viernes, 24 de agosto de 2012

Los Muppets (James Bobin, 2011)

He cometido el imperdonable error de ver la resurrección de la franquicia de los Teleñecos en su versión doblada. Y siendo esto un producto navideño, vía Disney para todos los públicos, en español tradujeron y adaptaron también las canciones. El resultado es una cosa extraña, minusválida, bochornosa. El tipejo que dobla al teleñeco protagonista, un humanoide de felpa creado para la ocasión (que hace del hermanito de Jason Siegel que nunca creció) es ese señor o señora que dobla a todo cristo ahora, el que hace de Jimbo Jones en los Simpson; y también sale el que hace de Barney Stinson, o el mismísimo Homer moderno, un grupo de actores gangosos y sin carisma alguna que han devaluado la profesión hasta la periferia del esperpento. Pero debajo de ese sindiós, de la desvirtuación absoluta del Regreso, he creído comprender y creo que valorar el espíritu inicial de la puesta a punto de los maravillosos Teleñecos. Pecando a veces de ñoña, y ajena al gamberrismo formal y argumental de los sketches del Muppet Show de los setenta (aunque no faltan unos pocos, contados, momentos muy simpáticos y brillantes), la película es bastante digna, y verdaderamente Jason Siegel (absoluto protagonista humano, guionista y productor) se ha dejado la piel por revitalizar algo de todo aquello, aunque sea bajo la inevitable pátina de corrección y puerilidad que exige la Disney y los tiempos que corren. No estoy seguro de que un show semanal como el de los Muppets, que en sus mejores momentos no era sino un SNL psicodélico y surreal, tuviera cabida en la televisión actual (creo que rotundamente no), pero todo homenaje a las creaciones de Jim Henson y Frank Oz (quien, por cierto, no ha tenido nada que ver con esto) lo recibo con alborozo. Y desde luego, se podría haber hecho mucho peor. Incluso en vida de Henson se hicieron cosas más atroces.

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