No era muy fan de Ezcritor. Sabía de su existencia casi desde el principio, y de su estilo, de su premio, de sus cosas. De que se arrimó a Torbe, de que ficciona sus vivencias adornándolas con guarrerías, y arma en su o sus blogs una especie de autobiografía protagonizada por su alter ego Sigmundo, donde no hace más que fornicar y sobrevivir un día más con la esperanza de llegar a ser algún día un escritor profesional, y vivir solo de lo que escribe y publica. Estoy suscrito a su blog desde hace mucho, lo que pasa es que los feeds llegan cortados, así que ni siquiera le leo apenas online. Pero estaba ahí, y sabía que había conseguido hacer de esa honestidad visceral impostada su forma de vida, y de venderla en formato noble por correo su sustento. Pero, como digo, cada capítulo de este
"20 polvos" y del resto de sus libros era totalmente nuevo para mí. He leído a Henry Miller y a Chinaski, y ese tipo de literatura siempre me ha parecido muy atractiva. Ezcritor viene a ser, sin ocultarlo ni mucho menos, nuestro Bukowski del siglo XXI. Las portadas de sus libros me parecen preciosas, y me habían ingresado un poco de alpiste en el Paypal. Estaba recolectando en un archivo del escritorio un puñado de portadas de libros que me gustaría comprarme o pillar en la biblioteca próximamente (solo he juntado de momento 39), y entre ellas estaban las portadas de los tres libros que se ha autopublicado Rafa hasta ahora, en Mi Cabeza Editorial. En un apretón, a las tres de la mañana o así, sin pensármelo mucho, me compré del tirón
"20 polvos" y
"Diarios de sexo y libertad". Se suponía que ese dinero lo iba a emplear en pagar la primera factura de luz en mi piso nuevo, que es un jodido disparate; pero ya la pagaré, seguro, no me van tan mal las cosas ahora, tengo cuatro fuentes de ingresos ahora mismo (ridículas, pero que sumadas dan una cosa decente). El caso es que quería tener esos libros, principalmente porque me parece encomiable, alucinante, que exista alguien así, una especie de
beatnik moderno que narra inconcebibles fantasías eróticas con gracia, las junta en libros muy hermosos llenos de fotos guarras, y transformado en hombre anuncio los pone a nuestra disposición desde su web. Tenía algunas cosas en contra, no las tenía todas conmigo: conocía la pinta de Ezcritor, no para de grabarse y hacerse fotos, y eso siempre tira para atrás; todo lo que le rodea atufa un poco a montaje, a montaje sin gracia. A veces parece que tenga detrás una campaña de marketing que le promociona, ora un encontronazo "casual" con alguna del entorno de Torbe, ora una polémica en una tele pequeña, ora cualquier otra chorrada mediática...; es canario (
'nuff said); no me interesa mucho la literatura erótica o pornográfica. La verdad es que tengo en una estantería un par de palmos de libros guarros, pero no los leo, y solo me interesan de este género las novelas de kiosko de finales de los setenta y primeros ochenta, esos libros llenos de fotos de mujeres extranjeras en pelotas con el potorro censurado burdamente, que los vendían nada más espicharla el pitufín del Ferrol disfrazados de manuales sobre la vida sexual... en serio, hay un montón de noveluchas de este tipo. O las novelas de kiosko de Curtis Garland y compañía de colecciones como Sexy Star, Sexy Flah, Sexy Thriller... Esas sí me hacen gracia. Pero vamos, prefiero leer cualquier cosa antes que un libro de guarradas escrito por un joven canario con ínfulas...; y la obsesión de Ezcritor por los ":", los dos puntos, ese signo de puntuación que utiliza como sustituto de todo, la coma, el punto y coma, la conjunción, la admiración, los puntos suspensivos, todo, me resultaba un poco cargante.
