miércoles, 15 de febrero de 2012

Corto Maltés: Bajo el signo de Capricornio (Hugo Pratt, 1970)


Ayer, tarde de San Valentín, me llevé una decepción bastante gorda: Jacinto no se presentó a nuestra cita en el CaixaForum para la charla sobre Corto Maltés y la aventura épica en el arte secuencial. Acudí a la conferencia sin aire, casi corriendo cuesta abajo por Huertas junto a mi amiga la brasileira, a la sazón periodista de El País y tan fan de Jacinto como yo desde el día que le presté "Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias", uno de mis libros de cabecera. Tuvieron el detalle de anunciarnos, antes de entrar en el auditorio, que el ponente previsto estaba enfermo y la charleta la iba a dar el comisario del ciclo. Nos miramos, y decidimos pasar. Que mira que es majo y habla bien, pero a ella Corto Maltés se la repampinfla, y habíamos asistido en tan romántica velada para conocer a nuestro Jacin en directo. Una pena. Nos fuimos a la planta cuarta, a la cafetería del CF, que tiene un mirador impresionante. Nos sentamos en unos sillones modernistas violetas, nos tomamos unos cafés y nos pusimos un poco al día, porque ya no nos vemos tanto como antes. Fue un San Valentín bonito, tonteamos con lo de estar en una cita y esas cosas, pero nos despedimos pronto.
En cualquier caso, yo he seguido leyendo, y seguiré haciéndolo, las OOCC de Corto Maltés, y hago acuse de la deglución del segundo tomo de sus aventuras, "Bajo el signo de Capricornio", donde Pratt ya ha definido completamente a nuestro protagonista y lo pinta como todos lo recordamos, con su pelo ensortijado, su traje raído de contramaestre, su gorra marinera, el pendiente, la nariz picuda y la cicatriz que le sale cada dos por tres bajo el párpado izquierdo. "Bajo el..." incluye unas 6 historias de cerca de 40 páginas. La acción se traslada al Pacífico y a América Central, donde volverá a encontrarse con el sinvergüenza de Rasputín, con la familia de Pandora, con la leyenda negra de los no-muertos tahitianos, la magia negra y los dictadores fulleros. Magnífica la historia de los cuatro naipes esculpidos en hueso de elefante, que indican el lugar del tesoro, la calavera con el catalejo atravesando su cráneo y el barco de coral. Hugo Pratt escribía historias, cortitas, que bien podrían servir para grandes producciones de aventuras en Hollywood.

lunes, 13 de febrero de 2012

Fables: El último castillo (Bill Willingham, Craig Hamilton, P. Craig Russell, 2004)


Este número especial (annual) tiene lugar a continuación de "Una historia de amor", y por fin se nos pone oficialmente en antecedentes sobre la invasión de El Adversario a la Tierra de los Cuentos, que provocó la huída, hace varios siglos, de las fábulas supervivientes a nuestro mundo. El narrador es Azulejo, actual mano derecha de Blancanieves, y con todo lujo de detalles (brillante y minucioso el trabajo de Hamilton y la leyenda viviente P. Craig Russell) nos adentran en la vieja Tierra de los Cuentos, en su relación amorosa con Caperucita (qepd), y en el ataque de los millones de trolls y duendes malvados al último resorte, la Fortaleza del Fin de los Mundos. El asedio al castillo terminó con la muerte de miles de fábulas, y unos cuantos cientos consiguieron escapar a través de un portal espacio-temporal hasta el Nueva York del siglo XVII (cuando aún se llamaba New Amsterdam). Una vez más, un colorido cuento de hadas, esta vez histórico, repleto de gore, tetas y cabrones a punta de pala.

