Recordaba ésta como un pasatiempo ochentero menor, una traslación rutinaria de la novela de Stephen King, que no pude terminar, que se me hizo muy cuesta arriba. Y encima, una peli con animal amaestrado. Pero me ha gustado muchísimo, la transformación del entrañable San Bernardo en un jodido monstruo sediento de sangre. La escena del coche, que acapara la mitad de la película, es aterradora, poderosísima y verdaderamente acojonante.
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