domingo, 16 de diciembre de 2018

Kristen Wiig y el reino de la calavera de cristal


1. Llevo casi un mes entero de vuelta a la vida de jubilado. Empiezo a agobiarme, aunque tengo un plan B para estirar la situación un par de meses más, en caso de que no encuentre ingresos estables. Mientras tanto, he venido aquí a matar una hora, que esto es como echar mi partida al Solitario.

2. Cada semana desde que dejé mi último trabajo, la he desperdiciado gratamente con una coartada diferente. Que si estoy malito, que si hace frío, que si busco trabajo un poquito pero nadie me quiere... Esta semana me ha tocado ir por las mañanas a casa de mis padres, porque mi mamá está convaleciente de una operación y mi padre a sus quehaceres, y ella no puede estar sola. Hoy tuve un rato para dar un paseo por mi viejo barrio.

3. Tengo 40, y me fui de casa con 21 años. Recuerdo el día exacto, así que dame un minuto para hacer los cálculos en alguna web... Vale, ya: pues resulta que llevo existiendo 14.737 días, y me fui de casa cuando tenía 7.983 días de vida; aún me faltan 3 años, 4 meses y 12 días para poder decir que llevo viviendo fuera de casa tanto tiempo como pasé allí. Se me está haciendo bastante largo todo esto; pero a lo que iba es a que pasé 7.983 días viviendo en el barrio residencial de mis padres, y en estos 6.754 que llevo emancipado, dando tumbos, perdidísimo, sin rumbo, haciendo el tonto, aquel barrio ha cambiado mucho en algunos aspectos, aunque en otros no demasiado. Cuando voy por allí, cosa que evito bastante, no suelo tener tiempo para echarme a las calles, suelo reducir la visita a estar en el salón o en la biblioteca de padre, y como mucho voy a La Vaguada a mirar escaparates. Esta mañana tuve ocasión de darme una vuelta tranquilamente por sitios a los que solía ir de niño. El bar en el que jugábamos al billar, una especie de gueto para subsaharianos, ya no existe, y está tapiado. Anduve por las casas bajas por donde estaba la peluquería donde me llevaban de niño entre llantos y pataleos, a la que acabé cogiendo cariño porque tenían tebeos de Fuera Borda y de Super López. El sitio tampoco existe, o no lo encontré. Sí que sigue existiendo una panadería artesana en la que me compraba las palmeras de chocolate, e increíblemente sigue siendo un pequeño negocio. Bajé hasta la casa en la que vivían mis primas, volví a dirigir mis pasos hacia la arteria principal del barrio y la crucé, en busca de una confitería donde cambiaban novelas y sus paredes eran enormes cristaleras rellenas de caramelos. Ya no está, ahora era una inmobiliaria, creo. Esta mañana había una niebla baja, densa y maravillosa, como si anduviera atravesando puré de patata. Miraba todas las fachadas buscando algún negocio nuevo interesante, y sobre todo tiendas antiguas. No había casi nadie por la calle, había una paz y un frío húmedo ideales para este breve paseo por mi pasado. Es curioso que las calles se acababan mucho antes de lo que recordaba, que el barrio se me ha hecho pequeñísimo, no sé si porque yo era un enano entonces, o porque se me hacía un mundo aventurarme lejos de mi calle, de la Agrupa o del kiosko. También he descubierto que hay muchísimos más bares de lo que recordaba, y tienen pinta de haber estado ahí siempre; como me pasa aún hoy con las mercerías, las tiendas de ropa, las perfumerías, esos sitios en los que no entraré jamás, aquellos viejos negocios eran invisibles a mis ojos cuando era niño, que solo buscaba tiendas de chuches y de tebeos. Entré en un par de esos bares a ver si había alguna máquina recreativa para echar una partidita al Moon Cresta o el 1942. Me conformé con sendos cortados. Ahí sigue la fábrica de patatas fritas de siempre, el árbol enorme con agujeros que me llamaba tanto la atención (no es más que un puto árbol cualquiera ahora), el ambiente que no me gustaba nada sigue estando ahí, aunque ahora sin pintadas de Suso33. Creo que soy de las pocas personas que no echan de menos el escenario de su infancia. Mi barrio era exactamente igual que cualquier otro barrio de los ochenta, sin personalidad, sin nada especial, no creo que fuera muy distinto crecer allí que hacerlo en Canillejas, en Moratalaz, en Torrelodones o en Zamora. De hecho, cuando voy a muchos barrios residenciales, áreas obreras de esta u otras ciudades, me suelo acordar mucho de mi infancia, casi tanto como esta mañana. Yo siempre tuve muy claro que quería mudarme al centro, vivir rodeado de casas centenarias y monumentos medievales. Al menos desde que tenía 12 años o así. Sigue sin gustarme demasiado todo aquello, no siento mucha nostalgia, no más de la imprescindible, un cierto amparo, un ligerísimo recogimiento. Pero el paseo de esta mañana, aunque fuese a grandes zancadas porque me estaba escaqueando y mi madre podía necesitar algo, me ha entusiasmado. Con sus cambios, con sus rincones perennes, pisar mis huellas de hace treinta años me ha traído algunos recuerdos.

