jueves, 23 de agosto de 2007
571. Bodegones
Tenía plan para esta noche, pero me ha vencido la pereza después de una larga siesta, tan larga que ha impuesto un antes y un después en mi existencia. Soñé con un señor de barba verde muy larga que me hacía preguntas clave, tocaba mi fibra y me hacía plantearme mi futuro. Tomé varias decisiones importantes. Sobre mi vida sentimental y laboral. De paso, durante la socrática conversación de mi sueño con el anciano de pelo verde llegué a otras conclusiones aparentemente más vanales, relativas a la decoración de mi piso, un corte de pelo que necesito, un e-mail que le debo a una conocida desde hace tiempo, o una locura que tengo pensada hacer un día de estos. Fue una siesta clarificadora, revitalizante, absolutamente trascendental y existencialista.
Después me desperté, y había olvidado todo.
Había quedado para ir a cenar a La Catrina y luego beberme mi peso en ron, pero estoy un poco aturdido y me he dedicado a navegar a la deriva por Internet, y aprender algunas cosas estúpidas. Así que voy a hacer varios posts para compartirlas y hacerlas permanecer en el continuum virtual; es que este blog sobre todo es una forma de retener imágenes mentales, porque mi memoria es una mierda.
Empezando por el cromo de aquí arriba. Es un hermoso bodegón (óleo sobre lienzo) que pintó un joven Adolf Hitler. Esta tarde he aprendido que Hitler tenía talento para la pintura, y una sensibilidad especil.
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Yo tampoco me esforzaría mucho por retener esa imagen. De hecho, el resto de cuadritos me conforma en mi opinión de que lo peor de un triunfo nazi hubiese sido ver Europa cubierta de monumentos diseñados por Speer.
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