Tenía muchas ganas de ver esta película casi olvidada del Maestro Terry Gilliam. Recuerdo haberla visto de niño en un cine, y es de esas pelis que, por los misterios de la distribución, no me he vuelto a cruzar, en ningún videoclip ni reposición televisiva. La recordaba visualmente tan hermosa como el resto de cosas de Gilliam (a menudo vuelvo en mis sueños a los escenarios de "Brazil" o "12 monos"), pero se mezclaba en mi cabeza con el tebeo que tenía por casa de Chiqui de la Fuente, y no tenía muy claro si esto era interesante. Pero en fin, es Gilliam, no podía decepcionarme...
Pues la verdad es que un poco sí. Para empezar, es una película para críos, con niña protagonista y un barón chiripitifláutico. Eric Idle siempre me ha puesto bastante nervioso, y en su papel de correcaminos bailón ha batido récords. Y ahí está también Robin Williams, al que le paso muchas cosas ("El club de los poetas muertos", "Good morning Vietnam", "Jack", "World's Greatest Dad", "Retratos de una obsesión"), pero que a ver quién es el listo que aguanta veinte minutos seguidos un primer plano de su cara haciendo cucamonas, como aquí. Lo más sorprendente es una jovencísima Uma Thurman tapándose tímidamente en cueros; lo peor, que se me ha hecho bastante larga y que todo es de color marrón caca y demasiado infantilón. Creía recordar que a Gilliam lo que más le había atraído del personaje (además de su imaginario onírico) era que se trataba de un apologeta nazi como un piano de grande, y que algo de cachondeo ario habría aquí. Pero aparte de la sutil masacre otomana, el cachondeo brilla por su ausencia y se me ha hecho en general bastante cuesta arriba.
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