jueves, 3 de febrero de 2005

Bares, qué lugares (4)

A tiro de piedra de la Plaza de España, subiendo por Gran Vía y cogiendo la segunda a la derecha (juraría que es la calle Isabel la Católica), hay un tugurio que está fuera del espacio-tiempo. Un lugar raro como una berenjena con ojos, diferente y en el que a menudo pasan cosas. Se trata de un bar conocido popularmente como EL BENI, cuyo original nombre en el registro es Bar Madrid, pero que es conocido por mi cuchipandi como El bar de Paco Porras.



Aclaramos primeramente que esto es lo más alejado a los bares que frecuentamos y de los que hemos hablado en otras entregas. Es un sitio generalmente sin música o, en contraste, donde atronan a altas horas de la madrugada Manolo Caracol, el Habichuela o La Chunga indistintamente. Sus paredes, techo, columnas y dentro de poco también el suelo, están totalmente cubiertos de fotografías de la clientela; también alguna virgencita, algún cartel de «sólo se fía dos días por semana, uno fue ayer y el otro será mañana», y apenas un par de objetos más. El resto, fotos por todas Paco Porras superestarpartes, ya que el propietario (imagínate a Almodóvar, pero casado y con una hija límite de 20 años) gusta de fotografiar a todo el que pasa, sea o no sea famoso, y prometerle que colgará su foto, para que vuelva. El sitio tiene dos mesas, cuatro sillas, un frigorífico de helados (con refrescos), y las dos indispensables máquinas, la zampaeuros y la de tabaco.



El caso es que este pequeño cuchitril filo-gay, petardo y extraño, está siempre absolutamente abarrotado, de día y de noche, debido por un lado al carisma de su propietario, y por otro al irrisorio precio de las consumiciones (en el caso de los cubatas, el camarero te pone el vaso con hielo y el licor, y tú eliges el refresco de la nevera) y el ir siempre éstas acompañadas de jugosas tapas, que caen sobre tus manos cuando menos te lo esperas. Un sitio curioso, y que está abierto ahora mismo, seguro, cuando quiera que sea que leas esto.



Y puede que el avezado lector se pregunte el por qué de que nosotros le llamemos el Bar de Paco Porras. Pues resulta que una noche hace unos cuantos años, a las 4 de la mañana buscando algún sitio abierto, alguien sugirió ir aquí. Llegamos, y estaba con la verja cerrada, con unos cuantos de los habituales (personas que trabajan en televisión, pero en el ballet de José Luis Moreno y cosas así), y de pronto llegó un señor diciendo que por favor que si no nos importaba cantar el cumpleaños feliz, que era el cumpleaños del señor Porras, que entró a continuación acompañado de algún otro de sus adláteres, cuyos nombres no conseguimos recordad, y le montaron una fiesta sorpresa como no recuerdo otra, en cinco minutos, y con los desconocidos que estábamos allí. Y creedme cuando digo que ésta es sólo una de las muchas anécdotas que nos han pasado las cuatro noches que hemos ido. En fin, otro lugar para la galería.

Descubriendo los lugares a los que sin duda iría el Duque de York al visitar la CapitalAquí no hablaremos del Palacio de Gaviria ni de la sala Cleofás ni de sitios así para la gente VIP

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