Esta serie (por supuesto, como todas las sagas de grapa ya, ideada de cara a una reedición en tomo, que debe ser el único formato rentable), es uno de los grandes éxitos de Marvel de los últimos años, pero a mí me ha parecido un experimento flojísimo. Desesperada por la coyuntura y ante el negrísimo horizonte, Marvel se empeña en seguir explotando a su vaca sagrada, y se ha empeñado en resetear, por enésima vez, al amigable vecino, con un nuevo alter ego (un jovencísimo mulato con traje arañoso negro) para un universo paralelo. Se salvan los diálogos de Brian-Michael Bendis, y los dibujos de la tal Pichelli, a medio camino entre un romita al azar y un ilustrador de revista de moda. Había que presentar al pipiolo Miles Morales en sociedad y arañarle audiencia, y para ello se llevan a Peter Parker, el de toda la vida, a esta otra dimensión a través de un pórtico espaciotemporal que ha abierto Mysterio con la intención de encerrarle allí para siempre. Durante los cinco parsimoniosos números, no pasa absolutamente nada que no fuera predecible ni susceptible de olvidar de inmediato: nadie cree a Spidey, que en esta dimensión murió trágicamente hace mucho; Gwen Stacy o Tío Ben, sin embargo, están vivos; Mary Jane Watson es una actriz de éxito internacional… Y así cuatro cositas ligeramente distorsionadas. Al principio Parker es vilipendiado, pero poco a poco se alía con el Spider-Man marrón y convence a su familia. Y los planes de Mysterio son truncados, como ya sabíamos desde un principio, y todo vuelve al punto de partida en las últimas páginas, tras una serie de despedidas, esto hay que reconocérselo, bastante intensas y emotivas. Una historia además prescindible, porque auguro que la vida de Miles va a ser mucho más corta que la de Miguel O’Hara y hasta que la de
Spider-Ham.
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