No había leído ninguno de los primeros trabajos de Paco Alcázar, no con suficiente atención, sólo cuando me encontraba una tira suya en fanzines (creo que tengo en el ala oeste de la biblioteca todos los fanzines que se mencionan en las notas finales). Y como siempre sucede, releyendo la obra de un artista del tirón, uno se enamora de los personajes y encaja el mensaje, los tics del artista, su esencia, y reconoce la intención y el talento en su justa medida. Alcázar me resultaba indiferente, lo confieso, hasta su llegada a El Jueves. Su trazo tremendo de su época fanzinera sigue pareciéndome feo y abigarrado, y entiendo que esa era parte de la gracia, pero no se la había pillado hasta ahora. Sentado en el sillón orejero me agarré este tomo y no lo pude soltar hasta que se me había colado ya entero por los ojos e instalado en la entrepierna. Fue una tarde de carcajadas con las docenas de historietas cotidianas sobre pederastas, asesinos, caníbales, coprófagos, chiflados de todo pelaje, salvajes, inadaptados, gamberros, tunantes, imbéciles, violadores en serie, coleccionistas de miembros amputados, mujeriegos, borrachos y delincuentes habituales. Escarba, escarba son historietas autoconclusivas del lado más animal y pordiosero de todos nosotros, contadas a partir de muy diferentes personajes, buscando el gag a través de la náusea y el mal rollo extremo, jugueteando al borde de la Cultura del Apocalipsis y el espíritu de Miguel Ángel Martín, que es lo que se llevaba en el tebeo under y fanzinero español de los noventa. En Porque te gusta seguimos en la misma tónica, pero la historieta se centra en los quehaceres y el día a día de Raúl, un personaje maravilloso, avejentado, asocial, aficionado a follarse a su hija pequeña, que en muchos momentos recuerda al entrañable Silvio José. Y luego Moho te deja, sin salir de la temática, encima, un poso reflexivo y crítico, dentro del malsano cachondeo. Se incluye una historieta inacabada que da mucha rabia que no acabe, y algunos trabajos sueltos de esa misma primera época. Me quedo con Silvio José, uno de los personajes más asombrosos de la historia del cómic español, para mi gusto, pero ha sido un placer palpar sus orígenes y me descubro ante el Paco Alcázar más cabrón y salchichero, al que no tenía ningún respeto, por pura ignorancia.
miércoles, 31 de agosto de 2011
Paco Alcázar - Daño gratuito (2010)
No había leído ninguno de los primeros trabajos de Paco Alcázar, no con suficiente atención, sólo cuando me encontraba una tira suya en fanzines (creo que tengo en el ala oeste de la biblioteca todos los fanzines que se mencionan en las notas finales). Y como siempre sucede, releyendo la obra de un artista del tirón, uno se enamora de los personajes y encaja el mensaje, los tics del artista, su esencia, y reconoce la intención y el talento en su justa medida. Alcázar me resultaba indiferente, lo confieso, hasta su llegada a El Jueves. Su trazo tremendo de su época fanzinera sigue pareciéndome feo y abigarrado, y entiendo que esa era parte de la gracia, pero no se la había pillado hasta ahora. Sentado en el sillón orejero me agarré este tomo y no lo pude soltar hasta que se me había colado ya entero por los ojos e instalado en la entrepierna. Fue una tarde de carcajadas con las docenas de historietas cotidianas sobre pederastas, asesinos, caníbales, coprófagos, chiflados de todo pelaje, salvajes, inadaptados, gamberros, tunantes, imbéciles, violadores en serie, coleccionistas de miembros amputados, mujeriegos, borrachos y delincuentes habituales. Escarba, escarba son historietas autoconclusivas del lado más animal y pordiosero de todos nosotros, contadas a partir de muy diferentes personajes, buscando el gag a través de la náusea y el mal rollo extremo, jugueteando al borde de la Cultura del Apocalipsis y el espíritu de Miguel Ángel Martín, que es lo que se llevaba en el tebeo under y fanzinero español de los noventa. En Porque te gusta seguimos en la misma tónica, pero la historieta se centra en los quehaceres y el día a día de Raúl, un personaje maravilloso, avejentado, asocial, aficionado a follarse a su hija pequeña, que en muchos momentos recuerda al entrañable Silvio José. Y luego Moho te deja, sin salir de la temática, encima, un poso reflexivo y crítico, dentro del malsano cachondeo. Se incluye una historieta inacabada que da mucha rabia que no acabe, y algunos trabajos sueltos de esa misma primera época. Me quedo con Silvio José, uno de los personajes más asombrosos de la historia del cómic español, para mi gusto, pero ha sido un placer palpar sus orígenes y me descubro ante el Paco Alcázar más cabrón y salchichero, al que no tenía ningún respeto, por pura ignorancia.
