jueves, 1 de marzo de 2007
452. Lndsay Lohan y 16 cosas sobre mi gato
1. En la línea argumental que siguen mis sueños, Lindsay Lohan y yo contrajimos finalmente matrimonio hace cosa de un mes, pero lo nuestro era imposible, porque no estoy acostumbrado a la vida en pareja, y discutíamos todo el rato por cosas que no tienen ninguna importancia, como el color de la tapicería o la intensidad con la que regulábamos las luces de la lámpara para ver la tele. Añadiendo a eso que ella es una estrella de cine famosísima y que está tan buena, y yo un pobre hombre que acepta cualquier curro mal pagado mientras sea agradable y de pocas horas, lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un flambeado de Moe. Así que nos divorciamos. Pero la parte positiva es que seguimos quedando a escondidas y retozamos con muchísima más pasión que antes, si cabe.
2. Este segundo post de reflexiones enumeradas, de nuevo dedicado a la diva teen Lindsay Lohan, es un monográfico sobre el tema que tiene monopolizados mis pensamientos: MI GATO FREDI.
3. Llevo casi cinco años viviendo solo en mi piso del centro de Madrid, pero desde el lunes pasado (hoy es jueves) tengo un compañero de piso, y quería contarlo aquí. Se trata de un gato que me han regalado. Parece una tontería, pero mi vida ha dado un vuelco desde que llegó. No sé si alguien que pase por aquí tendrá un gato y se puede hacer cargo de lo que siento, o si acaso lo mío no es normal; pero yo estoy absolutamente obsesionado, y entusiasmado con la novedad. Pienso en mi gato desde que me despierto (Fredi me despierta) hasta que me acuesto (Fredi se acuesta siempre a mi lado), y todavía no me he hecho a la idea.
4. En realidad, tener un gato es como tener el compañero de piso perfecto. No se queja de nada, no molesta, no me hace sentir pudor, no me quita el mando, escucha la misma música que yo, es baratísimo, me hace compañía, y justifica esa manía que tenemos los solteros emancipados de montarnos conversaciones imaginarias con la nada, en voz alta. Desde que llegó Fredi, ahora al menos hay un ser vivo que está siempre a mi lado, y yo hago como que me escucha y me entiende, aunque no conteste. Supongo que de aquí a unos meses empezaré a imaginarme que, además, me contesta. Pero lo único que hace es dar maullidos parecidos al llanto breve de un bebé, cuando tiene hambre o quiere jugar. Es divertido, es decorativo, y es muy bueno conmigo. El único compañero de piso por el que cambiaría a Fredi es Lindsay Lohan.
5. Fredi es un gato de la raza cualesquiera. No tiene pedigree, ni es persa, ni ruso azul, ni nada de eso que suelen ser los gatos que molan. Es un gato negro común. Tiene cuatro patas, ojos amarillos, bigotes largos, pestañas y pierde pelo a cada paso. Cuando me lo trajeron a casa me advirtieron que era muy inquieto, porque es todavía muy pequeño (el veterinario le calcula dos años gatunos, que como aprendíamos de críos, equivalen a 2x7=14 años humanos). Se suponía que se pasaría el día correteando como loco, arañándolo todo y bufándome para que le tirara la pelotita de lana, como una especie de ciclón hiperactivo con garras retráctiles asesinas. Así fue el primer día, pero no sé si es que en su anterior hogar estaba muy nervioso o qué, pero la verdad es que aquí es buenísimo, y tiene una pachorra que no te puedes ni imaginar. Es incluso demasiado cariñoso, no es nada independiente. Me persigue a todas partes y se sienta a mi lado, hasta cuando voy a cagar. Me da el lomo para que se lo masajee, y me roza siempre al pasar a mi lado.
6. Su antigua dueña lo encontró en la calle hace un mes, y no se le ocurrió otra cosa que llamarle Alfredo, que es un nombre tan bueno y tan tonto para un gato como Isidoro, por ejemplo. Ni me gusta ni me disgusta, simplemente se llama así. Una amiga me animó a que le llamara "Risketos", porque hace tiempo yo devoraba gusanitos retorcidos de esos de Risi; pero como Fredi venía ya enseñado, pues así se ha quedado. En realidad es mejor así, porque cuando le llamo me suena mejor decir "¡Fredi!" que decir "¡Risketos!". Me sentiría un poco idiota si me oyera la vecina. Además, tiene una especie de DNI, una cartilla médica en la que figura ese nombre.
7. El dato que definitivamente me convenció para adoptar a Fredi es que estaba solo, había sido abandonado en la calle y había sobrevivido a una leucemia canina. Me sentí obligado a acogerle y darle un hogar y un cariño. Él haría lo mismo por mí.
8. La mayor travesura que ha hecho hasta ahora fue subirse a la mesa del ordenador y darles tobas a las cosas para verlas caer al suelo. Yo me partía de risa y las volvía a poner encima de la mesa. Y así, horas. Pero tengo comprobado que sólo provoca el caos cuando yo estoy presente. Le he observado a escondidas cuando me voy a trabajar (trabajo al lado de mi casa, que es un piso bajo, y puedo espiar por la ventana en los descansos del café), y cuando está solo está todo el rato hecho un jirón en el sofá. Por eso, cuando me voy le dejo la tele puesta, para que al menos esté entretenido. Me da pena imaginármelo 8 horas al día solo en una casa silenciosa. Le suelo poner La 2, que creo que echa dibujos animados educativos.
