Descubrí a Ramón F. Bachs hace muchos años, cuando era adolescente y me enamoré de un tebeo independiente (Camaleón, 1996) en blanco y negro titulado Manticore, donde había mucha tía buena, aventuras y mitología. Del mismo rollo fue la miniserie Yinn, y otros tebeos sueltos que sacaba cada tantos meses para la fallida línea Laberinto de Forum (Saturn babe, algún one-shot para el Fanhunter de Piñol). El joven Ramón, alumno aventajado de la escuela Joso, me encantaba, con ese estilo cómico a medio camino entre Monteys y Bruce Timm. Me hizo mucha ilusión volver a encontrármele, hace ya pocos años, dibujando la magnífica serie Civil War: Frontline, el gran acontecimiento fin de siècle de los superhéroes Marvel visto a través de una redacción periodística. Pero pocos años antes de desembarcar en Marvel, había hecho unos cuantos números de relleno en DC, y entre otras cosas se ocupó del primer arco argumental de Detective Comics tras el nº 800. Fueron 12 números (el 809 y el 810 son ajenos a esta historia), con guiones nada menos que de David Lapham, premiado guionista famoso por su trabajo indie Stray Bullets.
La historia es (por supuesto) muy oscura y violenta, y transcurre en un barrio marginal de Gotham que se llama Crown Point, donde Batman se ve incapaz de poner orden y los niveles de delincuencia son insostenibles. Una noche tiene lugar un incendio, y sale a la luz una terrible polémica que atañe a un puñado de chicas embarazadas que permanecían encerradas en una habitación del edificio siniestrado, y que fallecen al instante. El incendio, así como la obsesión de Bruce Wayne/Batman por desentrañar el asunto (nos cuentan en un flashback al principio que se siente responsable directo, de forma un poco absurda, de la muerte de una joven, así que se tomará esto de las jóvenes embarazadas desaparecidas, de forma personal, para paliar su propio dolor), desencadenará una purga de responsabilidades que acabará con la vida de mafiosos, allegados e incluso políticos. Se suceden explosiones en despachos situados en lo más alto de algunos rascacielos de Gotham. Batman, incansable, persigue las huellas de alguien, en busca de Cassie Welles (¿casi hueles?), otra joven embarazada que ha desaparecido, y cuya madre se ha convertido en un estandarte televisivo de la lucha por la limpieza de Crown Point y de todo Gotham. Batman está en mitad de un fuego cruzado donde varias bandas luchan por librarse de las responsabilidades, y en mitad de una cruzada que se ha tomado como algo personal. Por ahí empieza a despuntar como principal sospechosa una sociedad secreta llamada El Cuerpo, compuesta por docenas de tipos extraños y silenciosos con máscaras ridículas en lugar de cabezas, que persiguen a Batman y Robin por doquier. También un contratista forzudo de Crown Point parece saber más de lo que dice. A lo largo de los 12 números pasan montones de cosas. El Comisario Gordon reaparece. Algunas personas están siendo suplantadas, rollo body snatchers, por figuras de tierra animadas. Batman se disfraza de mendigo para conocer a fondo la excrecencia de la vida en Crown Point. La espiral de chivos expiatorios llega hasta el Pingüino, Mr. Freeze o el Ventrílocuo, que mueren violentamente a lo largo de la historia.
Me ha gustado bastante esta historia, sobre todo el estilo de Bachs, que dibuja un Gotham que quita el sentido, y te sumerge en una historia sórdida y asfixiante, donde Batman apenas está pisando los talones a la acción, casi en elipsis entre las viñetas, o bien de paisano. Bachs además mete algunas coñitas (me fijo mucho en estas chorradas) como un graffiti de Chiquito de la Calzada en un callejón, un brick de Don Simón en una nevera o miembros de El Cuerpo con cabeza de Teleñecos. Muy entretenido y trepidante, incluso para el lector casual de DC como yo.
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