domingo, 28 de agosto de 2011
The pigkeeper's daughter (Bethel Buckalew, 1972)
Creo que este nudie tiene más de dos escenas, pero jamás he pasado de la segunda, una escena sicalíptica rodada directamente en el escenario de mis sueños. La asombrosa y lujuriosa hija del cuidador de cerdos yace junto a una cerca de la granja; un cerdito juguetea torpón a sus pies; escondida en el tejado, la otra hermanita mira, se toca y se derrite mientras el peludo semental se acerca a la hija del cuidador de cerdos, la acaricia, la cuida, la frota... Erotismo paleto, hillbilly, cachondeo, tetillas gelatinosas, lolitas redneck pecosas, Russ Meyer presente. Mi añeja fascinación con esta peli va mucho más allá del culto a Onán (es broma que no la haya visto entera), es fetichismo por la América Profunda, las mujerazas del campo, los trotones años setenta, la sencillez de la vida rural.
Super (James Gunn, 2010)
Una maravilla. El loser de Rainn Wilson está soberbio, escalofriante. Liv Tyler in mistress, como en mis sueños. Kevin Bacon haciendo de malo parece que no pero era imprescindible. Y Ellen Page... no sé ni qué decir del personaje y la interpretación de Ellen Page, desatada y felina. Todo es correcto, todo el engranaje está listo para funcionar, y entonces empieza este bellísimo y colorido canto a la esperanza, al orgullo pajero y a la ultraviolencia. Un escupitajo en la cara de "Kick ass" (que a mí no me pareció tan, tan mal), probablemente esta es mi película de superhéroes favorita de todos los tiempos. La voy a ver otra vez esta tarde. No, no estoy precisamente locuaz. ¿Se puede morir de resaca?
Cujo (Lewis Teague, 1983)
Recordaba ésta como un pasatiempo ochentero menor, una traslación rutinaria de la novela de Stephen King, que no pude terminar, que se me hizo muy cuesta arriba. Y encima, una peli con animal amaestrado. Pero me ha gustado muchísimo, la transformación del entrañable San Bernardo en un jodido monstruo sediento de sangre. La escena del coche, que acapara la mitad de la película, es aterradora, poderosísima y verdaderamente acojonante.
It (Eso) (Nicole Wilcox, 1990)
Reviso la versión cinematográfica de "It" en plena fiebre King, porque no la recordaba. Me dio mucho miedo de chiquitín, y efectivamente es imposible que esto le de miedo a nadie con más de 15 años. Terror teen con niños aventureros, demasiado influída por "Pesadilla en Elm Street" y la propia "Cuenta conmigo". Me ha entretenido mucho, aunque las breves escenas de los adultos (todos ellos flojísimos descartes televisivos) anteriores al clímax me provocaban somnolencia. Pennywise me ha dado más risa que otra cosa, pero me siento reflejado en esa dentadura, eso sí me ha dado pavor.
