Pues se conoce que Bird tenía muy dentro el gusanillo de sus cameos entre los chicos de la superbanda SNZ, y en los descansos, así como después de su disolución, se convirtió en frontman de su propia banda de revival del folk americano de comienzos del siglo XX, esta vez desde Chicago, nada más comenzar su (insulsa) carrera como solista, que le ha llevado a ser considerado hoy una estrella internacional del folk. Por más que lo he intentado, yo no he conseguido verle la gracia a las docenas de discos de Andrew Bird en solitario. Y hace poco me enteré (dónde estaría mirando) de la existencia de los tres discos de Andrew Bird's Bowl Of Fire, y llevo una buena temporada escuchándolos una y otra vez. La carrera de Bird no me interesa, pero siempre tiene en la recámara este maravilloso proyecto, como si se negase a aceptar la idea de que SNZ ya no existen. Y yo que se lo agradezco. Porque creo que AB'sBOF me gustan lo mismo, o más.
En "Thrills", de hecho, Bird acude a "Jimbo" Mathus durante todo el álbum (ya sea tocando la guitarra como el banjo, el piano o el trombón), y en tres de los cortes invita a cantar a la deliciosa Katharine Whalen. Y el resultado es ni más ni menos que una extensión de SNZ, con menos vientos y alboroto y más variedad dentro del espectro del folk. Y con la característica voz y las peliagudas letras de Bird. Canciones como Eugene, Gris-gris o Ides of swing bien podrían estar entre el repertorio de los Squirrel.
Un año después, en los estertores de SNZ (1998), publica "Oh! The grandeur", que incide en el swing y el novelty jazz sin estridencias (maravilloso Candy shop que abre el CD, con diseño de portada de Chris Ware), aunque abusa un poco de los medios tiempos y la pose de crooner.
El tercer disco de este proyecto hasta la fecha es "The swimming hour" (2001), y parece que el estricto revival folk ha dado paso a otra cosa. Mucho más divertido que Andrew Bird, dónde va a parar; pero estos temas, sin dejar de ser maravillosos ni de incidir en los sonidos marca de la casa (Two way action o 11-11 me vuelven loco) no te transportan tanto a los años 20 y 30, que era la gracia. Esto es más pop grandilocuente con violines y batería con escobillas, pero pop contemporáneo al fin y al cabo. ¡Yo quiero más del ABBOF SNZ-esco!
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