Inferno es la saga que más me marcó durante mi adolescencia de Marvel Zombie, y llegado a este punto de la lectura cronológica de Spider-Man me ha tocado revisarla. El grueso de la historia, en todas las colecciones de mutantes, me produce ahora el mismo placer que en su día. En algún sitio leí que está considerada como una saga menor, incluso olvidable de Marvel, y sin embargo es el tipo de cosas que me reforzaron como fan, y constato que sigue siendo una idea brillante, llena de imágenes poderosas y artistas en su cénit. Marc Silvestri estaba aquí en uno de los momentos más asombrosos de su carrera, a la altura de su trabajo con Hama en Lobezno. Un regocijo similar al de entonces encuentro también con los increíbles lápices de aquellos modernistas, caricaturescos y de línea clara Jon Bogdanove o Brett Blevins (a quien siempre confundí con Bret Ewins, el recientemente fallecido artista de 2000ad). Y es ahora cuando descubro el poderosísimo trabajo de Walter Simonson, que en su día me parecía mediocre y es un narrador increíble. Respecto a Alan Davis, nunca he tenido palabras.
Inferno es Nueva York repleto de duendes diabólicos de orejas puntiagudas haciendo gamberradas a los viandantes. Buzones que devoran a los carteros y gárgolas de piedra voladoras. Utilitarios con dientes de sierra. Madelyne Pryor con esos harapos que quitan el hipo. El temor constante por el regreso de Fénix Oscura. El poder de las pelirrojas en general, en el Universo Marvel. Los X-Terminadores y Power Pack uniendo fuerzas contra Nanny y Creahuérfanos: un huevo ambulante y un niño con una armadura de G.I. Joe adulto; superhéroes de mi edad (de entonces), tullidos, lloricas, temerosos de sus padres, salvando el mundo. Es Ylliana Rasputín, otra niña de mi edad, abandonando para siempre la niñez al crecerle las tetas, patas de cabra y cuernos como barras de pan de pueblo. El Duende Verde pactando con el Diablo en primetime. Un Nueva York subterráneo, ardiente, incomprensible, definitivamente anterior a Giuliani. Un agujero al infierno de ida y vuelta que daba mal rollo, de un humor negro que de niño no me hacía gracia. La saga Inferno, ante la impotencia de los héroes, con esos bichos que no sé por qué cojones se reían tanto y esos terroríficos N'astirh y Mr. Siniestro que aparecían y desaparecían sin avisar, formó parte de mis pesadillas en la misma medida que los perros de "Cazafantasmas" o los nazgul de "El Hobbit" de Bashki, que se suponía que no deberían haberme dado tanto miedo.
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