Como ya dije unos posts más atrás, me estoy poniendo al día con el blog, que lo tenía desamparado; así que ahora que me pongo a reseñar este disco se me ha pasado la fiebre por el psychobilly que me contagió hace unas semanas. Rescaté del olvido unos cuantos discos de psychobilly-terror-cartoon-pachanga de este tipo, repletos de llenapistas y que resultan bastante divertidos. Sobre todo hace gracia comprobar cómo, con el tiempo, estos americanos cachondos y otras bandas afines (Frantic Flintstones, The Quake, Demented Are Go!, Frenzy...) que retorcieron y llevaron al extremo el espíritu pureta del rock sureño blanco de los cincuenta, con esos contrabajos pintarrajeados y esos tupés de dibujo animado, han envejecido tan raro y huelen tan fuerte en lo estético (ojito a la portada de
"Blurb" sin ir más lejos), aunque musicalmente siguen sonando de puta madre (sobre todo si no prestamos atención a las letras). El tarro de las esencias ya sabemos que más o menos lo destaparon los influyentes Cramps (con una gran ayuda de los Misfits y sobre todo los Stray Cats), pero sus postulados se trabajaron más en Europa, donde surgieron a comienzos de los ochenta bandas como los Meteors, verdaderos exponentes del psychobilly puro y duro. En unos cuantos años, la gracieta evolucionó hacia rincones insospechados (difuminándose y fornicando lo hillbilly con lo punk, con la electrónica, con el cine de terror, con el burlesque, con los Teleñecos...) y aunque surgieron de todo esto unas cuantas bandas interesantes como Reverend Horton Heat, Batmobile, King Kurt, etc., a comienzos de los noventa la escena se había apayasado lo suficiente como para que surgieran los inconfundibles Klingonz. Los Klingonz hacían un rockabilly a toda hostia, con triple bombo, contrabajos raídos, coros de borrachos de fondo, gritos de ultratumba y risas de monstruo, letras sobre Star Trek, versiones psicóticas de Berry, Elvis, los Dead Kennedys o la sintonía de
Barrio Sésamo. Todo esto lo hacían disfrazados de payasos de Mikolor, con zapatones y maquillaje. Una risa. Y con esos tupés exagerados que llevan ahora los latin kings por la calle... en eso fueron visionarios.
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