Si esto fuese la Guía del Ocio, y nosotros los encargados de hacer una propuesta para una noche de fin de semana ideal y beoda, nuestra recomendación tendría lugar sin duda en el barrio de Malasaña. Probablemente empezaría con unos juegos de mesa en casa de alguien o en algún bar, o si se trata directamente de cocerse lo antes posible, con un kinito. Pero de los lugares más idóneos para ambas actividades ya hablaremos en otro momento, porque hoy nos vamos de bares de los de beber, moverse y escuchar la música que nos gusta.
El principal problema que existe en Malasaña, como en casi todas las zonas de Madrid, está en los horarios. El señor Gallardón y la señora Aguirre tienen en marcha, aproximadamente desde que se inauguró la tristemente famosa "Ley antibotellón", una campaña contra el ocio etílico. Está prohibido llevar y consumir alcohol en la vía pública (por supuesto, ni hablar de otras sustancias de por sí ilegales), venderlo más tarde de las diez de la noche, y la hora de cierre para todos los bares de copas está en las 3 de la mañana. Las multas para los garitos que son visitados por los gendarmes después de esa hora, son estratosféricas.
Así pues, antes de las 3 de la mañana, siempre que la gente se comporte con normalidad y sin consumir aquellas sustancias que el gobierno tiene prohibidas y sólo nos vende a escondidas, a precios desorbitados y mezcladas con productos plásticos y venenosos, se puede elegir entre un enorme abanico de sitios dentro de la zona de la que estamos hablando, y que podríamos delimitar (en el sentido de las agujas del reloj, puesto un mapa delante de nosotros) trazando una linea recta entre la glorieta de Bilbao, la plaza de Chueca, la calle Gran Vía y la calle San Bernardo. Aprox. Este es el recinto por el que más nos movemos, si bien en Madrid existen muchas otras zonas que nos gustan. En esta zona y antes de las tres, decía, los bares a elegir son legión, dependiendo de si uno quiere minis, copazos o charla informal, y nos detendremos en algunos de ellos en próximas entregas: el Garaje Sónico, el Lozano, el Centro Asturiano, el Tupper Ware, el Freaks, Malandro, el Jovinos, el Laberinto, la Vía Láctea, etc., etc.
Pero una vez que los bares cierran (los más arriesgados a las 3 y media), y consiguen echar a la concurrencia, en Malasaña quedan pocos lugares a los que acudir, al menos que nosotros conozcamos, y en los que no cobren por entrar (que es de lo que estamos hablando: bares de toda la vida, con copas a precios "normales" y rock 'n' roll, no discotecas). Un reducto de sitios en los que, si no se da demasiado mal la cosa, se puede uno quedar dentro encerradito hasta casi el amanecer. Por esa razón, es habitual que la juventud malasañera se mueva en masa a partir del toque de queda, y frecuente los mismos sitios, en orden. En fin, que tras esta larga introducción, presentamos la que hemos llamado RUTA DEL GARAGE, y que es la siguiente:
LOUIE LOUIE: subtitulado The Record Runner Bar, es un bar de música garage, surf, punk y sixties' pop, que supongo que algo tendrá que ver (o tendría en su momento), con la distribuidora musical y tienda de discos de las galerías de Santo Domingo, Record Runner. Sus paredes están repletas de la misma memorabilia que la tienda: fotos y pósters firmados por bandas bastante conocidas, vinilos o carteles de Frank Kozik. Todo con un ambiente bastante retro. Tienen predilección por Sonics, Fuzztones, Ramones, Rezillos, etc., pero algunas noches pinchan soul y música más bailable. También hacen fiestas temáticas, dedicadas, yo qué sé, al terror, al tiki o al amor. Por allí se puede ver pinchando a Charlie Faber, el presentador de Sateli-3 en Radio 3; sí, ése que no da pie con bola. A las 4:30 ó 5, todo el mundo al NO FUN.