4. Y de paso, he ido a conocer la "Ciudad del Cómic": la vieja tienda Akira Comics, a la que fui cientos de veces, de la que fui cliente desde el principio en sus dos primeros emplazamientos, se ha convertido en un auténtico museo, donde las distintas secciones están señalizadas como plazas y calles, hay memorabilia alicatando cada recoveco, y tienen un surtido impresionante. Creo que no había ido a su nuevo local, donde llevan ya una década o así siendo lo más cool. Era mi excusa para el paseíto espiritual, y a modo de suvenir me llevé el número 1 de Los 4 Fantásticos con la portada alternativa exclusiva "after Kirby", de la Primera Familia Marvel atacando a Thanos ante el reloj de la Puerta del Sol.


5. Lo mejor de la vida contemplativa son este tipo de paseos. Este último mes he paseado mucho menos de lo que me hubiera gustado. Y he visto poquísimas exposiciones, simplemente transcurro por ahí. O cojo una bici que me flipo, me siento un goonie y me doy vueltas por ahí. A ver si el ayuntamiento me pone una ecuatoriana para que me saque más. Me dije que iba a ir al cine todas las semanas, y ya ves. Bueno, fui el otro día a ver la de Queen, "Bohemian rhapsody", con mi colega R., y es que es extraordinaria. Sin palabras. Me podría poner a hablar de Queen y no parar, pero ahora no me apetece.

6. Este lunes llevé a mi gato a que le castraran. Después de tres meses prácticamente abandonado le ha cambiado el carácter. Cuando viene a casa alguien, se parapeta al fondo de la casa bajo un sillón, gruñe, está tan poco interesado en el mundo exterior y en la gente como yo. Pero sobre todo, es que llevaba quince días en celo. Hacia las diez de la noche se activa, se pone a maullar angustiado durante más o menos una hora, y de nuevo a las tres o cuatro de la mañana, me ha venido despertando casi todos los días desesperado por algo. Después de que se meara dos o tres veces por los rincones (por suerte, en sitios fáciles de limpiar o sobre ropa que pude tirar sin ningún miramiento), tuve claro que tenía que llevarle al veterinario, para asegurarme de que todo va bien, y concordaron con mi pronóstico de que había que esterilizarle. Ha alcanzado su madurez sexual, a los 8 mesecitos, y se ve que detecta gatas a kilómetros, o es que debe de haber alguna en el edificio. El pobre. Pasé varios días muy nervioso, y este lunes a las 11.30 teníamos la cita. Una vez que me hice a la idea del salvaje desembolso económico, le dejé allí en un transportín prestado y me fui a hacer tiempo. Cuando volví, me llevé un susto de muerte. Me dijeron que no le habían hecho la cirujía, porque había reaccionado negativamente al relajante previo a la anestesia. Seguramente por alergia a algún rimbombante componente, ya sea la ketamina, la dexmedetomidina o el butorfanol, sufrió una parada respiratoria, y estuvo al borde de la muerte. Gracias a Thor que yo no estaba presente. Bastó que me contara la muchacha que se había puesto morado y con los ojos rojos, y que en muchas ocasiones en estos casos no sobreviven, para que me entraran los siete males. Algunos de los peores días de mi vida fueron los que rondaron la trágica muerte de Fredi, y este lunes por la tarde, aunque Felipe estaba ya de vuelta en casa, con todo en su sitio y apenas drogado y entumecido, yo lo seguí pasando fatal, como Tom Hanks en "Philadelphia". Tuve que salir por la tarde a hacer unos recados, buscando un transformador de 12 voltios y 2 amperios por hasta seis tiendas, medio zombi, sin dejar de temerme que cuando volviera a casa me lo encontraría inerte. Fue un día duro. Hoy ya es miércoles, y parece que nada hubiera pasado en Felipe. El lunes por la noche se tomó una tregua para recuperarse, lamiéndose la pata en la que le habían abierto una vía; pero ayer a las diez en punto de la noche ya estaba llamando a vocecitas a su gata imaginaria.

