Estaba leyendo en el último número de la revista Vice un artículo sobre Oniontown, un suburbio al norte de Nueva York, apenas a unos kilómetros de Tribeca a través del Metro North, habitado por heroicos trailer park boys y anglogitanos que son el hazmerreír de la basura blanca, los cosmopolitas, los youtubers descerebrados y en definitiva de los malasañeritos de Nueva York. En el Vice, por cierto, también viene una entrevista muy maja con Adam Parfrey. Esto no tiene nada que ver con la película, pero a la protagonista, Rhonda, le separa un largo viaje en el Metro North de la destartalada casa de John Burroughs. No reconozco los paisajes, claro, pero intuyo que la acción debe situarse al norte de NY, no muy lejos del Oniontown aquel. Y sale un tipo chiflado por la calle con papel de plata por la cabeza gritándole a los transeúntes que nuestra realidad es una patraña, una pesadilla de los habitantes de Tierra 2 (un colega de Parfrey).
En “Another Earth”, de repente, aparece otro planeta Tierra orbitando alrededor de la nuestra, o al revés, o a saber, a medio camino de la luna. Y a medida que avanza la imposible y explosiva relación entre John y Rhonda sabemos que Tierra 2 es un espejo nuestro, que allí estamos los mismos que aquí. Vemos un globo terráqueo fotochopeado en unos cuantos planos, y la conmoción internacional, la palpitante ambientación, la catarsis colectiva está muy lograda, para una película de cuatro duros y ocho actores. Me ha parecido una peli genial, me ha impedido la siesta, me he estremecido un poquitín con alguna idea y me ha dejado pensativo para el resto de tarde.
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