Pero esto son las pegas. Me chiflan los libros, y más los libros raros, minoritarios, la autoedición, yo tenía que tener los libros de Ezcritor, aunque no los leyera. He de decir que ni siquiera sabía que eran tan cerdos e incorrectos. Por aquello de que ganara el premio 20Blogs, igual que antes el taxista aquél o más recientemente mi Mati, no imaginaba que esto fuese tan chusco. No tenía mucha idea, ya digo, pero sentía la necesidad de poseer esos libros de Mi Cabeza Editorial. Es más, estuve hasta un poco obsesionado con el envío, que por qué tardaba tanto en llegar (tres días...), y me jodió mucho tener que ir a recogerlo tan lejos. Como me acabo de mudar, pensaba que llegarían a la oficina de Correos de ahí al lado, y qué va, tuve que ir a la puta casa de la alcaldesa a por ellos.
Todo ha sido muy positivo. Para empezar, el propio Rafa me escribió nada más hacer la compra, a pesar de la deshora, para confirmar que todo estaba bien, y sugerirme la posibilidad de dedicármelos. Me pareció un detalle maravilloso. Intercambiamos un par de líneas, y Rafa decidió añadir al envío el tercer libro hasta la fecha de su editorial:
"Un bebé", su primera ficción, ficción. "Cómo no adorar a este tipo tan majo", me dije. De golpe, estaba a punto de recibir todo el catálogo del autor de la editorial. Ahora quedaba enfrentarme a la idea de leerlo; no lo había pensado, en realidad solo me apetecía mucho tenerlos... Tengo muchos libros "únicos", de tiradas ridículas, de hecho
algunos libros que probablemente solo existen en mi casa. Y toneladas de fanzines. Es mi rollo. Me chifla acumular libros. Pero luego soy un lector mediocre, me cuesta acabar las cosas y siempre leo lo mismo, me distraigo mucho y me cuesta mucho. Me encanta leer, pero soy un lector mediocre, insisto. Pero vaya, nada más llegar me puse a leer
"20 polvos" en un banco del Paseo del Prado, volví a casa con él a un palmo, y esto fue el lunes. Estamos a miércoles por la mañana (he madrugado como hacía meses) y ya lo he acabado. Me ha enganchado muchísimo, me cogió por los huevos la cosa. Como digo, no sabía que se centrara tanto en sus pajas, sus polvos y sí mismo, todo el rato. Pero todos mis prejuicios eran un error: me ha gustado mucho esto. Incluso aunque sea canario el tío... :)
El principal aliciente (además de lo atento, fantástico y desprendido que ha sido con el envío; yo también he autoeditado y enviado cosas por correo y lo he hecho fatal, soy un cretino vergonzoso en esto), es que me he reído muchísimo. Cuenta muchas barbaridades, sus fantasías y su anecdotario escatológico va más allá de Bukowski y desde luego de Miller, y a ratos se regodea en Chukri probablemente sin querer. Pero el personaje de Sigmundo es tan patético, tan hijo de la gran puta y a la vez tan inocente, y sobre todo tan gracioso, que me han entusiasmado sus aventuras. Prefiero los momentos en los que se transforma en perro sarnoso, que aquellos en los que es un violador degenerado; que también me molaron, es muy divertido y enternecedor y sorprendente, pero ya digo que me resulta incómodo leer tanto testimonio pornográfico masculino negro sobre blanco: prefiero ver una peli. He leído bastante literatura en forma de diario (cuando me llegó esto estaba leyendo precisamente otro, que reseñaré aquí mañana o pasado, supongo), y resulta bastante cargante, insufrible. Pero esto no me ha cansado en ningún momento. El equilibrio entre
"¡este tío es un gilipollas egocéntrico, qué mierda hago leyendo esto!" y
"¡joder, qué brillante, qué insólito e interesante es todo esto!" es perfecto, y me ha convencido del todo. De lo primero no ha habido casi nada. Si acaso, a ratos un poco de
"¡este tío es un gilipollas, ojalá siga publilcando sus gilipolleces durante mil años más y así las pueda leer!". El ritmo es desbocado; su estilo, sin ser nada nuevo, me encanta; el uso de los ":", lejos de irritar, es mesmerizante, de hecho agiliza aún más la prosa y también me daba risa; y todo lo que le pasa me ha parecido tremendamente interesante, en la línea de lo que le pasa a Homer Simpson, que no sé por qué, ni siquiera existe, pero no puedo dejar de mirarlo y preocuparme mucho. En fin, un descubrimiento, tardío, o más bien una reconciliación. Yo digo sí a Sigmundo. Bravo. Mola mucho todo esto y quiero más.