sábado, 20 de abril de 2013

Jason Becker: Not dead yet (Jesse Vile, 2012)

En estos meses que tuve este blog inactivo, vi por lo menos dos rockumentales que me parecen maravillosos y que todos tenéis que ver: "Anvil" y "Cure for pain: The Mark Sandman story"; también volví a disfrutar atentamente de "Deconstructing dad: The music, machines and mystery of Raymond Scott" y "The Devil and Daniel Johnston" (que echaron en la2 y que ya me sé de memoria). Mi colega Á. me recomendó este (sí, también el de Sugar Man, que lo veo estos días sin falta, qué ganas), sabedora de que la crónica musical audiovisual es uno de mis géneros favoritos.

La historia de Jason Becker es absolutamente fascinante. Es mejor que quien tenga interés en verla no siga leyendo mi crítica, porque yo pongo cosas aquí creyendo que no lo va a leer ni san dios, porque así lo atestigua el contador de visitas; pero nunca se sabe. Yo no tenía ni idea de quién era Jason Becker, y creo que era mejor así. El docu tiene dos partes muy bien diferenciadas:

1. Quién era y cómo fue la carrera de Jason Becker, hasta que se truncó. Con impagables imágenes de archivo, un poco de reenacting y efectistas y preiosos juegos de infografía, nos cuentan que resulta que este joven angelino era un virtuoso de la guitarra, el hijo menor de un matrimonio de artistas. A los 4 años le regalaron una guitarra, y a los 5 ya se tocaba entero el "The freewheelin'" de Dylan. Y aunque su rollo era el hair-metal, en casa no paraba de escuchar a Bach e interpretar sus fugas obsesivamente. Iba colgado de la guitarra a todas horas. Practicaba de la cama al retrete, e incluso en la comida entre plato y plato. A los 15 años se subió a un escenario en las fiestas del cole, y dejó a todo el instituto sin habla, se hizo famoso a escala local y tras enviar unas demos a un programa de radio su talento llegó a oídos de productores y otros tiburones corporativos del A&R, que enseguida le pusieron a acompañar a Marty Freidman, otro melenudo de LA que pronto formaría Megadeth junto a Dave Mustaine. Juntos formaron Cacophony, cosecharon grandes éxitos, fueron de gira por los cinco continentes. Su siguiente paso, antes de cumplir 20 años, fue grabar un par de cosas en solitario, hasta que se topó con la posibilidad de hacer de comandita del mismísimo David Lee Roth, aprovechando que Eddie Van Halen también estaba grabando sus cositas. Jason estaba nada menos que sustituyendo a Eddie Van Halen. Compañeros de hacha como Joe Satriani, Yngwie Mástil (o como se escriba) y compañía hablaban maravillas de su talento y se le rifaban. Y apenas empezaba a hacerse multimillonario y meter en caliente, cuando le diagnosticaron una esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa que en cuestión de semanas le aleja de la guitarra, primero, después le empieza a afectar al habla, al caminar, y pronto da con sus huesos en una silla de ruedas para siempre. Jason, que podría ser recordado como mejor guitarrista de todos los tiempos, y aparecer en todas las listas y airadas discusiones de fricazos tipo "¿quién toca mejor la guitarra, Superman o Spider-Man?", poco a poco cae en el olvido y su vida se reduce a comer con pajita y pestañear.

2. A partir de aquí, conoceremos qué es de Jason Becker a día de hoy. Muchos de sus fans de siempre, piensan que Jason ha muerto (de ahí el título de la película), y sin embargo no solamente vive, sobrevive gracias a su tesón y sus ganas de salir adelante, sino que su talento sigue intacto, su cabeza sigue siendo la de un genio y sigue componiendo, gracias a su familia y sus ayudantes. La vida de Jason es asombrosa. Se comunica gracias a un lenguaje ocular que han inventado, y tiene un humor fino y una sensibilidad impresonantes, aunque su aspecto sea vegetativo. Todavía recibe a algunos fans, gente a la que ha cambiado la vida, gente para quien Jason es un modelo de conducta, por sus ganas de vivir y sus cojonazos heavies tan gordos y tan bien puestos.

Una historia terrible, bellísima, y un documental a ratos tiernito y a ratos de headbangear, muy recomendable.

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