The taint (Drew Bolduc 2011)
"The taint" es una de esas películas caseras de gore, tetas y desenfreno, donde un Juan Palomo junta a sus amigos un fin de semana en el campo y juegan a rodar tabúes estúpidos, a ver si se lo pasan tan bien como el que hizo "El Vengador Tóxico" o "Bad taste". Una de esas miles de películas que surgen cada vez que le das una patada a una piedra, que en España tuvieron su esplendor en los primeros noventa, en Alemania a finales, en los Balcanes hace un par de años y en EEUU cada veinte minutos. Pero en este caso, y ya que se ponían a hacer el cafre, Drew Bolduc y Dan Nelson decidieron echar el resto y aliñar la orgía de sangre vísceras y chorradas con todo lo que se les ocurriera: mad doctors, pollas de plástico, arrobas de semen, cabezas que explotan, nazis, tetas, violaciones en masa, monstruitos enmascarados, agua contaminada, un mundo post-nuclear, zombies e infectados, chistes gruesos, nerds revanchistas, mujeres armadas, explosiones, frases lapidarias... Lo que más sorprende es el ritmo frenético de la película, que suele ser la principal carencia de estos experimentos, cuando cuatro colegas se ponen a hacer unas risas sin pensar en que lo pueda ver alguien más. A los diez minutos de cinta ya hemos visto un plano principal de un par tetas, damiselas en peligro corriendo por el bosque, un asesino con una guadaña que se caga de pie mientras corre y escupe semen, un protagonista hipster y pasado de vueltas que no sabe dónde está pero tiene una pistola, vómitos, sangre a raudales, flashbacks, y a través de los fantásticos títulos de crédito (footage de archivo en blanco y negro delicadamente coloreado, que muestra la progresiva contaminación del agua en todo el mundo, que más adelante se nos explicará) y una música más que decente, se nos pone en antecedentes. Y el ritmo no decae. Al menos, yo no me aburrí en ningún momento y permanecí interesado todo el metraje. Lo peor, sin duda, el brasas del protagonista, guionista, director, etc., que aprovecha su condición para aparecer muchísimo mostrando su pelazo, sus cabriolas al monopa, sus mil y un novias y su habitación llena de cosas guays. Lo mejor, los efectos especiales. Digitales, probablemente retocando cinco o seis fotogramas con Photoshop, nada de gadgets y artesanía que sale muy cara. Pero efectivos y brillantes. Vemos docenas de muertes estupendas a lo largo de la película, cabezas que se hacen trizas con solo pisarlas, como si estuviésemos hechos de cartón, que quedan muy graciosas. Vemos un Monstruo de Espagueti Volador rebanar cuidadosamente un cráneo, extraer su correspondiente cerebro, retocarlo y volverlo a meter, ideas valientes, obviamente baratas pero sorprendentes y funcionales. Olvidarse de "Troma meets John Waters", ni mierdas de ésas, esto es entretenido y se ve en un rato muerto, y ya. Yo me lo he pasado bien y se la recomiendo al aficionado al gore y la basurilla de ésta.
viernes, 26 de agosto de 2011
Everything must go (Dan Rush, 2010)
Inspirado en un cuento del Maestro Raymond Carver, "Everything must go" es una tragedia de producción independiente sobre un hombre que se va hundiendo poco a poco en el pozo del alcohol, un adicto a la cerveza, probablemente la droga más jodida del mundo. Nick Halsey (el cachondo de Will Ferrell en el mejor papel dramático de su vida) es despedido fulminantemente de la empresa para la que llevaba trabajando como comercial 16 años, debido a su bajo rendimiento y sus continuos problemas con el alcohol. Y cuando llega a casa se encuentra con que su esposa le ha abandonado, ha cambiado las cerraduras y sacado todas sus pertenencias al jardín. Será cuestión de minutos que Ferrell se quede sin tarjetas de crédito, sin teléfono móvil, sin coche ni documentos. Ferrell se debatirá entonces entre enterrar su existencia bajo una montaña de latas de Bud vacías, o tratar de rehacerse, pedir disculpas y empezar de cero. Una peli tremenda, escalofriante y hermosísima.
Rocket science (Jeffrey Blitz, 2007)
Miedo me da el cine indie americano, las comedias under de autor, con actores desconocidos. Pero esto es una joya. Una comedia de instituto americano donde en realidad apenas hay personajes ni estereotipos, sino que la cosa se centra en el bizarro contexto de los concursos inter-college de debate político. Virginia "Ginny" Ryerson es la guapísima quinceañera líder del equipo de debate, de la que Hal Hefner, el joven y anodino protagonista, se prenda enseguida. Ginny es guapa, talentosa y verborreica. Hal, sin embargo, es un pobre tartaja del que se burlan un poco en clase, y a quien su hermano, un outsider extraordinario como personaje, se dirige siempre de mala hostia y empleando nombres femeninos. "Deborah, imbécil, deja libre el retrete", o "Penelope, ponte al teléfono, que es para tí", y así. Ginny se acerca una buena mañana a Hal en el autobús escolar, y le propone entrar en el equipo de debate. Confía en su potencial, a pesar de que es incapaz de encadenar dos palabras seguidas en público, y está dispuesta a prepararle para los campeonatos interescolares, para que sea su pareja de debate. La relación entre Hal y Ginny se estrecha, quedan después de clase, Hal conocerá el universo femenino, su habitación, sus deliciosas manías. Pero resultará que las tías son unas cabronas, los planes de Ginny son de lo más retorcido y Hal tendrá que bancársela y organizar por su cuenta una dulce venganza. Una comedia dramática sorprendente, brillante, tierna, sensacional, de las que ya no se hacen, alrededor de un puñado de personajes tullidos, mediocres y fascinantes todos ellos.
