El de aquí arriba no es un buen ejemplo de críptido. Pero es tan fascinante que no me he resistido a recogerlo. Pero ya hablaremos de él. Antes de entrar a tipificar cada caso de supuestos animales desconocidos, expongamos algunos principios y pasitos básicos que dio esta ciencia, la Criptozoología.
Mientras la Agencia Espacial Terráquea y sus distintas ramificaciones territoriales se empeñan en enviar naves pilotadas a Melmak (para conocer el porcentaje de cadmio que contienen su rocas, por ejemplo), aquí en este planeta tenemos muchísimos lugares inexplorados. No solamente carecemos de medios para siquiera conocer una mínima parte de los océanos (que conforman el 70% de nuestro mundo), sino que hay terrenos inhóspitos en casi todos los continentes. Pensemos por un momento en el mapa del mundo conocido hace sólo 500 años. A día de hoy tenemos imágenes reales de nuestro planeta desde el espacio, con lo que muchos mitos han sido derribados, pero sigue habiendo muchos territorios en los que el hombre civilizado no ha pisado jamás, en la Patagonia, en Australia, en bosques de África y América, etc. Y eso, quedándonos en la superficie, sin adentrarnos en el microcosmos, donde aún quedan muchísimas respuestas por encontrar, y muchos seres vivos por descubrir. Incluso tribus de seres humanos podrían vivir ocultos y ajenos a la civilización. Esta certeza es la que fundamenta el (supuesto) objeto de estudio de los criptozoólogos.
Como vimos en el capítulo anterior, la historia de la Criptozoología se forma alrededor de los descubrimientos en nuestra fauna. Otros ejemplos conocidos de su aparición y asentamiento los encontramos en el novelesco caso del ácaro de la sarna (Sarcoptes scabiei hominis). Hoy es sabido que la enfermedad de la sarna se debe a la colonización parasitaria de un pequeño y asqueroso pulgón, similar a una araña blanca y negra, que excava literalmente túneles en la superficie de la piel de los mamíferos e incuba su progenie, originando insoportables picores y propagando enfermedades. Pero durante todo el siglo XVII, XVIII y XIX, época en la que esta plaga causó estragos entre la población, fueron muchos los médicos que intentaron sin éxito buscar dicho parásito, en la vesícula y en otros órganos del cuerpo, inspirados en la extraña teoría del médico italiano Cosimo Giovanni Bonomo (1663 - 1696), al parecer el único que había visto y dibujado al animalito. Era un verdadero expediente-X, y se lanzaban todo tipo de hipótesis, pero nadie quiso dar la razón a Bonomo. La gente humilde de los pueblos estaba acostumbrada a extraer con agujas al insecto, pero no se había conseguido aislar en un laboratorio, así que hubo que esperar hasta 1834, cuando el corso Simon François Renucci asombra a "las autoridades sanitarias" de entonces, liberando a varios enfermos del miserable insecto sarnoso ante una docta audiencia («l'identification de l'acarus avec la maladie dans laquelle on le rencontre n'est qu'une pure induction de l'esprit», dijo).
Casos similares a los del gorila o el ácaro de la sarna están documentados en diversas fuentes: tan sólo hace un par de siglos el pueblo aseguraba que había visto un monstruo, pero la Ciencia reía o callaba, y a día de hoy son especies aceptadas, documentadas y ampliamente conocidas. Pasó con la misteriosamente hermosa manta raya, ese terrible monstruo cornudo al que los indígenas de América Central llamaba “diablo de mar”; con el exótico okapi, descrito originalmente y durante muchas generaciones como un “burro salvaje del bosque”; con el ornitorrinco, el lémur, la morena o el tapir; del dragón de Komodo, “visto” por primera vez en 1912 y que se creyó extinto durante gran parte del siglo (actualmente hay ejemplares en al menos dos zoológicos sólo en Madrid) ya se hablaba en libros indonesios del siglo XVIII; y la gacela de Waller (una especie africana) se "descubrió" para la ciencia en 1879, y sin embargo ya aparecía en grabados rupestres de 3000 a 4000 años de antigüedad en el valle del Nilo y en bajorrelieves egipcios del siglo XIII antes de Cristo.
Podríamos seguir con ejemplos de este tipo durante horas, más aún si entramos en animales que durante siglos la Ciencia consideró erróneamente que se trataba de híbridos de dos especies ya conocidas, en casos en los que un especímen encontrado era confundido con otro o cuando se redescubre una especie que se creía extinta. Remontándonos miles de años, supongo que pasaría lo mismo con gatos y perros, que la primera vez que fueron vistos estarían rodeados de misterios y verdades a medias, y hoy comen de nuestra mano. Pero todo esto no es un vestigio del pasado: actualmente hay muchos "presuntos animales" que son avistados, casi a diario, por el pueblo llano, e ignorados por la Ciencia. Gracias a ello, la Criptozoología todavía tiene una razón de ser.
Es aquí donde termina la introducción y nos adentramos en el cuerpo de este artículo: los animales desconocidos de hoy en día, no catalogados por la Ciencia y cubiertos de leyenda. Avistamientos nocturnos en recónditos bosques; serpientes marinas de gargantuesco tamaño que asoman su lomo en el centro de un lago cuando sólo miran unos pocos; fotografías casi veladas de homínidos peludos de tres metros de alto... Majestuosos chupacabras, yetis, gárgolas que cobran vida, mujeres peludas con alas, calamares que desayunan ballenas, hombres-rana, sapos grandes como toros, felinos voladores, vampiros, minotauros, manticores, stellamedusas, hombres lobo y seres llegados del espacio o del centro de la Tierra.
¿Qué hay de cierto en estos testimonios? ¿No os parece fascinante? ¿Nos hemos vuelto todos locos, o cuando el río suena...? ¿De verdad dentro de unos años la Ciencia dará la razón a todos esos granjeros y pescadores aburridos ávidos de fama? Desempolvemos los viejos ejemplares del Fortean Times y el Más Allá, trasnochemos en viejas bibliotecas, estemos más atentos que nunca al cachondo Discovery Channel y exprimamos a Google hasta sacarle todo lo que sepa. ¿No es rematadamente pop todo esto?
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