimas. Chabon es un tesoro norteamericano, sin duda, un orfebre del convertir hechos cotidianos en letras. En este compedio de cuentos costumbristas todo gira en torno a personajes patéticos, perdedores marcados por el divorcio, la adopción y el abandono. El primer cuento es el que mejor recuerdo, el que da nombre al título, y que se centra en dos niños gamberros con una pistola de por medio. Me puso los pelos de punta. Cómo Chabon se sumerge en la mente del niño de familia desestructurada, y todo le importa un carajo. La prosa de Chabon me abruma, es asombroso, titanes como Carver o Chandler se quedan casi pequeños ante su disección de la sociedad contemporánea, sus trampas y sus batallas perdidas. Los otros cuentos también tratan sobre tipos desesperados, abocados al borde del delito por culpa del abandono. Un comerciante que se ve impulsado a visitar a su ex-suegra con alzheimer y robarla; un despistado que se convierte en padre y mentor por un día de un pobre negrito huérfano sin zapatillas de su talla, y le acompaña a su partido de béisbol; un entrenador de béisbol en horas bajas que reniega de su estirpe; un divorciado que lleva a su hija compartida a visitar a su ex y se da de bruces con su nueva y flamante realidad, se le vienen encima los recuerdos sucios de acoso adolescente y encima su niña se pierde en mitad de la fiesta; una pareja mal avenida que busca casa y se topan con un visitador de la inmobiliaria cleptómano y que no quiere vender su propia casa... Sexo, béisbol, desavenencias, pensamientos tórridos, huérfanos, niños malos, hombres lobo, hijos de puta surtidos, desastres inminentes, desfilan acunados por las palabras perfectas, las metáforas hilarantes y brillantes de este tipo, que te deja sin aire y sin ganas de escribir ni cheques.
viernes, 4 de noviembre de 2011
Jóvenes hombres lobo (Michael Chabon, 2006)
Éste me lo acabé también hace unas cuantas semanas, así que no lo tengo muy fresco. Pero me dejó boquiabierto, como las otras cosas que leí antes de Chabon: “Las aventuras de Kavalier y Clay” y “El sindicato de policía Yiddish”, dos epopeyas grandísimas. Chabon es un tesoro norteamericano, sin duda, un orfebre del convertir hechos cotidianos en letras. En este compedio de cuentos costumbristas todo gira en torno a personajes patéticos, perdedores marcados por el divorcio, la adopción y el abandono. El primer cuento es el que mejor recuerdo, el que da nombre al título, y que se centra en dos niños gamberros con una pistola de por medio. Me puso los pelos de punta. Cómo Chabon se sumerge en la mente del niño de familia desestructurada, y todo le importa un carajo. La prosa de Chabon me abruma, es asombroso, titanes como Carver o Chandler se quedan casi pequeños ante su disección de la sociedad contemporánea, sus trampas y sus batallas perdidas. Los otros cuentos también tratan sobre tipos desesperados, abocados al borde del delito por culpa del abandono. Un comerciante que se ve impulsado a visitar a su ex-suegra con alzheimer y robarla; un despistado que se convierte en padre y mentor por un día de un pobre negrito huérfano sin zapatillas de su talla, y le acompaña a su partido de béisbol; un entrenador de béisbol en horas bajas que reniega de su estirpe; un divorciado que lleva a su hija compartida a visitar a su ex y se da de bruces con su nueva y flamante realidad, se le vienen encima los recuerdos sucios de acoso adolescente y encima su niña se pierde en mitad de la fiesta; una pareja mal avenida que busca casa y se topan con un visitador de la inmobiliaria cleptómano y que no quiere vender su propia casa... Sexo, béisbol, desavenencias, pensamientos tórridos, huérfanos, niños malos, hombres lobo, hijos de puta surtidos, desastres inminentes, desfilan acunados por las palabras perfectas, las metáforas hilarantes y brillantes de este tipo, que te deja sin aire y sin ganas de escribir ni cheques.
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