Peliculón, esta pieza de acción, sangre, fanfarronería y efectos visuales por fin (ojalá) ha colocado al Juez Dredd (uno de mis personajes de ficción favoritos de todos los tiempos) en el lugar que merecía. Me dio mucha pena no animarme a ver esto en el cine, y tuve que dedicarle una (sin embargo) agradable sobremesa en mi casa, hace ya unos meses. Al que no le guste esto se puede ir a cagar, o a tomar por el culo.
"Dredd" es una soberbia traslación a imágenes del espíritu punk de los viejos tebeos en formato tabloide de 2000AD, concretamente del arco de la genial guerra de bloques que tendrá lugar dentro de cien años en la pestilente y desalmada metrópolis de Mega City 4. A archivar muy cerquita de la reciente adaptación de
"Punisher: War zone" o del primer ceremonioso
"Robocop", que tanto caló en las cabecitas de mi generación, un monumento a la decadencia de las grandes ciudades y del Progreso. A la negrura del alma humana. Punkies costrosos, vigilantes sobornables e insobornables, una droga que aplatana y enajena (y que de paso justifica el empacho de bellísimo
slow-motion) y la fría ingobernabilidad de los monstruosos edificios-ciudades del futuro, son los ingredientes de esta bofetada a ritmo de videoclip. Maravillosa.
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