Fables 11-18: Una historia de amor (Willingham, Buckingham, Medina, Bryan Talbot, Linda Medley, 2003)


Sigo avanzando en la lectura de Fables, el penúltimo gran éxito de Vertigo. Destaco en la parte gráfica la soberbia imaginación e iconoclasta narración, una vez más, del monstruoso Mark Buckingham, frente a las decepcionantes páginas de Bryan "Nunca debí salir de 2000AD" Talbot y los horribles caricatos de la tal Linda Medley.
En cuanto a la historia: gloria bendita: al cabrón con ínfulas de Barbazul se le han hinchado las pelotas, y quiere hacerse con el control de Villa Fábula. Para ello, recurre a la proscrita Ricitos de Oro (principal acusada del feo asunto de la "Rebelión en la Granja", que se encontraba en paradero desconocido). Barbazul droga mediante un conjuro a la Encargada de Villa Fábula y al sheriff (Blancanieves y el Lobo Feroz), que provoca que se vayan lejos de la ciudad y acampen en mitad del campo, y contrata a Ricitos como asesina, para que los fría a balazos lejos de la mirada del resto de fábulas y mundanos. El grueso de la historia es una trepidante persecución de alta montaña que quita el hipo, con Ricitos motorizada y armada hasta los dientes, Blancanieves herida y enamorándose poco a poco del Lobo Feroz, y éste haciendo uso de algunos de sus superpoderes, como el de "soplaré y soplaré, y la casa derribaré" (en serio, el pastiche de coger los cuentos clásicos —supuestamente— infantiles y llevarlos al terreno del cómic adulto, en mis palabras, puede sonar una idiotez como un campanario, pero Willingham lo hace con enorme destreza, y verdaderamente funciona, lo juro). Mientras tanto, en Villa Fábula, un estúpido mono alado se ha quedado al cargo de todo, y el Príncipe Encantado sospecha de Barbazul y le compra la parcelita, después de una batalla de esgrima. Se nos presenta también a los policías liliputienses, que Azulejo está utilizando en secreto para espiar a los conspiradores de Villa Fábula.
Otra de las impresionantes tramas contenidas en esta historia, es la que nos cuenta cómo un periodista mundano cree saber el secreto de la inmortalidad de las fábulas: ¡vampiros! La élite de las fábulas decide tomar cartas en el asunto, y acojonar al periodista para que desista en su idea de dar a conocer su historia. Para ello, llevan a la Bella Durmiente al edificio donde vive el periodista. Al dormirse, provoca que crezcan enredaderas por todas partes, y también que se duerman todos los que están cerca. Una vez dormidos todos, secuestran al periodista, le sacan fotos comprometidas de alto cariz sexual acompañado de un menor (el pobre Pinocho, que anda jodido porque la puta hada se tomó demasiado en serio aquello de "quiero ser un niño de verdad", y nunca crece, con las ganas de follar que tiene...), le disuaden de sus planes... y finalmente le taladran el entrecejo con una bala. Así se las gastan en Villa Fábula.

Fables 06-10: Rebelión en la granja (Bill Willingham, Mark Buckingham, 2002)