NO FUN: lo normal es que cierre sobre las seis, si no hay mucho acoso. Musicalmente es similar, aunque generalmente tiran más por el punk-rock y menos por la música negra. Además, éste es más infecto, oscuro y plagado de pegatinas y pintadas del año de la pana por todas partes. Generalmente, con gente hasta la bandera que se ha pasado las últimas 5 ó 6 castigándose el hígado y las neuronas. Todo el mundo de buen rollo, casi siempre, pero enzarpadísimo y sin saber muy bien dónde está. Por eso es fácil ver volar vómitos, pogos improvisados, abrazos entre gente que no se conoce de nada... Eso es al fondo, en la zona de baile. Porque curiosamente, junto a la barra al lado de la entrada, la gente está correctísimamente sentada y moviendo los deditos sobre la rodilla siguiendo el ritmo de la música. Es habitual ver a Kike Turmix a los platos (en realidad, está siempre de gira por los distintos bares de rock de la zona, pinchando en uno u otro todos los días de la semana), y a una mujer con el pelo a lo B-52, una mezcla entre Marge Simpson y Elvira, bastante bien conservada, buscando cobijo en algún hombre despistado y que pague las copas. Un personaje que nos tiene ensimismados desde hace años, y al que tenemos mucho respeto, y alguna vez puede que acabemos "entrevistando"...
AMERICAN PIE: no son pocas las veces que hemos acabado una noche arrastrándonos hasta este lugar. Aquí todo lo que suena es rock 'n' roll clásico de tres acordes: Creedence, The Band, Deep Purple, AC/DC... Todo está muy oscuro, repleto de ancianos rockeros y tipos con pinta de apaches que se apalancan en la barra o en las mesas (no hay lugar para moverse, es un sitio para estar sentado), sin parar de hablar de conciertos del siglo XX y de cómo cualquier tiempo pasado fue mejor. No sabemos muy bien por qué, pero en un buen puñado de ocasiones hemos salido de allí a las ocho de la mañana, agazapados entre dos maromos tatuados que nos abrazaban y nos decían cosas, muy perjudicados, camino de la penul.
BAR MORENO: a este sitio hace muchísimo que no vamos, y se dice que ya no es lo que era, pero ha sido toda una institución para los que tenemos problemas al mezclar alcohol y noche, y verdadera incapacidad de enfilar hacia casa a una hora prudente. Es un bar de viejos, sin música, en mitad de la calle de Fuencarral, regentado por un matrimonio almodovariano, y cuya distinguida clientela podría dividirse en: seres mutantes, transexuales, currelas madrugando, puteros (nosotros entramos en todas las categorías) y ese tipo de solitarios ancianos inclasificables que están más allá del tiempo y del espacio, que uno se puede encontrar en cualquier lugar impertérritos y que sin duda sobrevivirán a todos nosotros. En fin, un lugar terminal, ajeno a lo que pasa fuera de sus puertas, donde seguir emborrachándose si uno soporta el embiste de los yonquis o el hedor a fritanga.
Ya son las diez de la mañana. A estas horas, la verdad es que hace muchos años que no andamos por ahí vagabundeando y con más alcohol que sangre en el cuerpo, que ya vamos teniendo unos añitos. Antaño, y si seguíamos empeñados en no pagar por entrar a un after-hours de bakalao al uso, uno podía seguir de farra en el bar Iberia, una tasca para taxistas en la plaza de San Bernardo que abría 24 horas, pero también le han restringido el horario; o podía ir a la parte de debajo de The Bar, un sitio ya desaparecido en el que también te daba tranquilamente la hora de comer sin dejar de beber copazos y bailar poseso; y por esta zona, poco más.
Al parecer, actualmente la gente más golfa se junta en el sex-shop que está al lado del Vip's de la calle de Fuencarral, y que abre sus puertas hacia las 10 de la mañana. Pero además de que no nos dejarían entrar allí, pues deben cobrar la entrada y seguro que no ponen rock and roll, así que no nos importa, no cuenta. Eso es para el famoseo electroclash más canalla del barrio. Sin pagar, también está la opción que se puso de moda hace unos años, que era seguir bebiendo en el bar del tanatorio de la M-30, pero es demasiado truculento para nosotros, y además no está en Malasaña. Tampoco cuenta.
Así que lo suyo sería irse a cualquier cafetería, que aunque no tengan música te ponen una enorme ración de churros para untar en el roncola, y la compañía es muy agradable y ecléctica un sábado o un domingo por la mañana, si uno no tiene prejuicios o, directamente, miedo.
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