Durante unos días de febrero, demasiados, estuve leyendo la novela
"El resplandor", porque por fin salió
"Doctor sueño" en rústica y quería disfrutarlas las dos seguidas. Y sucedió que
"El resplandor" se me hizo complicadísima de leer, fue una experiencia tediosa y extraña. Es cierto y muy obvio que la novela es hermética, una introspección constante en los demonios propios del protagonista/autor, con muchos textos salidos de la botella y tal, y que el continuo tono reflexivo ralentiza la lectura, pero no es eso: a mí el King cáustico, parsimonioso, demagógico, redundante, me encanta. No es eso: es el hecho mismo de que exista la película. La extrañísima versión cinematográfica de Kubrick forma una parte muy grande de mi educación, y sus imágenes son tan poderosas y fascinantes (aunque ni siquiera sea una buena película), desde que la vi siendo muy joven, que me resultaba imposible siquiera leer de una forma comprensiva, porque viscosas simetrías, tonos pastel, personajes, tramas, sonidos y objetos que no tienen nada que ver con la novela se me imponían de una forma muy contundente. Lo que más disfrutaba fue todo aquello que no aparece en la película: los flashbacks o la acción fuera del Overlook. Porque todo lo que aparece es tan diferente y fue mostrado de manera tan poderosa por Kubrick, y lo he mirado tantas y tantas veces, que fue un ejercicio extraño. Al propio Stephen King no le queda más remedio que, humildemente, hablar de la película y explicar que "Doctor Sueño" es lo que él
cree que pasó con Danny Torrance después de los terribles sucesos del Overlook. Y lo que pasó es todo muy guay. El mimoso Danny, dotado de un poder (que la película explica realmente mal), ha crecido y ha heredado la afición por el mamarse del padre, y estamos ante un personaje de nuevo repleto de bagajes, de confusión y contradicciones. Huyendo de sí mismo, se ha dado una nueva oportunidad tratando de superar la autocompasión y sus propios demonios como voluntario, ayudando a los ancianos de un pueblo perdido de Nueva Inglaterra a pasar a mejor vida. Por otro lado, el otro gran protagonista de la historia es una niña que posee un
resplandor aún más salvaje que el de Torrance, y no le queda más remedio que hacer de su pupilo, tal y como le había augurado Dick Halloran (que en la película practicamente no existe) que haría algún día. Abra Rafaela Stone, que es la niña, posee tal cantidad de resplandor que súbitamente sus destellos llaman la atención de El Nudo Verdadero, una sociedad secreta de vampiros de la mente que recorren América en autocaravanas (para pasar tan desapercibidos como el Imserso estadounidense, fauna habitual en campings e hileras eternas de las autopistas comarcales) que se alimentan de dicho resplandor. Entre las desventuras y los recuerdos del adulto Daniel "Doctor Sueño" Torrance, el sufrimiento de la adolescente Abra en un papel que no le corresponde a ningún niño, y las peripecias del Nudo Verdadero, esa suerte de erráticos góticos
desaparecedores de niños, la novela es entretenidísima, y la sesión continua desvela hasta qué punto han pasado 37 años de destreza y brillo en el invencible Stephen King.
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