7. Estoy contento en mi casa esta temporada. Hace unos días se me venían encima las paredes, pero me regalaron un somier nuevo, colgué unas lámparas que debía haber cambiado hace un año, saqué la alfombra del salón, moví unos muebles, tiré unas cosas, cambié de sitio otras, y se produjo la magia. He puesto el árbol de Navidad. Uno de plástico duro de medio palmo que se ilumina por dentro. No funcionan las pilas, pero tampoco hace falta. Ya es Navidad en mi hogar. Hoy cuando he vuelto al barrio le he dado unas hostias contra la mesa y se ha iluminado un rato. He encendido la estufa, he puesto el vídeo "Chimenea en tu hogar" de Netflix y Radio Clásica de fondo, me he leído los tebeos que compré esta mañana en el sillón orejero, y ya he dado por celebradas estas fechas.

8. Aunque mi casa está llena de pequeños defectos. Ya solucioné lo de la pata de la cama rota al cambiar el somier, pero hay pequeños detalles que hacen que se le amargue a uno el día inesperadamente. A veces, hasta que sale el agua caliente de la ducha tengo que girar el pomo cientos de veces, a un lado y otro, despacio, meticulosamente, con la destreza de un ladrón de cajas fuertes; y siempre se me acaba un poquito antes de terminar de fregar; la cisterna también se atasca, pero solo a veces, hasta que cualquier día de estos se rompa; la vitrocerámica eléctrica de inducción se para sola cada dos por tres; la cafetera italiana pierde agua, que se desparrama en pequeñas cantidades sobre esa vitrocerámica que chisporrotea y, me imagino, se estropea algo más cada mañana; el móvil no carga al enchufar el cargador correctamente, sino que tengo que retorcer el cable o desenchufar ligerísimamente unas pocas micras hasta un punto exacto (ya le he pillado el tranquillo pero al principio perdía unos buenos y desesperantes dos o tres minutos en ponerlo a cargar); el iPad tiene una minúscula mancha dentro de la pantalla; la puerta de la cocina no cierra, aunque este es un problema menor porque el gato me prohíbe encerrar las habitaciones y que el calor no se escape; tengo cuatro bombillas fundidas de la lámpara central del salón, y aunque no las necesito encender porque tengo otros tres focos de luz allí, me hace sentir incompleto; me falta un enchufe en el ladrón principal junto a la tele, y cuando paso muchas horas en casa tengo que desenchufar algún artilugio (la consola que uso para ver el Plus o Youtube, el propio receptor del Plus, el cargador, el equipo de música, el disco duro externo lleno de series) para enchufar otro; la alfombra está deshilachada en dos esquinas, y se retuerce cada vez que muevo la mesa de centro, que no maniobra bien; tengo tantas cosas en el dormitorio que no pocas veces me golpeo la espalda o la cabeza con una de las docenas de baldas atiborradas; hace poco una de las viejas estanterías se desencajó, y una balda de viejos tebeos de grapa cedió por completo, y está en diagonal apoyada sobre la inferior... A estas pequeñas fallas diarias se añade mi gato roto que entra en celo a voces cada noche, y ahora, el interruptor de mi ordenador de sobremesa roto.

