Mi hermano mayor, que está muy al día de todas esas bandas americanas modernas que tan poco me estimulan, me recomendó a estos Deer Tick, e incluso me guardó una entrada para un reciente concierto, que decliné porque soy un desgraciado y nunca pude ir. Tampoco es que me arrepienta, que no soy ya animal de directos, ahora que estos se han convertido en un ocio similar a los musicales de la Gran Vía, y solo acude la gente pudiente para pasar el rato, guiándose por lo que les dice LastFM o Atrápalo sin importarles una mierda la banda, sin saberse las canciones ni realmente disfrutar de ello. Los últimos conciertos a los que he ido han sido un bajón, rodeado de gente extraña impertérrita que venía de la Casa Encendida y no tenía nada mejor que hacer. Al público, creo yo, le falta pasión, y este devenir de la música en directo en una opción de participar de la música mucho más habitual que antes, ha hecho, insisto, que las salas se masifiquen de gente apática, que la única razón que tienen para ir a ver a una banda es que se lo pueden permitir económicamente y alguien se lo whatsappea. Hay que saber estar en los conciertos, coño, que no estás mirando la tele, idiota. En fin.
Sólo he escuchado el debut de Deer Tick, cientos de veces, suena mucho en el bar y me chifla la voz de John McCauley. Lejos de la obsesión por el ruido y hacer el mongolo de muchos de sus coetáneos (sobre todo de todas las jóvenes promesas británicas, que parece que les adiestran en el arte de hacer el imbécil y salir en los tabloides), en el centro-sur de EEUU hay montones de nuevas bandas de post-
americana (o como se llame esto) que están llevando el folk rural a una dimensión nueva muy interesante. Tomando el relevo de Crosby, Stills, Nash & Young o Petty, en la línea de Lambchop, Calexico, Kings Of Leon, transformando poco a poco el country en algo cool y que guste hasta a los japoneses con pintas.
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