Había un viejo running-gag de adolescencia en mi pandilla que consistía en lanzarse unos a otros frases cacofónicas y reiterativas, del tipo "tómate el tomate", "estira la esterilla", "saca el saco", "¿me cedes el mercedes?", "estoy más escocido que un escocés", "peor que Bruce Willis hueles", etc. Una de ellas no me gustaba mucho, porque hacía referencia a la protagonista de esta película, Meg Ryan, por entonces una guapísima estrella del cine romántico que todos queríamos como madre. O para follar, que éramos jóvenes, pero tampoco éramos bobos. "Me rayas más que Meg Ryan", sin embargo, se está convirtiendo en toda una realidad, con esa sarta de ridículos dramas en los que se está sumergiendo últimamente. Y sobre todo, porque la cara se le está derritiendo y la nariz achatando de una manera alarmante, que la pones al lado de Latoya Jackson y ya no sabes quién es quién. Es una pena, hacerse mayor así y elegir al cirujano equivocado. Meg Ryan, estás horrible, das grima. En esta película, un remake de una obra clásica de George Cukor, la otrora apetecible Meg hace de una esposa cornuda, cuyo acaudalado marido, obviamente, puede permitirse montárselo con esculturales dependientas a sus espaldas (en este caso, Eva Mendes es de la que tenemos constancia). A Meg le acompañan en el reparto un grupo de arpías, que pronto se enteran de la cornamenta y quieren ayudarla. Meg terminará afrontando el asunto a base de encontrarse a sí misma, ponerse trascendental y cambiar totalmente de vida. Entretanto, asistimos a escenas del intrascendente proceder de la MILF pija conservadora, chistes horribles sobre tampones, frases lamentables que bien podrían convertirse en grupos de Facebook para feministas, y monumentales soplapolleces moralistas unisex.
Así como, en su momento, se rodaron películas cuyo reparto estaba compuesto exclusivamente por actores horriblemente malos (casi todas), enanos ("The terror of Tiny town", "Even dwarfs started small", "Midget orgy mania XVII"), satanistas ("Invocation of my Demon brother"), hipnotizados ("Heart of glass"), discapacitados mentales ("What is it?", de Crispin Glover), menores de edad (destacando "Emperor tomato ketchup", pero hay muchas), una sola persona interpretando a todas (las de Eddie Murphy), etc., en esta película (también en la original de Cukor) se han empeñado en que no salga ningún hombre, y todo, absolutamente todo el metraje está monopolizado por menopáusicas que se comportan como gays. Una cosa horrorosa, no recomendable ni siquiera para amas de casa apaleadas.
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