9. No he puesto ni pondré una foto ni un video de Fredi en mi blog. No sin su permiso. De hecho, ahora que lo pienso no le he hecho ninguna foto, y debería, por si un día se me escapa y quiero poner por ahí el típico cartel de "se busca". Pero por si alguien tiene curiosidad, que busque "gato negro" en el Google o en Youtube, y aparecerá un clon de Fredi.
10. Hace cosas graciosísimas. Se me sienta delante de la pantalla del ordenador y me maúlla (como ahora mismo), gira la cabeza hacia los lados juguetón, se lame el culo después de descomer, se pasa horas peleándose con su pelotita de lana, se engancha las uñas a la moqueta o se esconde para que le busque. Y por supuesto pega unos saltos de atleta olímpico. Hasta ahora su récord ha sido subirse encima de la pecera desde el suelo, es decir, un metro y medio con caída elegante y perfecta. Su relación con los peces, al menos hasta ahora, es perfectamente cordial. Lo de Silvestre es falso o al menos desproporcionado.
11. Como soy totalmente virgen en esto de los gatos, no sé si satisfago todas sus necesidades. Cuando me maúlla me levanto corriendo y le pongo más comida, y a veces resulta que no era eso; o le tiro un juguete y me mira como si yo estuviese loco. Yo creo que en general lo que quiere es que le haga caso y que le haga caricias, pero a veces sigue maullándome con esa voz de bebé herido y me da un poco de pena. Necesito ayuda, y el jodío viene sin libro de instrucciones.
12. Yo creía que estos bichos pasaban totalmente de su dueño, e iban por ahí por la casa como rajás deseando no cruzarse conmigo más que para comerse mi lasaña. Se supone que al gato no hay que darle de comer otra cosa que no sean esas minúsculas croquetitas de corcho de colorines. Mi veterinario me dijo que tiene intoolerancia a la lactosa, y no puede tomar ni leche. Maldita era de los bífidus y la histeria colectiva por la salud. Los gatos, de toda la vida de dios, correteaban por el pueblo comiéndose toda la mierda del mundo y estaban más sanos que ahora. No me jodan, hombre. Que mi gato no es metrosexual, es sólo gato.
13. Por supuesto, al contrario de lo que pensaba, tampoco le puedo dar sardinas ni salmón ahumado. Para alegrarle un poco el paladar, le he comprado hace un rato distintas variedades de comidas pastosas con sabores selectos. Todo tipo de sucedáneos de aves, mamíferos y sobre todo peces travestidos en latitas de patés monodosis, para alternar con las bolitas de corcho. Es que me ve a mí zampando Panteras Rosas o pollos asados, y se queda mirando embobado. Es injusto.
14. El lunes por la noche, nuestra primera noche juntos, lo pasé fatal. Por un lado, porque me acojonaban un poco esas garras en constante mete-saca, que parecen pequeñitas pero que hacen trizas todo lo que tocan; no me atreví a acariciarle hasta pasadas unas cuantas horas, y en cuanto contactamos por primera vez me sobrecogí y me di cuenta de que no era tan fiero como lo pintaban, sino todo lo contrario. Pero además de por el (creo que lógico) miedo ante la bestezuela que se instalaba en casa, también lo pasé mal porque tuve una fortísima reacción alérgica. Me empezaron a picar la garganta y los ojos, y sentía escalofríos. Pensé que no iba a poder quedarme con Fredi, y me dio mucha pena. Afortunadamente, al día siguiente me desperté perfectamente, y hasta ahora. No soy alérgico a Fredi, gracias a Osiris.
15. Desde mi casa tengo acceso al patio interior del edificio, que es un verdadero parque de atracciones para gatos. Desde mi punto de vista no es más que un puto zulo con trastos, pero para Fredi es un paraje inmenso, misterioso e inexplorado, como lo era el pequeño jardín de su casa para los protagonistas de "Cariño he encogido a los niños". Cuando le dejo salir al "recreo", Fredi sube y baja escaleras, olfatea sacos de yeso, araña nuevas paredes o salta por encima de fascinantes cubos de basura. Se le ve feliz. Si me dejan los vecinos, voy a construirle ahí una piscina de bolas-de-pelo y un sietepicos gatuno.
16. Como parte negativa, apuntar que el veterinario que hizo de intermediario en la adquisición de Fredi me tiene frito, quiere sacarme los cuartos como sea y me ha organizado la agenda en un pis-pás. Ya le ha puesto dos vacunas, le ha recetado varias pastillas y quiere convencerme de que le compre siempre a él la comida, más cara que en cualquier otro sitio. También quiere ponerle un microchip subcutáneo con sus datos identitarios y los míos. Esto último, aunque también cuesta bastante pasta, me ha molado porque es como de peli ochentera de ciencia-ficción.
17. Y por supuesto, también es bastante triste pensar que me he convertido en una de esas personas que viven solas con un gato. Como siga igual cuando tenga cuarenta años, por favor matadme.
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