A la búsqueda del viernes noche palomitero perfecto, buscando alguna joya kitsch de terror sexy de bajo presupuesto que no hubiera visto, me encuentro con este documental, que retrata una época y un fenómeno muy concretos, sobre el que se han escrito literalmente toneladas de fanzines y que ha dado origen a cientos de entusiastas, directores en ciernes, revistas, convenciones de fans y descargas biológicas nocturnas: las pelis de Brinke, Michelle y Linnea. Principalmente, aquellas joyas trash de señoritas gritonas en peligro de desnudo fácil, motosierras y monstruitos de látex y cartón pluma, que fueran dirigidas sobre todo por los incombustibles David DeCoteau, Fred Olen Ray y Jim Wynorski. Discípulos de Roger Corman y Russ Meyer, y abanderados de toda una nueva generación de cineastas descerebrados (Troma, Full Moon, etc), a caballo entre los ochenta y los noventa esta panda de desarrapados facturaron, como si fueran churros, una inabarcable cantidad de películas, secuelas, explotaciones, secuelas de explotaciones, sagas y telefilmes de ridículo presupuesto, que tenían, muchas de ellas, un ingrediente común: chicas con muchas curvas y mucho carácter que gritaban como arpías en el matadero. De todo aquello probablemente solo se salven un puñado de títulos:
"Hollywood chainsaw hookers",
"Vampiro del espacio",
"Creepozoides",
"Nightmare sisters",
"Sorority Babes in the Slimeball Bowl-O-Rama",
"Bad girls from Mars",
"Evil toons", entre las que estoy seguro de haber visto, y del resto me da menos pereza enfrentarme al trailer o leer en el
2000 maníacos que sentarme a verlas pacientemente. Puede que esté equivocado. La verdad es que la enorme cantidad de material de archivo que muestra el documental pone los dientes largos. El documental avanza a base de entrevistas con los protagonistas del fenómeno (resulta muy curioso que el director sea uno de los que más participan en las declaraciones, entrevistándose a sí mismo...), y se convierte en una reivindicación, no solo innecesaria sino directamente penosa, de la carrera actual de estos imparables salchicheros del celuloide. Yo la verdad es que no me acerco a las carreras actuales de estas scream queens ni con un palo. Ya lo intenté en su día con las musas de Russ Meyer o Andy Sidaris, me sentí atraído por saber qué hacían en la actualidad Kitten Natividad, Julie Strain o Raven De La Croix, y me dio una pena enorme. Supongo que son tiempos irrepetibles, por más que se empeñen, y por más que ahí sigan los tres, peleándose para sacar adelante sobreexplotaciones de lo mismo una vez más, con nuevas chicas o con las mismas avejentadas starlettes de entonces, ora con la Asylum, ora haciendo una mierda para el SyFy o el Canal Playboy. Desde luego, no soy su público. Mi viernes noche perfecto delante de la tele exige una buena dosis de nostalgia, y por mí se podrían dejar de hacer películas ya.
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