Como aliciente, por si hiciera falta, toda la banda sonora está salpicada de clásicos de Violent Femmes, ya sea en versión original enlatada, o bien versionados al piano y cello durante las sesiones de musicoterapia que tienen lugar en la casa de enfrente del hogar de Ginny.
jueves, 25 de agosto de 2011
Two lovers (James Gray, 2008)
Vengo raudo a hacer acuse de visionado de esta chorrada, con desgana, y me voy. Está siendo un mes agitado, y ando buscando comendias románticas decentes, no sé si se nota. Me recomendaron ésta, y pienso devolvérsela con creces, oh sí, recomendando "...Y que le gusten los perros" a quien me recomendó ésta, para que sufra. Esto es inaceptable, improcedente. El personaje principal resulta inverosímil y todo muy forzado. Se agradece que no exista el buen rollo chiripitifláutico habitual del género, pero sólo despertó mi interés levemente cuando la Paltrow enseña un pechín.
Moscú-Petushkí (Venedikt Eroféiev, 1968)
Mi ejemplar de esta novela es la versión de Alfaguara de 1992, con una portada pintada por Helena Kriúkova (a la sazón, uno de los dos traductores) que representa a un colorido andrógino trajeado, con la cabeza flotando sobre el cuello inexistente, pimplando vino ante una mesa. Por encima revolotean angelitos y lo que parecen bolas de Navidad. No he encontrado esta portada en la red, y he tenido que elegir la de la versión recién editada por Marbot, con una portada fea y estúpida en la que se reproduce la advertencia original del autor.
Ésta es una novela inusual, absurda y terriblemente poética. Difícil de describir. Eroféiev, empleado del tendido eléctrico (a esto se dedicaba en la vida real mientras escribió "Moscú-Petushkí") lleva toda su vida viviendo en Moscú, pero jamás ha visto el Kremlin. Por más vueltas que da por la ciudad, nunca se ha topado con el Kremlin. Una buena mañana, después de calentarse con la dosis habitual de vodkas surtidas, decide tomar un tren para visitar a su zorra en Petushkí. Por el camino, ideará nuevas recetas de cócteles con vodkas, esencias, perfumes y ungüentos, charlará con los ángeles, con el lector y con transeúntes imaginados. El tren atraviesa las distintas pedanias en su recorrido, desde la estación de Kursk, pasando por Karachárovo, Novoguiréievo, Saltikóvskaia, Oriéjovo-Zúevo, Usad... sin detenerse nunca en Ésino, y desembocando en un delirium tremens del tamaño de la Plaza Roja. Eroféiev discute afablemente con los demás usuarios del tren a Petushkí sobre lo divino y lo humano, sobre los grandes y los más pequeños y miserables literatos y políticos bolcheviques, sobre las mujeres y sobre las conveniencias sociales. Y sobre todo, se pone como Las Grecas. Elabora recetas de cócteles, gráficas sobre sus estados alterados de conciencia, fantasea sobre volver a nacer y beber desde niño, dejando breves espacios para la mesura y la sobriedad. Un disparate cósmico, un viaje a la locura y la embriaguez sin salir de la estación de Kursk, sin mirar hacia el Kremlin.
Un poema en prosa lisérgico, surreal, "Moscú-Petushkí" es la quintaesencia del samizdat, la literatura soterrada que circulaba bajo mano durante la dictadura comunista. Literatura lisérgica y beoda, sardónica, pero opuesta a una flatulencia de Bukowski; es Eroféiev quien todo el rato reflexiona en palabras de Eroféiev, a través del filtro de toneladas de vodka de todos colores y sabores. Un disparate brillante, hilarante y desconcertante, que acabo de descubrir que tiene una versión audiovisual, con robo-audiocomentarios del autor en sus estertores (que me guardo para un día de estos), y también representaciones teatrales a la altura de las circunstancias.
