Hola. Soy yo.
Vengo cada día a leer los comments, y me agrada y sorprende un montón que sigáis escribiendo aquí. Muchas gracias.
Tenía que decirlo. Así, siento que el barco no ha sido del todo abandonado a la deriva. De hecho, pasáis por esta galera una media de cien personas diarias, cosa que me resulta bastante increíble (ayer o anteayer llegué a las 10.000 visitas. Casi 2000 desde que no hay nada nuevo que leer). Supongo que gran parte de la culpa la tiene Google, para qué nos vamos a engañar, pero los numerosos sitios donde estoy enlazado hacen que pase por aquí gente que ha llegado aposta, a ver qué se cocía. Ya dije en el último post que el ritmo de visitas estaba en su mejor momento, nombrado en el imprescindible Oink! hasta tres veces en pocos días, teniendo conversaciones con amigos míos (reales) que yo ni siquiera sabía que leían esto, recibiendo algunos e-mails animándome a retomarlo, o incluso con alguna propuesta de participación en otros blogs grupales y cosas así...
El caso es que sigo en período letárgico. Ya expliqué que iba a dejar de escribir aquí durante un tiempo, y juro que pensé que a nadie le iba a importar lo más mínimo. Debido a mi actual situación laboral y anímica, la cosa sigue igual. Empecé a hacer esto para escribir artículos de cine, TV, cómics o música, para glosar cosas que me gustan, y quizá darlo a conocer a alguien (en la misma medida que los blogs de aquí a la derecha me han descubierto tantas cosas), pero sobre todo por el placer y el desahogo de hacerlo, para mí mismo. No todo el mundo entiende esto. Además, es algo que he hecho siempre, en insignificantes fanzines o revistas asociativas (no preguntéis, por favor...). Pero la sequía mental continúa. No es que no tenga ganas de escribir en el blog, o me haya apartado del mundillo éste (como sabéis, sigo visitando vuestros sites y comentando a menudo, con la misma pasión e inquietud de siempre), lo que pasa es que he dejado de leer y ver películas. Totalmente. Lo juro. Me falta tiempo, necesito días de más horas. Unas vacaciones. O un premio importante en la quiniela. Me he visto obligado a multiplicarme. Habitualmente, cada vez más a menudo, me levanto a las 6:30 y me acuesto a las 2 de la mañana (cada tres o cuatro días, por suerte, a las once ya estoy dormido). Lo que me preocupa es que últimamente necesito un par de tragos, o diez (bebo sobre todo vino o kalimotxo, no me gusta la cerveza), para conciliar el sueño. Por las mañanas he empezado a tomar dos cápsulas diarias de ginseng rojo coreano, y me hago batidos de proteínas con el desayuno. Como si fuese un levantador de pesas. Yo, que jamás había entrado en un herbolario de esos. Tengo siempre tres o cuatro zumos Granini de colores en la nevera, tanta fruta que podría hacer realidad los cuadros de Arcimboldo, y comida verde, ¡¡no comía tantas cosas verdes desde el colegio!! Yo nunca he sido así, coño. En definitiva, que no consigo que me despidan de la oficina (sigo perdiendo mi tiempo para lucro del delincuente corporativo cántabro de cuyo nombre no quiero acordarme), de la que estoy más y más harto cada minuto que pasa, y soy el mejor cliente del bar en el que trabajo. Y para contrarrestar dejo de lado la fritanga y me hago medio hippie...
He conocido a un montón de gente, con tanto trajín parriba pabajo, y trabajando en un lugar público, en una zona tan peculiar como Lavapiés. Y a alguna persona muy especial. De esto no me gusta hablar ante una audiencia de desconocidos/as, pero también es un aliciente para que tenga en la cabeza pocos temas para tratar en un blog como éste. Casi que me apetece hacer una retrospectiva de las películas de Tom Hanks y Meg Ryan, no sé si me explico. Si hubiera escrito algo en estas semanas, probablemente habría sido una oda a la Primavera adornada con fotos de querubines y paisajes oníricos, una alegoría de las puestas de sol con remolinos de pétalos de azucenas, una bibliografía comentada de Corín Tellado... cosas así.
Hablando de todo un poco, tengo que dar otra primicia: la Princesa Letizia se ha sometido a una operación de hinchamiento uterino, que nos la tendrá engordando durante 9 meses, antes de que una hermosa modelo contratada por la Casa Real de (¿dé?) a luz a nuestro futuro rey y se lo endiñen a Letizia. Cuando di la noticia de la infertilidad de Leti, olvidé mencionar el correspondiente paripé que nos iban a montar. Por supuesto, ¿o acaso creíais que no iba a haber sucesión en el Trono de España?
Se me olvidaba contar quién es Totó, el del título: es un gato negro, gordo, con muchísimo pelo y muy dócil. Está como drogado todo el día. Y le tengo adoptado como mascota. Somos uña y carne; él es la uña, y yo la carne que desgarra cada vez que me acerco. Aún así, nos queremos. Le doy de comer dos veces al día, al mismo tiempo que a los peces, y me hace una compañía insustituible. El día que deje de verle me va a dar algo. Me ha cambiado la vida, el puto gato, más o menos como me la cambió el hámster Ygretel estas pasadas navidades. Yo creo que en otra vida fui un gato como Totó. Y quiero volver a serlo en la próxima.
Últimamente me están pasando bastantes cosas. Me hartaría de contar anécdotas. No lo haré, porque no os conozco de nada a casi ninguno, y me da un poco de vergüenza; también porque tendría que cambiar o falsear algunos datos, por seguridad o por si lee esto quien no debiera; porque debe ser bastante aburrido leer aventuras de gente desconocida en el ordenador (a mí los blogs personales no me entusiasman); y además, porque algunas cosas les cuesta creérselas incluso a mis amigos íntimos. Pero así como cuando empecé a escribir por aquí tenía un montón de tiempo libre y unas tardes larguísimas y aburridísimas, ahora cuando estoy con mis amigos no paro de hablar y de contar cosas surrealistas que me están pasando últimamente. Sobre todo, en el dichoso bar (donde vive Totó). He visto dos peleas como de película de Sam Pekimpah; hemos sufrido tres robos nocturnos; visitas de la benemérita; fiestas privadas sin un solo elemento legal; momentos incómodos con clientes extraños, de esos a los que hay que acabar echando a empujones; he tenido que ir a pagar dinero a personajes inverosímiles de Lavapiés, con cicatrices en la cara y que miran por encima del hombro; una noche acabé en una fiesta en la que no conocía a nadie, un miércoles, volviendo a casa casi a mediodía y mintiendo a jefes, amigos y familiares... Y también muchos momentos alegres y bonitos, claro está, que el bar es mitad La Teta Enroscada, pero la otra mitad es Cheer's. Me gustaría hacer una especie de "bestiario" con algunas personas y anécdotas de los últimos dos meses. Para leérselo a mis nietos. Estar allí es cansado y (lo juro) un poco peligroso en determinados momentos, pero teniendo botellas, amigos, chicas y la música que me gusta, se hace todo muy llevadero. Es lo que tienen los bares. No existe una rutina allí, y se agradece. Y cobro bastante bien, todo hay que decirlo. Mira, al final lo he contado. Más o menos. Es que llego a casa alterado y flipando la mitad de los días, de verdad.
Bueno, lo voy a dejar ya. Al fin y al cabo, volveré por aquí cuando me encuentre con más ganas, porque no soy de los que dejan las cosas a medias (ya sabéis, todo aquello del "eterno retorno"), y menos sin despedirme o hacer un epílogo, una sinfonía a bombo y platillo o un epitafio. A ver si traigo algo interesante debajo del... ratón. Sólo repito que os estoy muy agradecido por seguir leyendo estas cosas. Más aún, teniendo en cuenta que las imágenes fallan más que un CD Verbatim, y la página tarda tanto en cargar como los viejos juegos de Spectrum. Y siento si esto ha quedado un poco ombliguista. Qué demonios, esto lo escribo yo, no voy a hablar sobre la vida de mi prima. Además, alguien decía un día en los comentarios que tenía curiosidad por saber de la vida de quienes escriben estos blogs pseudo-freakies, ¿no? Pues espero que haya quedado satisfecho.
Hasta otro día. No sé cuándo.