miércoles, 1 de junio de 2016

Jan - Superlópez 58-70 (2011-2015)


Me puse al día con los últimos Super Humor de Superlópez en un atracón hace unas semanas, para comprobar la buena salud del personaje y el talento inacabable de Jan. Ciertos días del año siento la necesidad de volver a refugiarme en Superlópez, revisar las historietas clásicas; y en este caso, caí en la cuenta de que tenía historietas nuevas por leer, que me compro los tomos cuando salen pero tenía pendientes los dos últimos. Veo que me había quedado un poco atrasado en las reseñas, y lo último que había comentado fue el decepcionante disparate no canónico de EDT. Como es bien sabido, justo cuando aquello tan odioso se estaba pergeñando, se anunció que en la serie original Jan y Efepé volvían a unir fuerzas, SuperLópez y el Supergrupo cabalgaban de nuevo, y había que olvidar cuanto antes el apócrifo "El Súperretorno".
En estos últimos años, la tónica en los tebeos de SuperLópez sigue siendo la misma: Jan intercala historietas costumbristas y folclóricas con asuntos más infantiles, en su cruzada por instruir deleitando, denunciar los males del siglo XXI y disuadir a los más jóvenes de los malos hábitos. A esto se van a ir añadiendo ahora, otra vez, de cuando en cuando, las historietas escritas por Efepé, que tratan de recuperar la aventura disparatada, brugueriana y sin moralina de aquellos tebeos que amamos. Y creo que el conjunto es totalmente fascinante; sobre todo, porque Jan sigue dibujando como los ángeles, sin dejar de experimentar en las composiciones de viñetas y el diseño de secundarios. Y sigue habiendo episodios de SuperLópez absolutamente maravillosos en lo que va de esta década.
Por ejemplo, en "Elecciones en Kaxim", al margen de las burlas a la situación política de este planeta tan feo llamado Tierra, regresa la fanta-ciencia-ficción pura y dura, con esos marcianitos verdes con narices cilíndricas en escenarios fantásticos que recuerdan a los mejores diseños de "Laszivia". En "El Abejón Rey" regresamos a Parchelona, donde Jan se desquita en torno al auge de los populismos y la protesta social, regurgitando una historia inspirada en una especie de villano sectario y exótico reciclado de... Rumasa. "Asesinato en el Toral Exprés" es ese otro tipo de historias costumbristas, localistas y agrestes, homenajeando a Agatha Christie y el whodunit y a la bonita costumbre del tren de época que atraviesa Toral de los Vados (León), en una preciosa historia pequeñita con los viejos villanos habituales. Otro homenaje "turístico" similar ejecuta en la siguiente aventura, "Asalto al museo", más serie negra con mafiosetes y Lady Araña en el entorno rural de Ripoll. "Los recorta planetas" se cisca con cierta dureza (y cameos de la realidad sociopolítica) en los recortes sociales y el saqueo, con una hipérbole llena de nuevos marcianos de diseño exquisito que andan recortándolo todo con máquinas y lenguajes inventados.
Por fin, la aventura nº 63 de SuperLópez, "Otra vez el Supergrupo", retomaba al Supergrupo y los guiones del Marvel Zombie F.P. Navarro, dándole a los fans exactamente lo que más nos gusta. Casi 40 años después, los lectores de Olé hemos crecido mucho, y enfrentarnos por primera vez a estas parodias superheroicas en clave Bruguera no es tan estimulante como entonces, pero en realidad todo sigue ahí: los chascarrillos, las bromas internas recurrente, el amor al medio... Las peleas del Supergrupo en bucle ahora parece que hacen resentirse el ritmo de la historia, pero no hay que olvidar que era el quid de la cuestión desde el principio, cuando éramos más impresionables y todo esto era fabulosamente nuevo. Y que historias de Efepé y Jan como "La caja de Pandora", "La semana más larga", "Los cabecicubos", etc., son las que nos enamoraron, y ahí el Supergrupo no era tan importante: sí los diálogos y los argumentos de Efepé, que le dan otra dimensión a estos tebeos. Es un placer freudiano volver a ver a El Bruto, Latas, el Capitán Hispania, El Mago y la Chica Increíble, y al mejor Jaime o al sempiterno Inspector Hólmez perdiendo las fotos de la cartera, pero Jan y Efepé siguen intentando atrapar lectores adolescentes (y eso es importantísimo) y los chistes dejan a medias al lector curtido. En realidad, sucede con todos los tebeos de SuperLópez, que los leemos porque es una delicia, pero los olvidamos al instante y no nos marcan como antes.
"El ladrón del tiempo" es otra fantástica aportación de Jan al mundo de la ciencia-ficción y los viajes en el tiempo. Un entrañable y divertidísimo homenaje al Doctor Who y "Terminator" lleno de fantasía y aciertos visuales. Otra aventura de distensión para la posteridad en la campiña. Sin embargo, con "El gran desahuciador" Jan recupera el discurso crítico y la parodia explícita y mascadita con alienígenas, en el enésimo intento extraterrestre por destruir nuestro planeta, esta vez, desde dentro, con gobernantes-ultracuerpos que en realidad son villanos del espacio exterior. Un entretenido (aunque un poco maniqueo y simple) entretenimiento que remite también a John Carpenter.
El Supergrupo y Efepé han vuelto para quedarse, y enseguida tenemos la nueva entrega de esta franquicia de parodias Marvel narizonas, en una historieta en la que se ahonda un poco en su pasado, y concretamente en la historia de Latas y de su planeta, donde se traslada la acción desde Parchelona para asistir a una especie de episodio de Futurama con elementos de crítica social. "La montaña de diamantes" es una historia cruda, sencillita y tintinesca, con SuperLópez viajando a África a enfrentarse a los Señores de la Guerra y la dureza de la explotación infantil. El realismo trágico y la denuncia social son el motor aquí. "Tres pizzas y un muerto" es otra historia estupenda, chiquitita y con "narrativa Scooby-Doo", donde Jan parodia un suceso real sobre tres mujeres supuestamente psicópatas que habitan una casita rural y esconden cadáveres, entremezclando este argumento con el de una pillería del grupo de mafiosos habituales. Otro divertido fin de semana turístico. Luego vuelve el Supergrupo, en "El Supergrupo contra los Demoledores", donde el asunto de la explotación inmobiliaria se mezclado con la diáfana y descacharrante parodia de superhéroes (unos malvados Ligones Justicieros fusilados directamente de los Más Grandes de DC).
Meses después del maratón, acabo de terminar de leer el último del más reciente Super Humor, "Mambrú se va a la guerra", otra paletada de Jan dentro de su maravilloso subgénero de "turismo folclórico mágico". Su reciente experimento con los capítulos breves con título (que exploró en "Tres pizzas y un muerto") estructura de nuevo la narración secuencial, en esta nueva historia de denuncia social un poco endeble sobre la captación de miembros occidentales para la Guerra Santa y el Isis.

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