Un adolescente cínico y hasta los cojones de este apelotonarse los días grises todos iguales uno tras otro al que llaman vida. No soporta a sus padres, ni a sus profesores, ni en general a las personas. Si acaso hay alguien al que admira, es a su hermano mayor, sordo, ciego, subnormal y anclado a una silla de ruedas, de la que solo se levanta muy de vez en cuando para darse de bruces contra las paredes o patear impulsivamente a desconocidos. El prota pasea a su hermano por galerías de arte, porque se las subvencionan, como a los jubilados. Y observa cómo la corrección política hace que la gente trate a su hermano con un respeto exagerado, que levantarle la voz aunque te suelte una hostia sería considerado poco menos que un atentado. Y su hermano subnormal, que no se entera de nada, atraviesa el mundo con mayor dignidad que cualquiera de nosotros. A partir de este tipo de situaciones, asistimos a algunas semanas de la vida del protagonista, a un desamor, a una serie de encontronazos sexuales con una cuarentona, a mil y un portazos y desplantes en casa, y a varios simpáticas escenas protagonizadas por el pobre y subnormal cataléptico, ausente, ataráxico, inmune. Me gustó mucho esta novelita, la segunda del jefe de la revista El Víbora. Pesimista casi hasta la parodia pero valiente y sorprendente, cínica y visceral sin caer en el sucedáneo imbécil, con todas las letras bien puestas y construyendo palabras que no se leen a menudo.
sábado, 4 de junio de 2011
Subnormal (Sergi Puertas, 2005)
Un adolescente cínico y hasta los cojones de este apelotonarse los días grises todos iguales uno tras otro al que llaman vida. No soporta a sus padres, ni a sus profesores, ni en general a las personas. Si acaso hay alguien al que admira, es a su hermano mayor, sordo, ciego, subnormal y anclado a una silla de ruedas, de la que solo se levanta muy de vez en cuando para darse de bruces contra las paredes o patear impulsivamente a desconocidos. El prota pasea a su hermano por galerías de arte, porque se las subvencionan, como a los jubilados. Y observa cómo la corrección política hace que la gente trate a su hermano con un respeto exagerado, que levantarle la voz aunque te suelte una hostia sería considerado poco menos que un atentado. Y su hermano subnormal, que no se entera de nada, atraviesa el mundo con mayor dignidad que cualquiera de nosotros. A partir de este tipo de situaciones, asistimos a algunas semanas de la vida del protagonista, a un desamor, a una serie de encontronazos sexuales con una cuarentona, a mil y un portazos y desplantes en casa, y a varios simpáticas escenas protagonizadas por el pobre y subnormal cataléptico, ausente, ataráxico, inmune. Me gustó mucho esta novelita, la segunda del jefe de la revista El Víbora. Pesimista casi hasta la parodia pero valiente y sorprendente, cínica y visceral sin caer en el sucedáneo imbécil, con todas las letras bien puestas y construyendo palabras que no se leen a menudo.
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