martes, 23 de agosto de 2011
Condones.com (Abraham Mancilla, 2009)
Quiero pensar que el cine mexicano ha evolucionado desde Pedro Infante. Yo no he visto más, pero tiene que haber películas mexicanas modernas mejores que "Condones.com", una película discapacitada, molesta. Imbécil. Gilipollas. Una supuesta comediarromántica gamberra tan mala que casi parece española. Va sobre tres cuarentones que están en el insti con la mochila y unas birras y tal, y uno de ellos le pone los cuernos a su pibita, y cuando ésta se entera el protagonista acude a una web de consejos sentimentales. Al otro lado de la pantalla del ordenador le confiesa a un chulo de putas sentado en una silla de playa las cosas que le pasan, y éste le da consejos para recuperar a su amada. Por supuesto, todo le sale mal, se suceden tres enredos catastróficos a ritmo de sketch moranco, la novia se frustra tanto que se lía con la única persona del mundo más idiota que su ex y al final, si no he entendido mal, vuelven juntos. Los actores son tan amateur que parece una filmación de una actuación en un fuego de campamento de los boy-scouts, y la producción tan pobre que los decorados recuerdan al fondo de las viñetas de Zipi y Zape. El elemento más sorprendente es el recurso del "diablillo y angelito" que se le aparecen al protagonista sobre los hombros y también le dan malos consejos (el mismo actor disfrazado), recurso que cuenta con unos efectos especiales dignos de un videoclip de Baccara dirigido por Valerio Lazarov en los sesenta. Unos diálogos, unos silencios, unas cosas... El menjurje resultante es tan raro y tan cochambroso que te descojonas. No podía dejar de mirar, el tiempo se ha detenido a mi alrededor viendo esto, y se me escapaba todo el rato una risa nerviosa espasmódica, de soslayo, como si la tele expulsara anhídrido nitroso.
El origen del Planeta de los Simios (Rupert Wyatt, 2011)
Fui a ver esto con las expectativas por los suelos, incluso con un poco de mal rollo, porque el precedente se las trae. Si algún encanto tiene esta saga, es el primogénito sesentero. Aquellos trajes, aquel aura, aquellos iconos pop, molan. Pero la manera como han actualizado esto en el siglo XXI, solo de pensarlo, me pone de mala leche. No me apetecía nada ver más monicacos armados y metrosexuales con el ceño fruncido. Como siempre, iba sin saber nada sobre esta película, ni haber visto un trailer, ni una imagen ni nada. Y es un pasote. Aquí los protagonistas únicos son miles de chimpancés en CGI. ¿Y hay algo más gracioso y que mole más que ver monitos haciendo monerías? Sobre todo hay un mono protagonista, César se llama, que pone los pelos de punta, que acojona y emociona. Hay largas escenas de monos dibujados mirándose y haciendo cucamonas, monísimos chimpancés adolescentes moneando en silencio, escenas epatantes que remiten al (dichoso) comienzo de "2001", y que me hicieron estremecer casi casi en la misma medida que la primera mitad de "Wall·E". Dibujos animados de monos épicos, hermosos, metafóricos, violentos y silenciosos en pantalla grande, es el recuerdo que me llevo de esto. James Franco me encanta también, muy fan desde Freaks & geeks, y aquí tiene un papel amable y de antihéroe perfecto que le viene estupendamente.
No es una precuela ni una secuela, sino una "enmediosecuela", donde nos narran lo que sucede desde que Charlton Heston y su cuadrilla parten hacia Marte, y un porrón de años antes de que regresen. Los guiños al original son brillantes y justos (y necesarios); los monos, como siempre, hacen vibrar, reír, temer y patalear en el asiento; la historia no tiene fisuras, y el poso que te deja la que se avecina es devastador. Me lo pasé teta, pese al bonobo que tenía delante, tan cabezón que a punto me tuvo de sentarme en el pasillo para poder ver la pantalla entera.
Capitán América: El primer Vengador (Joe Johnston, 2011)
Me pasó una cosa terrible, terrible, viendo esto: me quedé plácidamente dormido durante la proyección. Tengo por costumbre ir con un amigo a ver blockbusters a algun multisala del centro o de al lado de su casa, en día del espectador a media tarde. Y cuando se apaga la luz de la sala, nos arrastramos a la fila VIP, por el precio NIP (no entiendo cómo no hace esto todo el mundo). Ha sido un mes agitado, habría dormido poco, o vete a saber, pero estaba bastante metido en la película, emocionado esperando a que la gigantesca pantalla ante mis ojos se llenase de puñetazos, nazis volando, barras y estrellas. Y sin embargo, me dormí a la media hora. Es terrible.