El primer arco de Fables me había parecido bastante flojo. Lo absurdo y ridículo del planteamiento de estas historias (Blancanieves, la Bruja Piruja y el Lobo Feroz habitando Nueva York del siglo XXI...) parecía a priori una vuelta de tuerca un poco innecesaria, una memez oportunista, un volcado de los conceptos de "Shreck" para las nuevas generaciones de lectores de cómic adulto. Sin embargo, enseguida queda claro que el sello Vertigo lo ha vuelto a hacer, y lo que se ha sacado de la manga es un concepto ditirámbico, pero genial. Y el ridículo inicial queda completamente difuminado en cuanto empiezan a imponerse las tramas, las ideas absolutamente locas y extremas de Willingham. Este segundo arco me ha parecido magistral. Primero, por la presentación de La Granja, de la magnífica hija de puta de Ricitos de Oro, o del brutal asesinato y decapitación de los Tres Cerditos. Los gigantes dormidos sobre las cumbres... La historia mezcla docenas de personajes y conceptos clásicos, con el argumento de la rebelión animal, cuando las fábulas sin aspecto humano, forzadas a la clandestinidad desde hace siglos, deciden tomarse la justicia por su mano y asaltar Nueva York. Una verdadera y sangrienta batalla resuelta de forma precisa y hermosa.
Pero lo más impresionante de este arco, lo que me dejó sin aliento, fue el dibujo de Mark Buckingham. Descubrí a Bucky casi al principio, desde que entró a sustituir a todo un Chris Bachalo al frente de Generación-X allá por 1997 (esto ni siquiera figura en su página de la Wikipedia, y mira que lo recuerdo con amor). Bucky consiguió que no sólo no echásemos de menos al increíble Bachalo, sino que mimetizó su estilo perfectamente e hizo crecer a los personajes. Aquí Buckingham ha evolucionado hasta convertirse en un auténtico genio de los lápices. Sus personajes se mueven sobre el papel, los animales tienen vida, y la composición de página, barroca, llena de filigranas y detalles como los iconos en los números de página, los objetos flotantes separando elipsis o marcando los márgenes (esto siempre lo asociaré a los primeros trabajos de Todd McFarlane en Infinity Inc., que me dejaron bastante tocado), las viñetas con forma de escudo, las escenas silvestres, las dobles páginas... Una gozada.

Fables 01-05 (Bill Willingham, Lan Medina, 2002)


Por fin, he decidido adentrarme en el universo de las Fábulas que ha creado Bill Willingham para el sello Vertigo, uno de los tebeos cntemporáneos de los que más vengo escuchando en los últimos años. Vertigo siempre es una garantía, y uno sabe que lo que se va a encontrar difícilmente le decepcionará. Transmetropolitan, Y, el último hombre o 100 balas son algunos de los productos con los que más he disfrutado jamás, y no había querido saber en qué consistía esta bizarra colección hasta que abriera finalmente sus páginas. No sabía de qué iba esto, no quería saberlo, y me quedó muy claro en las primeras páginas: Blancanieves, el Príncipe Azul, Jack el Matagigantes, el Lobo Feroz, los Tres Cerditos, etc., existen en el mundo real, puesto que el hombre los ha creado, hace muchos siglos. Pero no existen en un plano etéreo, virtual, del consciente colectivo, sino que habitan una parcela de Nueva York, un edificio, al que llaman Villa Fábula. Eso, las fábulas que tienen aspecto humano. Los animales parlantes, los dragones, gigantes, liliputienses, liebres, tortugas, etc., están confinados en un lugar alejado de la civilización, oculto por un conjuro para que los mundanos no les descubran, llamado La Granja.
En Nueva York, las inmortales Fábulas han firmado una especie de acuerdo para no andar matándose ni persiguiéndose eternamente. Barbazul es un ladrón hijo de puta al que sólo le interesa su propio beneficio, el Príncipe Azul es un putero y un mantenido, la Bruja Piruja una golfa del quince, y todos se aguantan con el fin común de no delatar su existencia a los mundanos, desde que, hace varios siglos, tuvieron que huír a nuestro mundo desde que El Adversario arrasara la Tierra de los Cuentos. Cada pocos números de esta colección abierta (que hace pocos meses superó la primera centena de números) componen un arco argumental cerrado, y el protagonismo se lo van intercambiando. Pero lo que está claro es que esto es Vertigo, así que estos cuentos de hadas modernos protagonizados por Caperucita, Ricitos de Oro o Pinocho, están repletos de mala hostia, sexo y violencia.
Este primer arco, además de presentar a los principales personajes y ponernos sobre aviso de lo que ha pasado, por qué estas fábulas habitan entre nosotros para quedarse y mediante hechizos permanecen ocultos, narra la historia de un asesinato brutal: el sheriff Lobo Feroz investiga el destripamiento de Rosa Roja, la novia de Jack of Fables, cuya sangre ha aparecido esparcido hasta el último rincón de su apartamento de Villa Fábula. Con la ayuda de Azulejo y Blancanieves, llegará hasta el final de este crimen que no es lo que parece. Esta historia me dejó bastante frío, puesto que la trama no tiene absolutamente nada que ver con los cuentos en sí, sino que es una novelita negra con crimen pasional narrada a través de estos personajes, como podría haber estado contada con personajes reales. Pero llevo leídos unos cuantos números más y la serie me tiene encandilado.

