esto parece una carrera de caballos marcha atrás, a ver cuál dejo antes). Empatizo mucho con la gente de allá que he conocido. Empiezo a pensar en argentino (a veces me espeto a mí mismo que «cómo sos capaz, recontrapelotudo, de dejarte llevar por esos quilombos que se arman a tu alrededor»), a asumir algunos giros verbales y palabras que hasta ahora me eran desconocidos, a beber sólo Quilmes y Fernet...Con las imágenes que cuelgo pasa lo mismo. A veces parece que no tienen nada que ver con lo que estoy diciendo, pero generalmente responden también a ese estímulo de honestidad, o espontaneidad, que funciona en los textos (no siempre, insisto, que algo de pantomima siempre hay; o de ligero falseo de datos, bien por seguridad o por estética o por qué se yo): releo el texto, y pienso «aquí tiene que ir una foto de esto (boludo, nomás)», y voy a Google a buscarla, porque tiene que ser ésa y no otra.
Sí, yo también me pregunto a qué viene lo que acabo de escribir. Y no tengo ni la más conchuda idea, ni en pedo. ¿Me autojustifico los textos? ¿Se trata de simple aburrimiento? Supongo que lo entenderé dentro de algunas semanas, un día que esté por ahí tirado en casa y me ponga a leer este post. Entonces seguro que me viene a la cabeza el momento en el que lo escribí, mi estado de ánimo en este preciso instante, y logre encajar la pieza en el puzzle. Pero ahora mismo no sé a qué venía, porque yo lo que quería era poner un par de imágenes, de un dibujante que acabo de descubrir, y que me ha entusiasmado. Se llama Scott Teplin, le he descubierto en el indispensable blog de ilustración Drawn!, y aquí vienen las imágenes:
La primera:

La segunda:

Y de propina, otra muy bonita, aunque no es del mismo autor:

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