![Portada del tomito](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_t98Ft8OLheUCTuKz-xVxwcoUOucV9u0DeijASXHF6PZisPeCSOhfBnn3SdKstebp83HBwbp00kgvBr4GbXl0BevgbKz2hhvUioS1Sja15EUGwoloz2zoWJWZZLVg1DdOORB8Hc-pofiw=s0-d)
No me considero un fanático al uso de la obra de
J.R.R. Tolkien. Sólo leí
"El hobbit" de pequeño y
"El Silmarilion" cuando era todavía demasiado pequeño. Con los tochos de la epopeya de los anillos, no me he atrevido ni he podido terminarlos. Pero sí respeto y admiro su obra y la capacidad e imaginación de este titán para inventarse (o mejor dicho, reinventar y recrear, como sabiamente puntualiza y pone los puntos sobre las íes el
frikólogo Álex Werden en un reciente
post) todo un mundo propio repleto de personajes, bestias, lugares e incluso, como es bien sabido, un lenguaje personal y coherente. Actualmente, y más desde el estreno de la fantástica trilogía, hay varios libros dedicados a inventariar su mundo, de los cuales mi favorito siempre fue uno que me trajo
Papá Nöel hace 15 años, el
"Bestiario de Tolkien", una impresionante guía de flora y fauna oscura preciosamente ilustrada.
Pero si hay un libro que me parece significativo de la personalidad y de la pasta especial de la que estaba hecho el gran autor británico, es sin duda
"LAS CARTAS DE PAPA NOEL" (
"The Father Christmas letters", 1976), del que me he acordado pensando en
Jota Erre Erre. Es un libro infantil, totalmente ajeno al mundo de espada y brujería que conforma el resto de su producción. Pero que
![Estampa entrañable](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_uOQgK0m0AM71Vcd9ku0OkEiT_ttQAj9eKpRXLrV0L24YZ1WbmuQK-HO_O6cS3q7ak686xEDao2vzaaU6FNfzGXNQkCP1qZe9QmCoDaTi-_xabewtHUTdu5GLcVU-6SBLl-qPRQIPpDaPc=s0-d)
cuando lo encontré (no recuerdo cuándo se adquirió, sólo que ya estaba por mi casa siendo yo muy pequeño) me dejó patidifuso, fascinado:
John Ronald Reuel se había dedicado a contestar año tras año (entre 1920 y 1940) las cartas que escribían sus hijos a
Papá Nöel, haciéndose pasar por el entrañable barbas, inventándose un matasellosos del
Polo Norte, un lenguaje particular para los elfos ayudantes, una manera diferente de hacer llegar las cartas a los críos cada vez... En fin, todo por conservar vivo el
Espíritu Navideño y tener a los pequeñajos viviendo una ilusión hasta alcanzar los 12 ó 13 años. A esa edad aproximadamente, le contó a su primogénito la historia, para seguir con ella apoyándose en su complicidad, y así sucesivamente con sus 4 hijos.
Puede parecer algo un poco hortera, pero el libro de verdad que es precioso, repleto de dibujos mágicos, extrañas runas que los niños tenían que descifrar... Y todo ello salido de la cabecita del mismo señor que se inventó toda la
Tierra Media y prácticamente toda la literatura de fantasía heróica que hoy nos inunda. Una joya. Y creo que un detalle curioso y bonito de la biografía de
Tolkien.
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