jueves, 9 de febrero de 2012

Corto Maltés: La balada del mar salado (Hugo Pratt, 1967)


En el auditorio del CaixaForum está teniendo lugar una serie de conferencias relacionadas con el cómic. Asistí a la segunda de ellas (el teorizador italiano Gino Frezza, hablando un ratito sobre filosofía, jungismo y melancolía a partir de los tebeos de superhéroes; con traducción simultánea, lo que fue muy gracioso, me sentí como en un pleno de la ONU), y espero no perderme ninguna de las siguientes. El próximo martes el conferenciante será mi ídolo Jacinto Antón, y su charla se titula "Línea de fuga: Corto Maltés y la aventura". Y ayer caí en la cuenta de que no he leído nunca jamás un tebeo de Corto Maltés.
Desde niño he estado rodeado de tebeos serios. Crepax, Caniff, Altuna, Manara, Breccia, Moebius, Bilal, Lauzier, incluso el propio Hergé, todos esos incuestionables adalides de la historieta encuadernable me son familiares, pero los he pospuesto desde la tierna infancia, al considerarles, con desprecio, lectura paterna. Ahora me están apeteciendo muchos de ellos. No he leído nunca un tebeo de Tintín. Ni El Eternauta. De Moebius, solo leí El garaje hermético, y no me acuerdo de nada. Jamás he abierto una página de Juan Giménez (de Carlos sí, bastante) ni el resto de lo que en mi cabeza es el "entorno Cimoc", el cómic para adultos que siempre lo sentí bastante ajeno. Y demonios, vale que no reniegue, a mi edad, de la Escuela Bruguera, de la "línea tremenda", de la Fleetway o los superhéroes, que no hay por qué hacerlo, que todo es compatible; pero lo que es innegable es que ya soy adulto... Pues nada, que he empezado con Corto Maltés. Y por supuesto, estoy encantado.
No hay nada que yo pueda decir sobre Corto que no hayan dicho ya tantos mucho mejor. Yo lo concibo como una mezcla entre "Casablanca" y "En busca del arca perdida". Desde ese prisma me he acercado a su obra, después de leer un artículo estupendo de Umberto Eco que ampliaba un poco mi horizonte visual sobre lo que significa Corto Maltés: los libros que manejan sus personajes, las aventuras clásicas en Los Mares del Sur, lo fino que hila Pratt al desarrollar el carácter de los personajes, a medida que avanza la trama, la valentía al plantear determinados asuntos en los años sesenta. En este primer tomo de Corto, el propio protagonista no está muy bien dibujado; es decir, no se parece al Corto Maltés de siempre. Aquí está todo lo que vendrá después: piratas, tesoros, chicas monas (en este caso, una deliciosa Pandora, una niña en realidad, que los tiene locos a todos...), mahoríes, rufianes, náufragos, contramaestres; uniformes militares y atuendos folclóricos, embarcaciones, armas e incluso coordenadas realistas y fieles hasta el menor detalle. Aventuras clásicas, épicas, alrededor de un sinvergüenza pero noble buscavidas en los Mares del Sur.
Este primer tomo es en color. Pratt colorea con colores cartográficos, la historieta tiene finas pinceladas en tonos ocres, amarillentos, como un mapa viejo. Y como decía, está todo pero es algo diferente, desde el propio aspecto del de Malta. El trazo de Pratt, sobre todo a partir del siguiente tomo, ya en el blanco y negro que se recordará por siempre, es absolutamente magistral. Es lo que me pasaba de pequeño: que me ponía leer al Capitán América pegándole a Constrictor, sin disfrutar en realidad de la calidad gráfica de Byrne, por ejemplo. Ahora sí que tengo algo más de capacidad para valorar el dibujo de Hugo Pratt, y estoy completamente fascinado, con cómo retrata a los personajes con cuatro trazos aparentemente caóticos, cómo ambienta las historias, cómo te hace viajar por el mundo sin apenas decorados, sólo cuando es necesario. Hugo Pratt es algo así como el Howard Hawks del tebeo (no creo que lo de "maltés" sea casual, aunque en realidad no lo sé), y sus extraordinarias aventuras me tienen fuera de este mundo.

