Al margen del famosisimo The walking dead, el demiurgo Robert Kirkman aterrizó hace ya unos pocos años en Image con la intención de desarrollar un universo autorreferencial salpicado tanto de superhéroes como de humanos con poderes sobrenaturales. Tengo pendiente echarle un ojo a Invencible, el Supermán de Kirkman, aunque a priori no me atrae lo más mínimo. Y por fin he estado devorando unos cuantos números de este personaje, el hombre-lobo bonachón y peripatético inmerso en mil y un dramas cotidianos.
La serie cuenta la historia de Gary Hampton, un alto ejecutivo multimillonario que de golpe y porrazo recibe los poderes de un licántropo. El primer número asienta las bases de por dónde va a ir la cosa: Gary Hampton está casado, tiene una hija y un mayordomo, y es un santo varón enfrascado en mil y un proyectos benéficos, que es transformado en un peludo superpoderoso cada noche. Rapidamente, conocerá a un vampiro llamado Zechariah, quien le someterá a un duro entrenamiento para controlar su sed de sangre y los propios movimientos de su nueva anatomía. En cuestión de días, Hampton pierde todo lo que tiene, que le es embargado al ser considerado sospechoso de fraude. Zechariah resultará ser un violento hijo de perra, que asesina a la esposa de Hampton. Por ahí aparecen varios equipos de superhéroes y supervillanos que entran en la vida de Wolf-Man. Sectas de peligrosos hombres-lobo que quieren llevarle a su terreno. Un Hombre-Lobo primordial con dreadlocks que le guía espiritualmente por la vía el dar cera pulir cera. Chloe Hampton, la hija, desconfía del padre y se transforma a su vez en una vengadora mitad vampiro, tomada en adopción por Zechariah cuando Gary es acusado de asesinato y encarcelado. En prisión, Wolf-Man conocerá a The Face, un cabroncete con dos cabezas (mi categoría de monstruo pop favorito), que le tienta hacia el lado oscuro. El culebrón melodramático, el cliffhanger, los giros inesperados y los diálogos brillantes son la marca de la casa (como sabe todo seguidor de The walking dead). Todo es demasiado terrible y Hampton se lleva palo tras palo, como un mártir en vida. Y el asunto del licantropismo superheroico da el pego perfectamente. The astounding Wolf-Man es una serie sin mucha enjundia, con un tufo a tebeo clásico a lo Lee-Kirby (no creo que Savage Dragon, del editor actual de Image, tarde demasiado en cruzarse en el camino del Hombre-Lobo astoúndico, porque por ahí van los tiros) y que engancha un montón, pero, insisto, demasiado melodramático y tremebundo todo. Hay que añadir al cóctel los dibujos del desconocido Jason Howard, con unos posados del Lobo-Hombre que quitan el hipo y una planificación de las viñetas asombrosa, de verdadero fanático del tebeo pijamero. Un tebeo hipercolorido, sangriento en su justa medida, con superhéroes molones pero insulsos y una saga que a ver por dónde nos lleva, pero de momento estaré muy pendiente.