No puedo ser objetivo al hablar de esta obra, puesto que conozco al autor. No porque por ello tenga que medir más mis palabras, o eludir la crítica más personal y sincera (que a lo mejor un poco también, aún no lo sé), sino porque el hecho de conocer al autor siempre hace que comprendas mejor su intencionalidad, su lenguaje, su tono, sus bromas privadas. Si no conociera a Martin Tupper y a la Chica Explosiva (autores del primer artículo), por ejemplo, no sé qué idea habría sacado de esa brillante pero airada, arrebatada, vehemente, intransigente lectura de La Realidad, de cómo podrían ser las cosas y cómo sin embargo "los 4 hijos de puta de siempre" han decidido que sean. Un repaso filosófico-ideológico, sociológico, metacontracultural, basado casi totalmente, como confiesa humildemente Tupper, en una obra ajena que recomienda vigorosamente ("Lenguaje, mente y sociedad" de José María Chamorro) a casi todo, intentando abarcar demasiado y revolver demasiado las mentes. Yo, que estoy más acostumbrado a leer las peripecias de Peter Parker o los desvaríos surreales de Steve Aylett, no estoy muy hecho a este tipo de textos, por muy simpificado que se me haya dado, y he creído comprenderlo solo a medias. Un segunda y tercera lecturas serán más aclaratorias. Después de una primera, creo que hay algo gordó ahí, aunque la prosa del JoTío resulta un tanto amedrentadora, creo, para quien no conozca el origen del fanzine. Creo que este va a ser el hándicap general de toda la obra: el tono de sus autores, acostumbrados a un público fanzinero versado en la ironía, el sarcasmo y la inmodestia brutta. Un público, el de esta penúltima encarnación de Jo, Tía, que probablemente (ojalá) no tenga nada que ver con aquél que nos tronchábamos con las entrevistas a Jesús Vázquez o los artículos sobre la regla o los tebeos de los Simpson.
Porque Jo, Tía empezó siendo, allá por el año 2000 (como se puede comprabar en mi viejo blog abandonado Frunoflickr) un frívolo y ameno panfleto fotocopiado de teenage (angst) exploitation, y lo que aquí se nos ofrece es un tractatum contracultural muy ambicioso y trascendente.
Por cierto, que mi copia de "Los secretos del Universo" se me fue de las manos. Durante los primeros cinco o seis días la llevaba siempre encima, y cierta madrugada de domingo se la regalé a un mexicano al que conocí este verano. Fue un encuentro casual, de rebote, a medio camino entre un bar de Malasaña y el siguiete. Mis amigos me esperaban en un bar, y habían hecho amistad, al salir de una pequeña sala de teatro, con un matrimonio mexicano de visita a la ciudad. Él es un prestigioso escritor y filósofo americano, profesor de filosofía de la UNAM, con 14 libros publicados y experiencia audiovisual en la docencia, más allá de las aulas. Una verdadera eminencia intelectual, y trabamos amistad durante varios días de su estancia. Un hombre asombroso, con una inteligencia, una capacidad de atención, de asombro y de respeto a su interlocutor como pocas veces se encuentra uno. Al sentirse atraído por el tocho que llevaba entre las manos, no pude evitar regalárselo. Y días después, tras otro encuentro fortuito (desayunaba junto a la ventana de una cafetería y yo eché un vistazo a través de ella mientras paseaba haciendo un recado) me contó que ya se había leído el volumen, y me estuvo transmitiendo sus impresiones durante largo rato. Es por eso que al afrontar yo la crítica de este texto, no puedo evitar plantearme la idea que puede generar en alguien totalmente ajeno al fanzinismo, criado con la literatura underground madrileña de los noventa, ajeno por completo a la idiosincrasia y al contexto de un producto, creo yo, con unas miras tan concretas. Su impresión era muy positiva, pero estaba realmente contrariado por la forma y el léxico, tan antagónico de los textos a los que está acostumbrado un catedrático. Y por la intención del autor de querer abarcar tanto, tantísimo.
Como sea, yo he disfrutado mucho de su lectura. Al margen, como digo, de que no estaba preparado para el primer ensayo introductorio (insisto, sobre "cómo podrían ser las cosas y cómo sin embargo los 4 hijos de puta de siempre han decidido que sean"), durante el resto de la lectura me he sumergido en un universo que me es completamente desconocido pero que me interesa muchísimo: el de los enteógenos. Esta primera entrega de 3 de "Los secretos del Universo", pese a lo que pudiera parecer, no tiene nada que ver con asuntos que se tratan habitualmente en Cuarto Milenio, ni con los rincones inexplorados del Cosmos. Aquí lo que vamos a saber es que hay alternativas a la hora de enfrentarse a la vida. Que nuestra percepción de lo que nos rodea no es la única, y que de hecho probablemente es la peor posible. A través de un viaje por la contracultura y la experiencia de los estados alterados de conciencia. El segundo artículo, como post-introducción disuasoria, se le da un palito a la subcultura straight edge, aquello del veganismo ultrarradical y el desprecio a todo tipo de sustancias, por la vía violenta si es necesario. Yo creo que eso no eran exactamente (lo de la violencia) los preceptos de Ian MacKaye, a quien yo adoraba de niño, pero sí que es irrebatible la tontuna del fanatismo anti-consumo. A partir de aquí, vamos a bucear a fondo a la búsqueda de la verdad sobre la vida a través de la psicodelia, los hongos mágicos, las sociedades micófilas y micófobas, el culto a las plantas alucinógenas, los sueños lúcidos (sorprendente artículo WTF FTW), una clasificación de sustancias y efectos, el culto a las seticas, etc. En una serie de interesantes artículos (uno de ellos reproducido tal cual a partir de la versión mexicana de Life) y entrevistas. En cuanto a estas últimas, probablemente lo más sustancioso del cuerpo de un volumen que pretende ser heterodoxo como éste, conocemos y charlamos con la lúcida y deseable Krystle Cole, youtube personality, jamona y gurú del consumo de enteógenos 2.0. El larguísimo monólogo deslavazado de Pau Riba, desde la España Profunda Proto-Post-Hippie, confieso que se me atragantó como un adoquín de caramelo de canto (supongo que porque yo no me pongo). Con Fernando Sánchez-Dragó la charla es muchísimo más divertida y alucinógena siempre. El artículo sobre la cultura Huichole y la visita a la Montaña Mágica de Montserrat (con sus mad doctors, intraterrestres, curas exploradores y nazis) son una maravilla. Y el artículo final, el que decía hace un rato que lo tengo en barbecho, es sobre la serie Sigue soñando, aquella "sitcom con tetas" que echaban en el Plus cuando éramos pequeño y que muchos no nos hemos podido quitar de la cabeza, pese a no haberla vuelto a ver hasta ayer mismo. Personalmente, estoy esperando la segunda parte más que la emersión de los Hombres Topo que pronto nos arrancarán los ojos.
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