
A veces, para acompañar la siesta, me ponía alguno de esos intelectuales de La 2, con los que quieras o no siempre aprendes alguna chorrada. Pero Jordi Hurtado me pone de los nervios, así que paso. Cifras y letras quizá es el más interesante (en mi opinión siempre), porque al fin y al cabo es un pasatiempo, sin parafernalias, bochornosos espectáculos mediáticos, azafatas ni leches.
Echando la vista atrás, recuerdo haber visto en televisión cosas interesantes. Como aquel entrañable Juego de niños que presentaba el malvado magnate Javier Sardá, antes de vender su alma al Diablo. El tiempo es oro era también un concurso cultural redondo, con Constantino Romero haciendo preguntas de Trivial interesantísimas, y la pregunta final a contrarreloj, que había que responder revisando enciclopedias. O ese que presentaba también Jordi ‘Nerd’ Hurtado, en el que los concursantes ganaban kilómetros para irse de viaje por el mundo, y que tenía de azafatas a los dos gemelos forzudos Fernández y Fernández... También hubo tiempos peores, cómo no en los comienzos de Tele5, cuando era mi pantalla amiga: concursos de cocina, de karaoke (como OT, pero en plena calle y sin premio), de quitarse ropa por la calle, de fútbol, de hacerse el chulo de

En definitiva, remontándonos en el tiempo, ha habido tres o cuatro concursos dignos y muy buenos, y cada uno tenemos nuestros favoritos, así que me voy a ceñir a la actualidad. Hoy en día la guerra del share ha aniquilado todo conato de creatividad, clase, entretenimiento y buen gusto. Y las cadenas se pelean por hacer el programa que menos dé que pensar a la aborregada audiencia. En la caja tonta, a día de hoy, hay concursos malos, y concursos MALOS. Este es mi top 5:


Pero ahora le ha pillado Antena 3, por desgracia para todos, y presenta un programa bobo, de los peores que he visto en años. El pobre, con lo capaz que sería de hacer entretenido incluso Pueblo de Dios, los domingos por la mañana en La 2, está relegado a este nuevo concursito que consiste simplemente en adivinar una cifra; él hace una pregunta, por ejemplo: «¿Cuántas horas se tardó en construir la tercera cúpula de la derecha de la catedral de Khatzchajktishtán?». Evidentemente, nadie lo sabe. Se trata de decir un número al azar, y el que menos se aproxime a lo que deciden los guionistas, se va eliminando. Todo ello amenizado con videoclips de David Civera o del reggaetón más insufrible. ¿Pero por qué hacen estos programas? ¿POR QUÉ?

Es un formato publicitario encubierto, penoso y vergonzoso. Pero está aquí sólo a mitad de la lista, porque entiendo que con algo hay que rellenar esos maratonianos espacios, y que con la ilusión ajena también se juega. Los programdores televisivos saben que a nosotros los jóvenes y modernos bloggers estos programas nos parecen una mierda, pero tiene que haber de todo para todos los públicos. Están pensados para esas amas de casa que se sientan ante la tele entre colada y colada, que tienen todo el derecho del mundo a saludar a la Campos en directo y contarlo al día siguiente en el súper. A mí los que me dan rabia de verdad son los de horario de tarde-noche, porque se supone que me han tenido en cuenta a la hora de programarlos, y me siento insultado. Por ejemplo:


Lo conduce una chica joven pizpireta que se llama Rebeca, vestida de payaso de los ochenta, que hiperactúa hasta hacer que te rechinen los dientes, se pone a taconear y pone morritos todo el rato. Una mezcla entre una niña de siete años y una anciana de doscientos años. Sin sentido alguno del ridículo. Diferente de todo lo que haya visto antes. El concurso tiene dos partes: un panel con una cuadrícula de 49 fichas numeradas, y para ganar premio tienes que emparejar las cinco o seis casillas que contienen premio; la otra mitad del programa, el otro concurso, consiste en elegir una de las 40 bolitas rojas que se exponen en otra cuadrícula. La presentadora coge la elegida y la mete en una pecera. Si flota, te jodes. Si se hunde, eliges un sobre y te puedes ganar entre 10 y 50 euros. La llamada cuesta entre 50 y 500 euros, calculo.
Así contado puede que no parezca demasiado raro, con lo que hay por ahí. Es que hay que verlo. A mí me ha tenido con la boca abierta todo el rato, sin dar crédito a lo que veía. Espeluznante. Ya digo que no tiene nada que ver con Telesierra, o esos otros programas fraudulentos con los que te partías de risa, porque todo era en diferido y las llamadas las hacían entre los cuatro mismos cachondos que manejaban las cámaras y los cromas. En este caso, la mojigata ésa hace todo lo posible para que aquello parezca divertidísimo y superprofesional, y la simpatía que quiere transmitir se queda en una vergüenza ajena difícil de explicar aquí y ahora. Esa estética, esos colores, esas larguísimas y tristísimas cortinillas de PowerPoint, esa presentadora oligofrénica, esa gente que llama abochornada... En fin, que estoy totalmente enganchado. Acabaré llamando.

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