El planteamiento de esta saga era en principio muy similar al de la revista 2000 AD: la Tierra, dentro de unos años (principios del siglo XXVI, para más datos); la guerra nuclear ha destrozado casi todos los rincones del planeta, y sólo unos pocos habitantes han sobrevivido, escondidos bajo la superficie, y al reconstruir la sociedad, las normas han cambiado y el caos reina por todas partes. Pero en el caso de Xenozoic Tales es algo diferente, por dos razones: en primer lugar, porque XT es un cómic de autor, concretamente de un único dibujante y guionista que decidió crearlo todo de la nada, desarrollarlo y posteriormente abandonarlo, Mark Schultz (nada que ver con el creador de Peanuts); y en segundo lugar, porque ese argumento post-nuclear es simplemente una coartada que se sacó de la manga Mark para aunar sus dos pasiones, y dibujar lo que más le apetecía y mejor sabía hacer: Cadillacs y dinosaurios.
Sí, probablemente esto último te suene más. Porque hasta la reciente publicación en España de Xenozoic Tales (por Planeta DeAgostini, en 14 números de 32 páginas, entre 1999 y 2000), por aquí sólo nos sonaba esta creación a través de la licencia “Cadillacs y dinosaurios”, que se explotó levemente a mediados de los ochenta con una breve serie de animación y, sobre todo, con la máquina recreativa de arcade del mismo nombre.
Pero vamos al grano. La Era Xenozoica es el nombre que le dio Mark Schultz a la época que comienza cuando el ser humano emerge de su escondite subterráneo una vez que la III Guerra Mundial de la que hablaba antes se da por extinguido. La hecatombe nuclear ha derruido edificios y acabado con toda forma de vida sobre la Tierra. Pero extrañamente, como si fuese una broma de la Naturaleza, unos nuevos/viejos terrícolas han vuelto a la vida, campando a sus anchas: los dinosaurios prehistóricos. Nuevas especies animales y vegetales asoman en todo su esplendor, y las masas que se hacinan en las ruinas de la antigua civilización se debaten continuamente entre su domesticación y su re-extinción. Al mismo tiempo, la cultura humana también ha evolucionado, y los edificios se asemejan ahora en su forma a las construcciones del antiguo Egipto o Mesopotamia, y existe una obsesión generalizada por los motores y los vehículos de mediados siglo XX: los Cadillacs causan furor. En fin, licencias del autor, basadas en sus grandes pasiones. Cadillacs y dinosaurios, insisto, de eso está llena esta historia.
Fue una serie limitada que Schultz comenzó a dibujar en 1986, y no dio por concluida hasta casi 15 años más tarde, pasando por largos períodos de sequía creativa. Entre los primeros números y los últimos, vemos una gran evolución a mejor en el trazo del autor, y asistimos a una agitada explosión creativa en constante crecimiento. Nuevas criaturas, personajes secundarios y situaciones se suceden, y las historias que al principio eran autoconclusivas, de un máximo de 12 páginas, después se alargarán durante varios números. Imaginada y desarrollada siempre en blanco y negro, con preciosas portadas en colores posteriormente redibujadas hasta la saciedad para diferentes tomos recopilatorios.
El trazo de Schultz está vivo, es realista, clásico y perfecto. Es de ese tipo de dibujantes que ya no quedan. A primera vista, parece por completo un avezado compañero de fatigas de Will Eisner, Alex Raymond, Wally Wood o Al Williamson, y nada tiene que envidiarles. Maestro del sompreado, de los detalles, de los gestos realistas, sus tebeos parecen películas en blanco y negro de Robert Wise. Y sus guiones recuerdan poderosamente a los de la EC, con paradojas temporales y amenazas al mundo incluidas. Con unas gotitas de Trazan, otras de Flash Gordon y mucha ciencia-ficción clásica.
Pero volvamos a la historia, que me pierdo. Los dinosaurios (del Paleozoico, Jurásico o Cretáceo, tanto da) y los Cadillacs en realidad se tratan de un simple (pero precioso y efectivo) reclamo y adorno. La historia se construye alrededor de dos personajes protagonistas y su relación de amor/odio: Jack “Cadillac” Tenrec, un malhumorado coleccionista de coches, valiente y heroico, líder político de la Ciudad en el Mar (antigua New York, el Megacity 1 de XT, ejem...); y su antagonista Hanna Dundee, líder de la tribu rival, los Wassoon (lo que era Washington), voluptuosa, frágil aunque también valiente y dominante, y con más mala baba todavía. Entre ellos hay desde el principio una química especial, si bien al mismo tiempo tienen un respeto el uno por el otro y una rivalidad política que mantendrá la tensión sexual alejada a cien metros hasta muchas páginas más tarde.
Y las aventuras se cimentan a partir de la obligación de ambos personajes de aunar sus fuerzas para devolver el control a sus respectivas ciudades, cuando se suceden las plagas de pteranodones u otras bestias enloquecidas, o cuando codiciosos villanos pretenden hacerse los dueños del lugar. No es necesario contar más sobre la trama, lo mejor es hacerse con estos deliciosos tebeos y que te deleites personalmente, que aquí en España también fueron recopilados en un solo tomo por Planeta, y supongo que no será muy difícil dar con él.
Siempre es bonito sumergirse en viñetas de ci-fi cuidadas con pasión, hermosas y de corte clásico, y por las que se pasean fabulosos seres extintos... como los Cadillacs.
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