domingo, 5 de febrero de 2012

Álvaro GNR - Obras completas en Internet (2011)


Algún benefactor montó un .pdf de 700 páginas con casi toda la producción del gran Álvaro Diógenes Bambi, tanto su clásico blog Me Tenéis Contento como varios años de artículos para La Página Definitiva.
Me Tenéis Contento es uno de los primeros blogs que conocí y a los que me hice asiduo, allá por los primeros años de la lista de Mondo Brutto. Era un rincón apacible y estrambótico, con formato de robotito de juguete ascii, una columna pequeñaja con el resto de la pantalla en blanco, en fin, un formato gracioso y raro, de lectura ágil en la oficina en aquella época. No recuerdo si Álvaro estaba o no en la Lista, yo creía que sí, porque además en su blog mencionaba a gente de aquélla. Como fuera, era uno de los sitios que más me gustaba leer. Poco después vino el blog de Vico, el de Lardín (entre medias me metí yo a bloguear como si no hubiera un mañana, como si hacerlo fuese superimportante), el de Xabi Benputa y así otra serie de espacios virtuales y cataratas de mensajes de esta y otras listas, que yo me imprimía en el trabajo y conservo en buena parte por ahí entre montañas de papeles y polvo, como tesoros, como un recuerdo de la literatura underground de la 1 y medio.0. El blog de Álvaro, concretamente, no lo tenía, así que mira que bien. En estos días me he estado releyendo o leyendo por primera vez las setecientas páginas largas de este archivo (en letra grande y con páginas vacías entre artículos, eso sí, que yo como lector entregado no doy mucho de sí), y me he estado riendo como un idiota bastante rato en mi sofá o en la barra del café donde últimamente paso más horas que en el retrete.
Algunos de los artículos reconozco que los he leído por completismo, porque al fin y al cabo se iban a terminar pronto; pero aunque Álvaro escribe entre bien y muy bien siempre, sólo es absolutamente brillante y desternillante en algunos de ellos. Sobre todo al principio, cuando la temática giraba en torno a su persona, sus recuerdos de salvajismo burgalés (valga la redundancia) y anécdotas deliciosas como aquella de "Viejo de mierda goes to Treblinka", la sordidez de su descripción de esta dichosa ciudad de la que casi nunca salgo, la inolvidable cuestión del les coprophages, y en definitiva, todo el profundo y descojonante sentir del autor hacia lo que le rodea y asquea y lo que hacía, es maravilloso. Pero a medida que avanzan los artículos, y aterriza en LPD, a mí se me hace un poco más tedioso. Sobre todo, mucho menos gracioso, con bastante menos mala hostia (con excepciones) y centrándose casi exclusivamente en la actualidad política, la actualidad futbolística y las peores películas de estreno posibles. En estos últimos años Álvaro parece ser que trabaja en Telecinco, y sus reader's digest de los realities más pintones sí que tienen bastante gracia (aunque no he visto nada de lo que habla, me lo imagino), o artículos grandísimos como el profundo análisis del culebrón Norte y Sur. Su prosa futbolística es extraordinaria, probablemente las únicas letras que leo después de los grandes cruces de liga y copa, son las suyas. Aunque a años vista, pierden para mí bastante interés, ahí está. Es un titán. Un columnista under de cabecera. Lástima que parece que se ha perdido definitivamente su blog RBBE (aunque no sé yo si me leería eso entero ahora; pero es el único blog de fútbol al que he estado suscrito jamás), que ya solo escriba sobre el Real Madrid, UPyD y estrenos que me importan tres cojones. La crónica del Madrid de los dos mil que hacía Álvaro es una lectura imprescindible.

