Llevo diez días escuchando sin parar viejos discos de mi admirado Mike Watt con Minutemen y fIREHOSE, así como otros artefactos recientes que se me habían pasado por alto. Principalmente, están sonando en mis altavoces 4x4 del salón a todas horas dos productos del pasado 2011: su último disco en solitario, "Hyphenated-Man", y la cuarta entrega larga de Dos, "dos y dos".
Y por fin, ayer pude disfrutar del documental sobre The Minutemen. Va todo en una misma entrada.
Watt es una leyenda viva del hardcore californiano, y su historia, así como buena parte de su discografía, me las sé de memoria. Para mí siempre será un humilde currante de San Pedro, CA, un funcionario de las cuatro cuerdas con una presencia imponente, altísimo, de rostro curtido y voz cavernosa y poderosa, convertido, a base de esfuerzo, en una leyenda viva del rock n' roll norteamericano a la altura de todo un Iggy Pop. Y por supuesto, es el mejor bajista eléctrico del mundo.
El origen de la leyenda, según este documental, se establece en mitad de un bosque de las afueras de San Pedro, cuando Watt conoce a D. Boon, un gordo cabrón hiperactivo, y se ponen a tocar juntos. Ambos tenían 13 años. Pronto conocerán a George Hurley, uno de los mejores bateristas del mundo, y forman una banda llamada The Reactionaries (junto con un vocalista que no pinta nada en esta historia). Una tarde, en el dormitorio de un miembro de Saccharine Trust, deciden limitarse a power trio clásico, porque tanto Boon como Watt tienen aspiraciones vocales. Les gusta calzarse el micrófono, arengar al público, gritar barrabasadas. Este grupo, The Minutemen, se formó oficialmente en 1980, cuando los tres eran viscerales veinteañeros. Llegaron a sacar 4 discos y 8 EPs (posteriormente reeditados también como colección de largos), y a dar montones de conciertos por toda california. La historia de los impresionantes, imparables Minutemen, se trunca en 1985, cuando D. Boon fallece en un accidente de tráfico.
El documental "We jam econo" ("tocamos barato") se estructura básicamente en 4 tramas: por un lado, las docenas de actuaciones de los primerísimos años ochenta que salpican el resto de intervenciones; una segunda historia nos la cuentan sus protagonistas, tres imberbes y rebeldes angelinos entrevistados en mitad de un parque en 1984, hablando de sus primeros pasitos y toda la ilusión y emoción que les corroe por dentro; la tercera línea argumental son las declaraciones de Mike Watt, ya rozando la cincuentena, paseándose con su SUV por las principales calles de su amada San Pedro, con lágrimas en los ojos, hablando de D. Boon, de los locales de ensayo, las tiendas de discos de su adolescencia y toda una juventud rendida a los pies del punk; y finalmente, las docenas de voces rendidas a coro a lo que pudo ser el germen de una de las bandas de hardcore más importantes de todos los tiempos. Por ahí desfilan las devotas declaraciones de Flea (un bajista que, para mí, siempre estará unos pasos por detrás de Watt), de toda la alineación en pleno de Black Flag, el brasas straight-edge (y no menos legendario adalid indie-hardcoreta) Ian McKaye, Henry Rollins, Jello Biafra, miembros de Meat Puppets, Saccharine Trust, X, Hüsker Dü, Dinosaur Jr., Sonic Youth (estos están en todos los putos documentales de música del mundo), Descendents, etc. Todo cristo. Un documental soberbio, tierno y melancólico en lo que respecta a la muerte de D. Boon y lo que pudo haber sido, e imprescindible en cuanto a las montañas de actuaciones en alta calidad.
Lo que fue, más o menos es lo siguiente: al fallecer D. Boon, el pobre de Watt entró en una crisis y una depresión galopante. Pero lejos de quedarse quieto, su carrera apenas acababa de empezar. Sonic Youth se lo llevaron a Ciccone Youth, y colaboró también en el imprescindible "Evol" (1986). Y conoció a Kira Roessler (por entonces bajista de Black Flag), con la que inició una relación sentimental, y a Ed Crawford, un fan de la banda, que con el tiempo sustituyó al insustituible Boon como guitarrista y cantante, formando junto a Hurley y Watt el trío fIREHOSE.