El primer tebeo de Marvel que recuerdo haber leído, y la primera colección que empecé, era precisamente del Capitán América. Chuloputas, superatlético, un poco llorica, guapete, quintaesencia del superhéroe de pijama y pescozón. Lo justo de salvapatrias, dependiendo del guionista, el Capi siempre ha sido un personaje interesantísimo, con un background delicioso, un líder nato. Siempre le tuve mucho cariño. Qué ganas tenía de ver ésta.
Pero qué cómodo estaba en aquel asiento de Príncipe Pío. Joder, jamás me había sentado en una butaca tan cómoda. Tan fresco en agosto, practicamente tumbado sobre aquel trono, aquel escaño enorme, suave, esponjoso, practicamente lechoso, con un fresisuís gigante en cada mano... Por eso no voy mucho al cine, a) porque me da asco escuchar ejércitos masticando estruendosamente, b) porque lo mismo te toca detrás a un troll-del-cine que jalea o lanza tuercas desde la platea... y sobre todo, c) porque me duermo. No recuerdo haberme dormido mucho en el cine. La vez anterior fue viendo "Transformers", la primera parte. Me quedé frito en el mismo instante en que comenzó la primera escena, y me despertaron a la hora de abandonar la sala. Y joder, mi sueño estoy seguro de que fue infinitamente mejor que la película. Es imposible que se haya rodado, ni hasta hoy ni en los próximos cien años, una película tan realista, trepidante, acojonante como lo que soñé acunado por los demoledores efectos especiales, sonidos metálicos y banda sonora de "Transformers". Fue un sueño absolutamente insuperable, una experiencia multimedia espectacular. A la salida fui dando la mano y felicitando uno por uno a todos los acomodadores, a azafatas y vendedores de jodida mierda masticable. Me fui de allí muy, muy, muy feliz. Escribí una carta a la productora de Hollywood para felicitarles por el extraordinario orgasmo multisensorial que acababan de proporcionarme sin querer, y que acababa de protagonizar yo, con la pista sonora envolvente de "Transformers" a mi alrededor.
El mejor sueño que he tenido en mi vida, por tanto, y sin duda alguna, tuvo lugar en aquella sala de cine. Aquella jornada fui un pionero del cine del futuro: el cine paranormal, metafísico o vete a saber cómo lo llaman (seguramente con algunas siglas de mierda), locales en los que el espectador se sentará en un sofá parecido a aquel, o bien dentro de una burbuja de aislamiento sensorial, y se colocará unos electrodos en el cráneo, que le harán protagonista, en seis dimensiones, de la película. Siempre he pensado que probablemente fui seleccionado por Hollywood en persona (?) o por la CIA para protagonizar un experimento de este tipo, cuando me dormí viendo "Transformers" de principio a fin.
En fin. Esta vez, durante la media hora (aprox) que me dormí a mitad de "Capitán América", también soñé algo magnífico. Pero no lo recuerdo. Más o menos me dormí cuando Steve Rogers ya es cachas y le dicen que la avanzadilla aquella que se había internado en terreno de HYDRA ha sido capturada, y que no hay tutía, pero él decide, vive Dios, ir por su cuenta a sacarles de allí y darles para el pelo a los übernazis. Soñé con algo guay, y lo seguí ensoñando durante más de media hora, pero al mismo tiempo luchaba por imponer la vigilia, en lugar de rendirme definitivamente a las caricias de ese sillón maravilloso (...qué sillón...) y a mis fantasías. O sea, que no tuve una experiencia onírica suficientemente satisfactoria, y encima me perdí la peli y no había manera de rebobinar aquello, así que estuve el resto del tiempo fastidiado, parpadeando mucho y bostezando, tratando de enterarme de qué pasaba. Y me gustó, conste. Pero joder, que me dormí y no lo disfruté casi nada.