sábado, 4 de febrero de 2012

The other f-word (Andrea Blaugrund Nevins, 2011)


La "palabra con f", como dicen eufemísticamente los nenes americanos arrepentidos de blasfemar es, obviamente, "fuck". La "otra" palabra del título es "father". Una losa como un castillo cuando uno ha sido un bala perdida y un cierrabares, un titán del punk-rock. Cuando uno renegó de sus padres y huyó de casa para instalarse en una okupa a los quince, montó una banda kostrosa con cuyos bolos en garitos tumefactos poder financiarse los porros, y pasado el tiempo no le ha quedado más remedio que procrear, a menudo de penalti. De eso va este entrañable documental. De hacerse mayor siendo punk en California. De compaginar las giras por el mundo frente a miríadas de chavales escupiéndote al jeto durante el día, y de noche cambiar pañales y decirle a tus churumbeles que "eso no se dice, eso no se hace". El grueso protagónico lo acarrea aquí el líder de Pennywise, un cuarentón que cohabita un dúplex impresionante en Hermosa Beach, junto al pibón de su esposa y tres dulces y primorosas rubitas white trash, con lo que él ha sido. Al menos, Jim Lindberg tiene una pinta estupenda, se cuida y sigue estando en plena forma; porque lo de tener por papá al desequilibrado de Fat Mike, cuando su nena tenga uso de razón, no se lo va a perdonar nunca. El frontman de los maravillosos NoFX tiene por casa una pocilga en mitad de una nube de THC, y vive en una siesta continua frente a la tele, tirándose pedos continuamente para tratar sin éxito de sacar a su pequeñita de un sopor perenne. El que se lleva la palma en cuanto al efecto visual más logrado es Lars Federiksen, el bajista de Rancid, los últimos punks con pintas peligrosas que nacieron en Los Angeles. Cuarenta y tantos, panza incipiente, pantalones de payaso, camisetas raídas con mensajes agresivos, toda la cara tatuada, y paseando por el parque a un bebito de dos años, no es de extrañar que los columpios se vacíen en cuanto aparezca, y que varias veces a la semana alguien llame a la policía. O Duane Peters, un tipo que hace hermoso a Shane McGowan, qué pesadillas no provocará en sus vástagos. Curiosamente, algunas de las cosas más inteligentes al respecto las dice el pijopunk imbécil e imberbe de Mark Hoppus (Blink 182, los Pignoise angelinos), al admitir que al formar parte de esas bandas de macarras rebeldes anti-sistema, el público tiene el listón moral sobre ellos por los suelos, y así es fácil ser un padre decente, porque cualquier cosita que hagas sorprenderá a propios y extraños.
El documental no es un Quién vive ahí de la flor y nata del punk melódico de los noventa (que también), sino además un catálogo nostálgico, un recorrido por la adolescencia de estos músicos hoy progenitores (Lindberg, de adolescente, trabajaba a cinco minutos de la comuna hippie de Black Flag, cómo no iba a interesarse por el movimiento) y un tremendo documento multimedia acerca de la humildad y el abandono incondicional lde la pose pérfida y el esputo, en el ámbito privado, cuando uno se hace mayor. La muerte del angst y la asunción del "ains, mi niño, qué mono es!", cuando te haces millonario, en definitiva. A destacar también los momentos en los que sale papá Flea, tocando a Beethoven al piano a cuatro manos con su hija post-adolescente (melafo) y haciéndole el faquiu de chichinabo a la cámara, y es que Flea es mucho Flea. La música, el ritmo y la estética, por supuesto, también están muy logrados, que parece uno que está mirando un reality a lo MTV Cribs de 1994. Muy entrañable.