Tengo que reconocer que yo descubrí antes a Firehose que a Minutemen (en mi tierna post-adolescencia, mediados de los noventa), y me gustan más los discos de aquellos que de estos. Probablemente, el casette al que más friegas he dado con mi walkman fue el que alojaba completos los discos "If'n" (1987) y "Mr. Machinery operator" (1993), y forman una parte importantísima de mi educación musical. Temas como From one cums one los sigo escuchando periódicamente, y me siguen pareciendo la mejor muestra de virtuosismo punk imaginable, la mejor base rítmica posible, son temas catárticos, que me marcaron tanto como el primero de Rage Against The Machine o el "Red medicine" de Fugazi, auténticos revulsivos para mi impresionable carácter.
Además de The Reactionaries, Minutemen, Firehose y Sonic Youth, Watt ha colaborado en docenas de proyectos: lo poco bueno que hicieron Porno For Pyros, la superbanda AOR Banyan, The Crew Of The Flying Saucer, The Missingmen, los Iggy & The Stooges del siglo XXI, Anywhere, Unknown Instructors, The Real Oh Mine, Wilco, The Black Gang, The Second Men... e incluso ha figurado como bajista de estudio para trabajos alimenticios junto a gentuza como Kelly Clarkson. Un carrerón imparable. Un currela. Y allá donde mete mano, salen verdaderas joyas, y siempre rodeado de los más grandes músicos. A destacar su primer disco en solitario, "Ball-hog or tugboat?" (1995, otra de las cintas que más destrocé en aquellos años), donde contó con semejante lista de colaboradores que no vale la pena ni empezar. Basta decir que es un auténtico catálogo, un resumen de dos décadas enteras de mi música favorita.
Total, que soy un ferviente admirador de este hombre. Que además de su fuerza, de sus tremendas composiciones, de su mala hostia a las cuatro cuerdas, de su innegable talento, me transmite una ternura difícil de explicar.
Y como decía, entre las cosas que nos ha regalado en 2011 está su cuarto disco en solitario, en la línea salvaje y sin miramientos de "Contemplating the engine room" (dedicado a la memoria de su difunto padre), y lo nuevo junto a su ex-mujer Kira Roessler, "dos y dos".
Dos son un grupo inaudito. Mira que hay combinaciones y permutaciones al clásico guitarra+bajo+batería en el mundo del rock "alternativo" (grupos con dos baterías, grupos de saxo+bajo modificado+batería como Morphine, grupos con cuatro guitarras, con contrabajo clásico, grupos cuyo frontman toca el violín eléctrico y sin guitarra, etc.), pero un dúo compuesto exclusivamente por dos bajistas/cantantes, yo creo que es único en el género. Además, Dos, lejos de ser un vehículo de expresión vanguardista o de experimentación, le sirvió a Mike, en sus primeros años, para componer la base de los primeros temas de fIREHOSE. Temas inmortales como Political song for Madonna to sing o la propia (y versionada en mil y una formaciones) Drove up from Pedro (y muchas más) tuvieron su origen y su esqueleto, en Dos. Las atmósferas que recrea el ex-matrimonio, jugueteando con la escala de graves (añadiendo puntualmente sonidos pregrabados, como retazos de conversaciones u olas marinas), son enigmáticas y atractivas... Pero para un rato. Ni yo mismo tengo paciencia para escucharme entero atentamente los discos de dos, porque echo de menos las voces. Este nuevo "dos y dos" es crudo, experimental e instrumental, y para quien tenga curiosidad le remito a su disco post-divorcio, el magnífico "Justamente tres" (1996).
Ah, sí: y este año 2012 será recordado porque fIREHOSE vuelven.
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