Otra pequeña pieza de culto del fantástico finisecular que me he tragado estos días, con ansia, para disfrutar en mi pedrazo de tele HD de aquello que había visto en cine hace demasiado tiempo, o que solo había tenido ocasión de mirar a través de purulento VHS. Esta la recordaba muchísimo más arriba en mi molómetro de cuando era moñeco, supongo que por la escena de dibujos animados, que me parecería pura magia; y aún siendo un poco moñas, me ha entretenido bastante. Vista de nuevo ahora, lo que me ha parecido más destacable es la vis cómica de John Ritter, el cargante mindundi de
Apartamento para tres, que me ha hecho reír muchísimo todo el rato. Un poco como en
"Pleasantville", esto va sobre un señor misterioso y malvado (Jeffrey "Gurruchaga" Jones en este caso), que llega al chalecito de los Knable haciéndose pasar por comercial y le ofrece a Ritter/Roy Knable una oferta imposible de rechazar para un teladicto como él: un mando a distancia mágico, una tele gigantesquísima y acceso ininterrumpido a 666 canales. El futurista mando a distancia se convertirá en un portal que se lleva al matrimonio Knable (a la esposa la interpreta otro rostro televisivo de la tele americana, Pam Dawber, la que hacía de Minder en
Mork y Minder, la psicotrónica
sitcom que dio a conocer al marcianito Robin Williams) a un plató de televisión que hace las veces de Purgatorio. Satanás se entretiene mirando esos 666 canales, en los que tienen lugar concursos y peligrosas escenas de teleseries donde se pone al límite la vida de los elegidos. Rememorando aquí la sustancia de
"The running man", los teleadictos tienen que sobrevivir 20 horas a las tele-perrerías, o si no se mueren y van al infierno. Mientras los hijos de los Knable se vuelven locos en casa tratando de sacar a sus papis de la tele, los protagonistas tienen que sobrevivir a todo tipo de aventuras que parodian mil y un programas y películas ochenteras (escenas de western, peplums y duelos con florete, dibujos animados, concursos de citas amañados, videoclips y hasta, por supuesto, un cameo por
Apartamento para tres), un
zapping a base de
spoofs con fecha de caducidad que se hace un poco pesado. El conjunto está simpática aunque se ha quedado un poco obsoleta. Y lo más sorprendente, insisto, lo que me he podido reír con el insulso de Ritter, que a priori temía que iba a ser como ver de soslayo a mi aburrido tío en el video de aquella boda, y sin embargo está estupendo, sobre todo travestido en el video de Salt n' Pepa o emulando a Clint Eastwood vía Leone.
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