Es curioso cómo nos engancha a algunos lo underground, los productos incómodos y en las antípodas de lo comercial. Una vez más, la nueva de Ezcritor, tercera y última parte de los diarios secretos de Sigmundo Fernández, lo devoré en tres días, incapaz de soltarlo ni alejarme un palmo de las páginas allá donde fuera. En
"El comedor de coños" tenemos
más de lo mismo, nuevas aventuras porno del inadaptado, enamoradizo y pesaroso follarín de Sig, a veces torpe y quijotesco a lo Larry Laffer o Ignatius Reilly, a veces profundo y tremebundo como un pasaje de Henry Miller o Chukri. Lo mejor de
"El comedor de coños" es que fue enteramente concebido como libro, por lo que todo lo repetitivo y autorreferencial que había en el tochazo
"Diarios secretos..." se pierde, y además encontramos algo bastante parecido a una estructura. El estilo y la ortografía están más cuidados, y también las descripciones de los demás personajes. Eché en falta (el caso es quejarse) algo más del caos que había antes en la cabeza de Sigmundo en sus primeras andanzas, pero en general este nuevo escalón en la literatura de Ezcritor es imprescindible para el fan.
Hago acuse de lectura también del primer relato que dio a conocer al autor, que puso a disposición de nosotros hace algún tiempo, y que lo tenía por el tablet. Es un cuentito de tres páginas, sin mayor enjundia, narrado en primera persona, como dice el título (
"Relato sincero de una pared enamorada"), y que no anda lejos de la impotencia y la discapacidad sentimental del alter ego Sigmundo en futuras entregas.
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