jueves, 21 de julio de 2011

Action family (Gary Weis, 1986) / FDR: A one man show (Matt Wickline, 1987)


A pesar de que para buena parte de mi generación Chris Elliott es un coloso, un paladín, de alguna manera su carrera nunca ha terminado de despegar, y no sé hasta qué punto a un cómico de su talento le sienta bien ser un icono de culto, hasta qué punto Chris Elliott no envidia aunque sea un poco la carrera de Jim Carrey o la de Ben Stiller. Que aquí un pobretón madrileño considere Get a life y Eagleheart sendos manuales de la comedia perfecta, piezas de la cultura popular norteamericana esculpidas en oro en el corazón, no le da de comer. Ni sus papeles secundarios con los Farrelly, ni haberse pasado toda una década rodando sketches en el show de David Letterman le terminaron de sacar del anonimato generalizado. Elliott tiene en su curriculum roles geniales en comedias intemporales (nunca mejor dicho) como "Atrapado en el tiempo", o "Algo pasa con Mary", tiene el careto y los gestos más graciosos de su generación, y se le rinde tributo en series de gran éxito actuales como How I met your mother. Pero sigo pensando que debe acarrear cierta sensación de haber fracasado, o al menos eso me transmite. Gran parte de la culpa sin duda la tienen "Cabin boy", y sobre todo que Get a life no haya vuelto a ser distribuida ni emitida en condiciones, y probablemente esto no sea posible hasta que venzan los derechos de autor de su banda sonora, dentro de unos treinta años... Toda una desgracia. Chris Elliott es un genio incomprendido, que probablemente viva muy por debajo de sus posibilidades (no me refiero económicamente, que no tengo ni idea; sino al reconocimiento mundial que merece y no parece llegarle nunca). Eagleheart, nos ha devuelto a muchos las esperanzas de que se haga justicia. Además, en Eagleheart se nota que Elliott ha visto realizado su sueño de llevar dignamente a la pequeña pantalla todo lo bueno que había en algunos de sus mejores spoofs en Letterman, como Skink, the bounty hunter, Fugitive guy o su puesta de largo en solitario Action family.
Precisamente Action family es otro de sus viejos y olvidados proyectos que fueron distribuidos en los ochenta, en un VHS inencontrable junto con FDR: A one man show, sendos especiales para la televisión norteamericana que me he tragado estos días.
Action family era un concepto jugoso, pero que por algún motivo no funcionó. Elliott trató con este piloto fallido de parodiar por primera vez las series de detectives de sobremesa tipo Columbo (tal y como ahora ha conseguido plenamente con Eagleheart triturando Walker, Texas Ranger), combinándola de paso con otra excelente parodia de las sitcoms familiares más lerdas y conservadoras, como The Brady Bunch o La hora de Bill Cosby. Elliott viste en Action family horrorosos jerseys de cuello de pico al más puro estilo Cosby, y la cabecera del programa se burlaba de la clásica entrada de La tribu de los Brady. A partir de ahí, tenemos a un barbilampiño padre de familia que tiene una doble vida como héroe de acción, casado con una vieja chocha, con dos niños muy pequeñitos y una adolescente desnudista que se lía con un motero al que será el primero en investigar, como sospechoso de asesinato. El programa está lleno de golpes de efecto y humor absurdo marca de la casa; pero algo raro pasa: el ritmo se resiente, los chistes hay que rebuscarlos bajo largas hondonadas de diálogos lentos y un número musical con una puesta en escena que puede hacer gracia durante los primeros segundos, pero al minuto diez ya da cosa.
En cuanto a FDR: A one man show, se trata de una suerte de Estudio 1 para la tercera edad que me ha dejado un poco pasmado. Chris Elliott disfrazado del anciano expresidente Franklyn Delano Roosevelt, repasa la biografía de éste ante una platea de ancianos sonrosados. La juventud y la carrera política del Delano son expuestas brillantemente por Elliott, demostrando su faceta de actor metódico, todoterrreno y preciso. Lo que pasa es que no tiene gracia. O hay que conocer a fondo la vida del expresidente para comprender por qué las ancianitas del público sonreían tanto y daban palmetadas a ratos de tanto reír. Porque nada es gracioso. Elliott se deja la piel narrando la vida de FDR por etapas, se viste y desviste, danza por el escenario, y no entiendo nada. El momento más simpático es durante el entreacto, un falso descanso en el que Elliott permanece en el escenario, increpa a los espectadores y se deja maquillar por su padre, el Maestro Bob Elliott, que le deja la cara hecha un cromo. El espectáculo, que decir surrealista sería quedarse corto, termina con Elliott rompiendo una sandía con un martillo gigante, un golpe de efecto que tampoco he entendido muy bien si se trataba de un homenaje al stand-up clásico de un tal Gallagher, que por lo visto se hizo famoso por eso mismo (le conocí hace poco gracias a un número de Bill Hicks en el que se burlaba de Gallagher, para luego terminar igualmente su show martilleando una sandía y pringando a todo el público). En esta versión de Chris Elliott, encima, la decrépita audiencia se cubre con un plástico, lo cual me ha parecido una metáfora del espectáculo completo. Maldita la gracia y el sentido de todo, pero ojo: Elliott actúa y evoluciona de forma espectacular, las cosas como son.

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