No soy muy fan del
smooth jazz, del jazz vocal adulto, remilgado, melifluo y de ascensor. Si algún día me cruzo por la calle con Kenny G o Michael Bublé les voy a dar de collejas y después saldré corriendo; a Billy Holiday o Chet Baker les aguanto diez minutos; soy más fan del
A todo jazz de Cifu que del sofrónico
Área reservada, no sé si me explico. Y sin embargo, algo tienen Tin Cup Serenade que me han atrapado y no he parado de escuchar sus dos discos desde que los descubrí navegando a la deriva por Bandcamp. Será la voz de su líder, Rolf Wilkinson, o será el comedido uso de los vientos y la percusión exótica. Son una banda de Oakland que sin duda recibe ese tipo de influencias (jazz para ir a escuchar en directo con tu pareja al Pasapoga mientras tomáis un julepe de menta y charláis sobre el clima), y su sonido es sofisticado y relajado, pero también han sabido meter en la coctelera altas dosis de
americana (
Sunny Oakland day), blues rural (
Yaya blues), jazz
manouche a lo Reinhardt (
Lament for Javanette), Nueva Orleans (
Aunt's Hagar's Blues), neoswing (
All I can do is cry) o ritmos caribeños (
Limbo jazz,
Manitoba,
Fragments of you o el curiosísimo calypso-rap reivindicativo
Money is king). Todo bastante cool y tranquilito, para media tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario