lunes, 26 de noviembre de 2012

The neighbors (ABC, 2012)

No suelo hacer acuse de visionado de las series que sigo, pero voy a hacer aquí una excepción básicamente porque, alcanzado el décimo episodio, me he cansado y yo creo que me bajo aquí. La premisa de The neighbors resultaba simpática y muy atractiva: una familia (papá, mamá, una díscola adolescente y una pareja de críos monísimos) se acaba de mudar a un chalet en los suburbios, en el seno de una apacible urbanización norteamericana media. Pronto descubrirán que sus vecinos, todos ellos, son extraterrestres que viven camuflados entre nosotros. En las sitcoms familiares norteamericanas ya hemos asistido a todo tipo de variaciones y permutaciones: familias bien avenidas, matrimonios interraciales, familias de negratas, de basura blanca ultra-católica, familias desestructuradas, sin padre, sin madre, sin hijos, familias obligadas a acoger a un vecino geek insufrible, a una abuela gruñona, a primo pobre y rapero, a un peluche parlante, a una mascota exótica, familias de dinosaurios…

Ahondando un poco más, podríamos encontrar un infragénero dentro de las sitcoms familiares, que serían aquellas de idiosincrasia fanta-científica. En los años setenta tuvo mucho éxito en EEUU Mork y Minder (que aunque no llegó a España, he tenido ocasión de ver algunas escenas sueltas en doblaje sudacastellano), sobre un marcianito con aspecto humano que convive con una humana, y que fue el artefacto que abrió la puerta a Robin Williams a todos los hogares norteamericanos. Algunos años antes, y a raíz del éxito de los Picapiedra (la primera sitcom de animación de la historia), surgieron Los Supersónicos, sobre una familia de viajeros intergalácticos futuristas (no sé yo si, hablando de animación, cabe citar a Futurama como sitcom, desde luego no familiar, ni creo que tenga en Los Supersónicos un espejo en que mirarse; y es verdad que en American dad también conviven con un extraterrestre. Pero esto no cuenta, porque también hay un pez que habla… y es que en el imaginario del sinvergüenza de Seth McFarlane, simplemente, vale absolutamente todo, para no se note que lo ha copiado). En los ochenta tuvimos la inigualable Max Headroom, en la que la familia de entorno suburbial correspondiente convivía con una especie de Hall 9000 renderizado. Nos enamoramos de S.P.E.W.E.Y. / V.O.M.I.T.O.N. en el penúltimo y maravilloso episodio de Búscate la vida. Después conocimos a Alf, que era un extraterrestre que convivía con una familia media. Y en 3rd rock from the Sun (Cosas de marcianos) a toda una familia que se venía a vivir dentro de la clásica sitcom terrícola. Pues en The Neighbors han dado el paso siguiente, y sitúan a una familia corriente dentro de un entorno extraterrestre, ya que dentro de la urbanización a la que van a parar, son los únicos que provienen de este planeta.

El episodio piloto explica qué hacen aquí los aliens, qué raros que son y qué tonterías hacen, y cómo reaccionan los Weaver. Me puse a verlo sin saber absolutamente nada de su trama, me sorprendió y me gustó bastante. Incluso se atreven a mostrar el aspecto original de los extraterrestres, con un par de escenas de CGI decente. Pero a medida que la serie ha seguido avanzando, la cosa no hay por dónde cogerla. Todos los chistes sobre comportamiento anormal dentro de la comunidad WASP estadounidense, ya los hicieron la familia de Cosas de marcianos, Alf y Steve Urkell. El ingrediente cómico se limita a que la comunidad alienígena desconoce las costumbres terráqueas, las pervierte o no se atreve a aceptarlas. Y ya. El humor es inocente y espeso, y lo único que me genera interés son los tres niños pequeños. Tanto los dos impresionantes actores de cinco o seis años que interpretan a los hijos del matrimonio humano, como sobre todo el espécimen menor de todos los alienígenas, un chavalín andrógino y con una voz y unos registros de no creérselos que es uno de los descubrimientos televisivos de los últimos años. Pero la serie es una chorrada, vamos, y ya no la veo más.

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