Hace ya varias semanas que me senté a ver la nueva de Sorrentino, con una urgencia y unas ganas terribles, con las expectativas por las nubes, relajado, predispuesto, cómodo, recién merendado y exfoliado. Sin duda, una de las películas más grandiosas de los últimos años... tanto que a mí me vino grande. Extasiado por la fotografía e impresionado por las actuaciones o la música, intrigado por la trama y riéndome, excitándome o sobrecogiéndome cuando tocaba, mi conocimiento e interés hacia el cine clásico italiano sin embargo se limita a Jaimito, Tinto Brass, Leone, D'Amato, giallo, mondo... y a acumulación de bostezos y desconcierto las contadas veces en las que me he intentado enfrentar a una de Fellini, Antonioni, De Sica o Visconti cuando me las ponía mi padre (...o igual era por eso, por el furor edípico). Envidio un poco al que aglutina referencias como para disfrutar de estas obras tan intensas y grandilocuentes, quien le encuentra los tres pies al gato... No tengo yo nada en contra pero tampoco a mi favor en cuanto al cine italiano, es solo que las anteriores de Sorrentino me parecieron una maravilla absoluta, diáfana y nada complejas socio-culturalmente, y en ésta no sé yo si he sabido entrever lo que se contaba. O en realidad no sé si hace falta. Doy fe, en mi caso, de que para disfrutarla y estremecerse ante la
bellezza que exhuda cada plano (a quince planos por minuto) no hace falta, no. Y que el carrusel de
roadsine attractions de la humanidad que me fascinó en
"This must be the place" sigue intacto (en este caso, en el hombre que se fotografía cada día, el tipo que hace desaparecer jirafas, la niña que pinta con rabia, las
velinas y las caricaturas de la noche en las fiestas de alta alcurnia). Eso si, no ser mangurrianes como yo y ved esto proyectado en la pantalla más grande posible, porque es
bellízzimo. En cuanto a las ideas expresadas y los referentes, ya digo que estoy en blanco, pero en cuanto al argumento asistimos al día a día de un escritor decadente, nostálgico, aburguesado, trepa, esnob y cínico que se aferra a una supervivencia hueca, pomposa y hedonista por pura desesperación, rodeado de gente exactamente igual de repelente. De fiesta en fiesta, sin ganas ya de nada más que fiesta, sexo carroza, farlopa, autoconmiseración y esa idiosincrática soberbia de la opulencia italiana que tan bien desgranaba el documental
"Videocracia". Una delicia dilatada y trasnochada que a mí no me ha aburrido nada y con unos diálogos de los que hasta tomé notas.
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