9. Porque mis problemas con la informática últimamente son los más exasperantes. Cuando no salta el aviso del Windows pirata, al eMule se le pone la vendita en los ojos. Ya tiré la toalla con el Soulseek, que rechaza y aborta todas las descargas desde hace meses, y no tengo ningún dealer ahora para bajar música extraña. El lector de CDs externo, que como soy muy raro lo uso mucho, también tiene problemas de contacto, y por supuesto muchas rodajas viejas son inservibles. Un viejo disco duro que tenía ha dejado de funcionar, y dentro hay algunas cosas personales. Decidí afrontar todos estos defectos en mi acumulación compulsiva de música digital, gastándome 130 euros en un HDD externo de 4 Tb. Al poco tiempo de empezar a llenarlo de música de aquí y allá, empezó a fallar, primero en las búsquedas y luego en la propia lectura de archivos. Cuando ya había pasado al cacharro casi 1 Tb de música, acumulada minuciosamente durante décadas, se terminó de joder y perdí absolutamente todo. De esto hace un mes. Con el tiempo conseguí que me devolvieran el dinero, compré otro más barato de otra marca en otra parte, eché unas lágrimas y me fui a casa de mi colega D., que recordé que se había grabado casi todo mi material en repetidas visitas a mi casa. Hay cosas que he perdido para siempre, pero ahora por fin tengo en un cómodo gachet, más pequeño que un paquete de tabaco, gran parte de la música que he acumulado en años. Pues ahora, ayer, el ordenador entero dejó de funcionar. No arrancaba. Me eché corriendo a la calle, que era sábado (dejé este post a medias el pasado miércoles y lo había olvidado, lo acabo de retomar hoy domingo por la mañana temprano, Santa Adelaida, que al gato le ha entrado el satán a las 7 de la mañana y yo ya no he podido volverme a dormir), pero las dos tiendas de reparación cercanas estaban cerradas. Volví a casa con el equipo en un bolsón, el rabo entre las piernas y lágrimas en los ojos. Ahora que estoy acabando el siguiente Librito Jenkins, en plena fiebre creativa... Como no tenía más remedio, decidí desmontarlo yo mismo con estas manitas, y tratar de encontrar el fallo, porque estaba seguro de que era un problema del interruptor de arranque, que lo he maltratado mucho ultimamente. Al cabo de unas horas, conseguí volverlo a poner en funcionamiento, en plan prehistórico, apretando cables y agitando cosas a ciegas, y me sentí como un superhéroe. Pero ahora sé que el ordenador está también renqueante y en las últimas, aquí al lado, y es otra tara en mi bienestar doméstico.


10. Encima de mi casa hay un altillo que ocupa toda la estancia, y de hecho parte de los pisos vecinos. Se accede por una trampilla al fondo de la casa (una habitación que apenas utilizo, aunque el piso no es que sea gigante, y me sirve de almacén, ropero, vestidor y es donde tengo los "libritos Jenkins" o la colección de muñecos bicéfalos, colocados como si fuese un diorama o un belén muy loco), y tiene otra salida en mitad del portal, en las zonas comunes, donde hurgan a veces operarios de la compañía eléctrica. Es una segunda planta completa, pero de techo bajo, donde no he subido nunca, porque necesito una escalera alta que ahora mismo no tengo. Antiguamente el piso tenía el techo muy alto, con las vigas vistas (como el piso simétrico de enfrente), pero el propietario decidió hacer obra y convertir aquello en una buhardilla, una troje para acumular polvo, bombonas de butano, sillas, tiestos y no sé qué más cosas viejas. Yo también tengo alguna que otra cosa ahí arriba. Pero el principal uso que le doy es como patio de juegos para el gato. Tenía previsto comprarme otra escalera alta de tijera, antes de descubrirle ese secreto a Felipe, porque los gatos no bajan solos desde tanta altura. Pero como ha hecho nido en el almacén, encima de los armarios roperos, y que está el pobre tan irritante con su celo, decidí darle la sorpresa el otro día, mostrarle este nuevo espacio inexplorado para que se aventurara. Le abrí la trampilla hace unos días, y por supuesto ahora me lo reclama por la mañana y por la tarde. Es su hora del recreo. Como no tengo escalera, no veo por dónde culebrea, y por supuesto no me hace ni caso cuando le llamo, así que inquieta un poco saber que está rondando sobre mi cabeza sin saber dónde, pero es una hora diaria de esparcimiento mutuo bien maja. Vuelve lleno de polvo y a veces mascando algo ignoto, pero creo que disfruta. Le tengo que bajar a traición cuando se acerca al borde. A ver si le pongo una go pro en el hocico y descubro si está por ahí arriba el mapa del tesoro de Willy el Tuerto o el mellizo perdido de Bart Simpson, o el cadáver de Madeleine, o algo.