jueves, 11 de agosto de 2011
Guía de arquitectura insólita (Natalia Tubau, 2009)
La coleccion Freak de Editorial Alba no tiene desperdicio. Concretamente esta guía de arquitectura outsider es lo que a mi me hubiera gustado publicar alguna vez, previa visita a todos esos lugares increíbles fabricados manualmente por tipos a los que les falta un tornillo, fanáticos religiosos o vagabundos inquietos. Catedrales de basura, castillos de conchas, parques temáticos de la Biblia tallados en las rocas, historias increíbles sobre cientos de personas que dedicaron cada uno de los días de su vida a decorar el interior y el exterior de sus humildes hogares con vajilla rota, conchas marinas o desperdicios de toda clase. La guía es exhaustiva, y no se limita a una enumeración, sino que detrás de cada edificio glosado hay abundante investigación e información sobre horarios de visita, situación actual de los pseudoinmuebles, datos de contacto, etc. Más allá de Don Justo, la mansión Picassiette o el movimiento grotto del cinturón bíblico, encontramos un recorrido mundial por jardines de ensueño y parques de esculturas de toda clase de los que nunca había oído hablar, y todo es fascinante e increíble. Se echan de menos más imágenes, y las que hay (aunque se agradecen) no me han parecido demasiado ilustrativas, pero es lo que tiene el mundo de la edición y los derechos de autor. Supongo que me queda otro repaso al libro delante del Google Earth, pero esto es una joya.
El asombroso viaje de Pomponio Flato (Eduardo Mendoza, 2008)
La penúltima novelita de Eduardo Mendoza, ya convertido en escritor de la corte de Prisa para los restos, es como todas las demás: surrealista, urgente, sucinta y de mucho cachondeo. En este caso la acción se traslada al año 1 de nuestra era, y está narrada en primera persona por un centurión con diarrea que, dando vueltas por ahí desafiando a la épica, se ve envuelto en diversas elipsis del Nuevo Testamento, cuando se dispone a echar una mano a un tal niño Jesús a cuyo padre, el carpintero José, están a punto de ajusticiar. Como quien no quiere la cosa irá desfaciendo entuertos y evocando lo mismo al Evangelio que a Esopo o a Homero y formando parte de la historia, al más puro estilo de "La vida de Brian". Esta novelita breve fue un regalo de cumpleaños una amiga, que dice que mis mails le recuerdan a la prosa de Mendoza, y a ver si es verdad que me hago millonario un día yo también.
¿Acaso no matan a los caballos? (Horace McCoy, 1935)
Horace McCoy figura en IMDB como guionista, asistente de guión y escritor de diálogos en casi 50 películas (entre ellas, sin acreditar, el "King Kong" original de Cooper/Schoedsack), y en otros lugares como destacado autor pulp. Escritor, periodista y mercenario oscuro, cínico, veterano de guerra, frustrado, que nunca vio en la pantalla ninguno de sus guiones propios, y que murió de ataque cardíaco en 1955. Ésta es su novela más conocida, y fue llevada al cine ya en 1969 (titulada en España "Danzad, danzad, malditos"). No he visto la película, pero esta novela breve, negra como el tizón y que encabrona como leer la factura de la luz, me tuvo alterado y mirando la solapa cada dos por tres, a ver si era cierto que fue escrita en 1935. En plena depresión norteamericana, una sala de fiestas organiza un maratón de baile en el que docenas de parejas tienen que moverse sin parar durante casi cuarenta días, siendo eliminados en duras pruebas de resistencia para contentar a la creciente y entusiasmada audiencia. El baile solo se puede interrumpir cada hora y media, y por un periodo de diez minutos, en el que los participantes deben aprovechar para hacer sus necesidades fisiológicas, sexuales y alimentarias. A lo largo del concurso, y adelantándose en setenta años a los realities de Telecirco, la audiencia asistirá a un matrimonio en directo, a la detención de un contendiente por asesinato, a multitud de desfallecimientos, peleas, derramamientos de sangre y caídas en el pozo de la locura. Todo por la audiencia. Al protagonista, Robert Syverten, le ha tocado bailar con la más insufrible: Gloria Beatty, una hermosa joven que solo piensa en morirse y dejar este mundo hipócrita de una santa vez. ¿Acaso no sacrifican a los caballos que sufren?, se pregunta Robert, dispuesto a aliviar el sufrimiento de su compañera. A un ritmo frenético, sin dejar de mover los pies para no ser descalificado, McCoy nos presenta un desfile de lunáticos, pervertidos, asesinos y fundamentalistas reformistas, y aprovecha para mandarles a todos a la mierda, mientras los demás bailan y la jet-set y los famosos del Hollywood que le cerró las puertas asiste a la cabalgata de freaks en movimiento perpetuo.
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