· Entre las primeras, me he castigado las retinas y la masa gris a base de comedias americanas modernas, que iba deglutiendo una tras otra como si andase detrás de algún tipo de explicación, de mensaje oculto entre tanta porquería. Me he visto, así seguidas, "Envidia", "Cuestión de pelotas", "Orange County (Colgado, pringado y sin carrera)", "Y entonces llegó ella", y alguna otra que gracias a DYC no consigo recordar. En definitiva, un puñado de historias que sólo pueden servir para quedarse dormido y coger manía a Ben Stiller, al que hasta ahora tenía por actor de culto tras su elaborada y divertidísima "Zoolander", que protagoniza tres de éstas y tiene un pequeño papel en la de "Orange County". En esta última, el peso cómico se lo lleva Jack Black, y tanto me da: otro al que también le tenía aprecio (por "Escuela de rock", por "Alta fidelidad") y que ahora me parece un poco insufrible. En fin, que o bien me he hecho mayor de golpe, o la comedia moderna estadounidense necesita que llegue alguien a revolver las tripas y cambiar un poco las cosas. Que no puede ser que se hagan cosas así como churros, para sacar dinero rápido y alejarse intencionadamente del humor inteligente. O son muy listos o son muy tontos. Es que no entiendo nada. Y el masoquista soy yo, que las cogía una detrás de otra tratando de comprender la razón de todo aquello, con verdadera ilusión científica. Incluso me vi alguna de Eddie Murphy en un planeta lejano, segundas y terceras partes de comedias universitarias que anunciaban carcajadas... pero eso ya era demasiado.
· Y en cuanto a las segundas, he revisitado estos días atrás, así que recuerde, clásicos modernos como "El gran Lebowski", "Vaya par de idiotas" (recomiendo esta magnífica sesión doble para mearse de risa antes de ir a la bolera), "Esencia de mujer", "El show de Truman", "Pesadilla antes de Navidad"... En fin, cine mainstream hecho con pasión y buen gusto (o intencionado mal gusto de cuchufleta), con grandes actores y autores, que quería citar por aquí, aunque no comentaré ahora. Estas otras películas sí que me gustan, y las he vuelto a degustar estos días atrás, y es que tengo esa manía, me gusta ver películas una y otra vez, casi con la misma reiteración con la que escucho discos una y otra vez, ¿por qué no?
Pero vamos al meollo, que me ando meando. Estos dos carteles son de la sesión continua que tuvo lugar el viernes por la tarde en mi casa. "El quinteto de la muerte" ('The ladykillers', Alexander Mackendrick, 1955) en una esquina, y al lado contrario del cuadrilátero "The ladykillers" ('The ladykillers', Joel y Ethan Coen, 2004), remake de la anterior, por supuesto.
Ambas películas son la misma, evidentemente, pero nos presentan un interesante choque generacional: dos inteligentes y potentes directores (en realidad tres... ya sabemos lo de los Coen); años '50 contra años '00; b&n contra color (no literalmente, que ambas son en color, pero quien haya visto la primera sabe lo que me digo); Alec Guiness contra Tom Hanks; humor negro británico contra sofisticado cachondeo USA; o la opinión airada de mi padre enfrentada contra la mía, como supe ayer durante la comida familiar.
Y una misma premisa: la historia de una banda de ladrones, reunidos por el inteligente y flemático G.H. Dorr (Guiness / Hanks), que se hospedan en casa de una encantadora y débil ancianita (inconmensurable Katie Holmes en el original, correctísima Irma P. Hall en el multirracial y por tanto políticamente correcto remake) para planificar y llevar a cabo el robo de un botín cercano, haciéndose pasar por una banda de música que ensaya en el sótano. Y creo que no es destrozar el argumento añadir que la desvalida anciana no sólo acabará impidiendo el elaborado plan de hurto, sino que uno a uno los 5 miembros de la banda irán cayendo ante su inocente e involuntario influjo defenestrador.
Venga, voy a decirlo ya: me gustó más el remake, como ya he anunciado al mencionar mi enfrentamiento de criterios con mi padre, amante del cine sin colores y de las cosas sin colores en general, sin artificios y que rezumen a antiguo todo lo posible. Defiendo y defenderé la preciosa obra de arte que se han marcado los Hermanos Coen, sin quitar por supuesto mérito y todo el valor que merece la original, que sería como defender al huevo por encima de la gallina (¿o era al contrario? mal ejemplo...), quiero decir que no son comparables en realidad...
Vienen a ser dos películas bastante diferentes. La fundacional de Mackendrick antepone el suspense a la risa. Te ríes (que la ancianita es deliciosa, las situaciones son bufas y estamos hablando de Peter Sellers y de Lord Alec Guiness), pero la oscuridad e incluso cierto conato de escalofrío y drama te recorren la espalda mientras las muertes se suceden, los personajes tienen miradas que hielan la sangre, la mansión de la ancianita es lúgubre y tan victoriana que tumba. Sin embargo, a partir de ese negrísimo humor de codiciosos que mueren haciendo el ridículo, los Hnos. Coen han querido quitar absolutamente todo el hierro existente. La versión moderna es colorista, alegre, demasiado juvenil quizá, aunando el humor de los Wayans Bros. (Marlon Wayans hace de Peter Sellers, de hecho) con el claro homenaje, acentuando los chistes, acentuando la memorabilia victoriana, deformando más aún a los personajes, a la figura del cuadro, a la descuidada abuelita, y añadiendo maravillosos coros gospel, el citado toque interracial tan políticamente correcto que debe sobrevolar cualquier remake, apostaría a que por ley, y reescribiendo los resquicio del argumento hasta transformar cada escena en una virguería coral. El más mínimo detalle está cuidado hasta la náusea, y la fotografía y posproducción son inmejorables, como sólo los Coen, esa pareja de magos modernos, nos tienen acostumbrados.
Y lo dicho: la moderna me gustó más. Me reí más, me pareció mejor realizada y más bonita (la gran baza de la película madre es precisamente el feísmo, la oscuridad y el suspense), y me decanto por Tom Hanks por encima de Alec Guinness. Aunque por encima de ambos, Peter Sellers. Eso sí. Y que mi padre y los amantes del cine clásico no me echen los perros encima, que reconozco que he sido un poco hereje, pero uno creció con tele en color y tiene un altarcito con fotos de los Coen...
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