11. Estoy a tope, decía, con lo nuevo de Libritos Jenkins, sí. Es una marcianada, pero creo que puede gustar, porque será friqui y a la vez hípster; será un artefacto musical especializado y adulto, pero a la vez muy infantil; será vistoso y perfecto para ser regalado; será una lectura ligera pero intensa; será lectura pasiva, pero a la vez tendrá una parte interactiva... Espero que funcione la preventa, espero vender como mínimo la cantidad habitual de las novedades de LJ, que es para el alquiler. Ya no hay vuelta a atrás, estoy en uno de esos momentos obsesivos, en los que desde que me levanto hasta que me acuesto tengo el proyecto presente, le dedico muchas horas, voy avanzando a buen ritmo y espero tenerlo este mismo mes. A ver si se entiende, si lo explico bien, y sobre todo, si gusta. Yo estoy entusiasmado con la tontada.

12. Hace un mes fui a hacer cuentas de los libros a algunas tiendas, y como una de ellas tiene pinta de que va a cerrar pronto, decidí llevarme los libros que quedaban sin vender, uno de la "Tierra Plana" y otro de los "bares de ficción", y seguir haciendo la ronda. En estas que pasamos (iba con J.F.) por la calle San Roque, y vimos que había un pequeño tumulto: era el público asistente a la grabación de Nadie sabe nada, y ahí en la salida de emergencia del teatro Lara estaban también Berto Romero y Andreu Buenafuente. J.F. no se lo pensó y se puso a hablar con Berto; y como era como una casualidad cósmica que llevase mis libros encima y estuviese en esa situación, se los regalé. En el siguiente programa tras el descanso, los tenía encima de la mesa... pero no me hizo promoción ni nada. Sólo lo sé yo. Tengo muy mala suerte con la promoción, los influencers me ignoran.


13. El otro día me pasó algo parecido con otro de mis libritojenkins, cuando estuvo invitado mi colega Pablo para hablar de su reedición de "Communion" en Cuarto Milenio. Se llevó el fanzine colaborativo que hice yo (lo edité, lo corregí, hice la portada y contra, e incluí un texto mío), lo tuvo encima de la mesa todo el rato, y en un momento del programa habló de él... pero en postpro quitaron el momento en que lo enseñaba a cámara. Así que, solo me enteré yo de que mi fanzine salió por la tele en primetime.


14. Entre lecturas, series, la escritura de cositas que estoy haciendo, vivir y tal, sigo viendo las películas del Ciclo Noche de Lobos. A veces pillo alguna otra peli en la tele que no me disgusta del todo, casi siempre cosas que ya he visto. El otro día en Sundance TV pusieron una que me gustó mucho, "Adult life skills" (Rachel Tunnard, 2016). Una historia indie británica sobre la crisis de los treinta, cuando una muchacha un poco améliense, que vive en el granero al lado de la casa de sus padres grabando pelis caseras con sus pulgares, se ve obligada a tomar una decisión adulta, al tener que hacerse cargo de un niñato que se obsesiona un poco con ella. Me la puse a eso de las diez, así que el gato me la jodió entera con sus chilliditos, pero aún así me gustó.


