Pepe Menéndez ejerce de bedel en el vergel del célebre templete en el que tepes de césped reverdecen de esquejes perennes. Enfrente, ves que el tenderete del pesebre que vende merengues depende de Clemente desde este mes.
Pepe lee best-sellers de Pérez Reverte; Clemente, en vez de entretenerse en leer entremeses de Bécquer, se mete LSD.
El pene de Menéndez es rebelde, es trece veces tres trenes de Renfe, se cree que de él emerge leche efervescente, semen de excelentes genes; el pene de Clemente estremece verle: es enclenque, endeble, pelele... breve. Es menester que se entrene, que persevere, que se esmere, que se despelleje en el retrete, qué leñe.
Pepe merece ser el jefe; Clemente, el mequetrefe.
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