15. "La balada de Buster Scruggs" es también deliciosa, como pasar un día de lluvia en la cama al lado de Emma Stone comiendo profiterloes.


16. De vez en cuando en este blog o en otros sitios he mencionado a Bridget Jones, ese personaje moñas que cuando estaba mohíno se quedaba en casa comiendo helado y viendo la tele, como metáfora de mi existencia toda; pero lo cierto es que nunca había visto la película ni leído la novela. Hoy llovía muchísimo, y decidí postergar un día más mi búsqueda de trabajo, trabajando en el próximo lanzamiento de Libritos Jenkins que estoy haciendo. Y en un canal para marujas del Plus echaron "El diario de Bridget Jones" y "Bridget Jones: sobreviviré", y las estuve viendo, o más bien escuchando, de fondo, a mis cosas. Pero ya puedo hablar con propiedad. Todos somos Bridget Jones.

17. Sigo perdiendo muchísimo tiempo con los Terraplanistas. Como quien hace bricolaje, pinta figuritas de plomo o está en un club de lectura, mi pasatiempo son los foros de Tierra Plana. Hace más o menos dos años que estoy enganchado a esa mierda, y no he conseguido aguantar sobrio más de un mes, aquella vez que me puse serio y silencié todo Facebook porque estaba haciendo el libro de los bares. Es fascinante, hurgar en el cerebro terraplano, y hay noticias casi diarias. Me he planteado varias veces hacer un fanzinito complementario al libro, o un blog, o un podcast, o qué sé yo, porque las majaderías que tiene la gente en la cabeza son increíbles, y apenas me llevo al mundo real algunas de las perlas que dice el gran Sánchez Ma y otras maravillas, en Twitter.

18. Pero ahora, encima, he añadido a esta rutina un intercambio epistolar casi diario (vía Whatsapp) con un simpatizante de VOX. El día de las elecciones andaluzas, mi colega más antiguo en el mundo, Q., que con 3 años íbamos juntos a preescolar y aún seguimos en contacto aperiódico, y a la sazón es más facha que los cojones de un toro con tricornio, llevado por la euforia, empezó a mandarme memes, vídeos de Youtube e improperios de toda índole, tratando de inculcarme su amor los valores de España, su mitomanía de Fedeguico Jiménez Losantos a la derecha y su odio visceral a prácticamente todo lo que se salga del orden constitucional de Dios Nuestro Señor. Sus herramientas, sus fuentes, sus argumentos y sus formas son prácticamente los mismos que los de los terraplanistas über-conspiranoicos. Es fascinante. Puro cherry picking, un fanatismo irracional completamente fuera de la realidad. En su mente, la política es un partidito de fútbol entre buenos y malos en el que él gana siempre, una timba en la que él es Bertín Osborne de joven y yo un moro terrorista transexual feminazi salido del Infierno. Como hay confianza, nos insultamos sin medida y es un desahogo bastante sano. Es como el taxista borracho que nunca tuve.


19. La segunda temporada de Mike Judge presents: Tales from the tour bus ya lleva 6 episodios, y aún no me he puesto a verla. Creo que caerá esta noche. Las únicas series que sigo al día ahora mismo son The Big Bang theory, por pura cabezonería, Young Sheldon, que me encanta, y poco más. Empecé a ver un anime en emisión llamado Gaikotsu Shotenin Honda-san, que va sobre un esqueleto viviente que regenta una librería de manga. Es surrealismo puro, realmente curiosa, pero muy infantil y muy lenta, y me acabó sacando de mis casillas al cuarto episodio. He empezado docenas de series de Netflix o Movistar+, pero no termino de encarrilar ninguna. Sigo obsesionado con la animación sobre todo, viendo poco a poco docenas de cosas que tengo en el disco duro enganchado a la tele. Tengo a medias La conspiración Roswell, y ésta sí quiero terminarla y comentarla por aquí. Y antes de fin de año quiero anotar por aquí más lecturas de libros y tebeos que se me acumulan.

20. Y ya.

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