miércoles, 20 de junio de 2012

American Pickers

Este subproducto para el network de telerrealidad ha desatado de forma irracional y desproporcionada mi sentido arácnido, mi norteamericafiliómetro echa chispas otra vez. Las tres primeras temporadas están goteando poco a poco para mí para siempre, y cada dos por tres disfruto de un nuevo y delicioso episodio de esta pareja de saqueadores de objetos, arqueólogos de antiqués (“Cazatesoros”, lo han titulado pobremente en el canal Xplora, donde todavía no lo he pillado doblado nunca; no sé a qué hora lo echan en castellano), que se dedican a viajar por rincones inhóspitos de la América profunda conociendo a rednecks y seres abisales que acumulan porquería en sus graneros, búnkeres, silos y salas de tortura. Un viaje sin desperdicio por la roadside America visitando montañas de basura inservible. Sus presentadores, Mike y el Señor Potato con barbas, los dos saqueadores americanos, me caen bastante mal. El primero me recuerda mucho a alguien odioso que conozco, y el de las barbas es más soso que una piedra. Menos mal que ahí está Danielle, la secretaria gótica, a la que da gusto mirar y que a veces también se une a la caza subiendo bastante el nivel. Además de los dos presentadores anodinos, el show tiene otros dos grandes problemas que lo hacen un poco incómodo de ver, para mi gusto: en primer lugar, el hecho de que todo es falso, que está pactado y trampeado, como sucede con toda la telerrealidad mundial. Los pickers se acercan a una granja semiabandonada, y aseguran que han parado de casualidad, porque huele a oro oxidado o porque han visto aparcada en la puerta de la finca una motico Indian del año Catapún antes de cristo; suena una música inquietante, un paleto armado asoma por la puerta de su autocaravana, y parece que el encuentro pueda ser accidentado... pero claro, el cámara está rodando la escena desde dentro de la autocaravana, desde detrás del paleto... así que sabemos que todo es mentira, que hace horas ya que se han conocido, si es que no les ha llamado el propio paleto porque es fan del programa y le vienen bien unos dineros. Todo es mentira. La tele miente, la tele tiene un retraso y todo está preparado. De pronto, en un episodio, están perdidos en algún lugar de la route 46, ven un cartel, llaman al número de teléfono que figura, y al otro lado de la línea coge el teléfono como si nada un paletillo de Paletolandia, Iowa, que casualmente está siendo grabado por un equipo del programa... ¿a quién quieren engañar? En fin, que cuando estos programas pseudo-divulgativos lo disfrazan todo así tan mal, de una forma tan burdamente espectacular en favor del ritmo, de la sorpresa o de lección de historia, a mí me da un poco de rabia. Y la otra cosa que me da rabia es que los troncos estos sean tan inmorales, tan desalmados y tan jodidamente usureros. Que van a casa de una vieja moribunda y le regatean los céntimos por un cartel original de un Dinosaurio Sinclair, y al final del bloque nos explican, sin contemplaciones, como si tal cosa, que ese cartel que han comprado por 13 dólares lo van a revender a un coleccionista por mil cuatrocientos. Y se quedan tan anchos. Incluso a veces les dicen a los acumuladores de mierda que ese álbum de fotos paleolíticas, ese pasador de corbata que perteneció a Jebediah Zebediah Springfield o esa jukebox está destartalada, los van a guardar para sus nietos, que son muy fanes, que su tatarabuelo tenía una igual... y es todo mentira: enseguida explican que le van a sacar unos mil pavos limpios a todo. Jodíos judíos. Otro aliciente es que, con la excusa de que esto se emite en el bizarrísimo Canal de Historia, las transacciones vienen acompañadas de información sobre los objetos, orígenes, período de fabricación, etc., sacada abiertamente de la Wikipedia. Dicho todo esto, y a pesar de todo, soy el fan número uno de este jodido programa, mi favorito ahora mismo de toda la parrilla televisiva universal junto con Drive-ins, diners and dives y la FIFA Eurocup que echan en Mediaset Sport S.L. De los (pocos) episodios que he podido ver hasta el momento, me gustó mucho un Especial Guerra Civil, en el que, para variar, en lugar de estar regateando a los rednecks para aprovecharse de su circunstancia y tomarles el pelo, toda la búsqueda la hicieron (supuestamente) para alimentar el fondo de un museo de historia militar sobre la batalla de Gettysburg en Pennsylvania. Viajan de granero en granero acumulando banderines, rifles, sables confederados, cantimploras, documentos, etc., con una (supuesta) coartada histórica y filantrópica. Pero en general, los programas no son temáticos aunque los subtitulen y organicen. Si acaso, la temática de cada episodio es geográfica, mapeando zonas rurales remotas. Pero a veces se centran, más o menos, en comprar (y revender) basura a partir de un tema: carteles de hostelería y alimentación, motos y su circunstancia... Como el especial que hicieron titulado Pinball-mania, donde se pillaron un futbolo de muñequitos de hockey por el que yo hubiese dado un riñón, y saquearon también la buhardilla de una familia de feriantes del circo Barnum retirados. Cada vez que el carroñero de barbas (Frank) y el buitre espigado (Mike) abren la puerta de un garaje, de un hangar, de una alcoba, siento como si a través de la pantalla me llegase el olor a rancio, a cerrao, a moho, a maravilla añeja. Algunos paletillos tienen la basura ordenada en vitrinas, son verdaderos coleccionistas adinerados que dan salida de forma organizada a su Diógenes, cuyos graneros de pesadilla se parecen más al Popland de Argüelles que a un silo en mitad de Lanada, Milwaukee, a ochocientos kilómetros del siguiente ser vivo más cercano. Otros sin embargo acumulan montañas y montañas de polvo, mobiliario, cartelería, pedazos oxidados de motos y coches, brazaletes de vaquero, pantalones de payaso de circo, vasos de Happy Meal de los años cincuenta, el cabás que usaba Lincoln en Primaria, juguetes de latón del siglo I, varios kilos de polvo con la forma de la bicicleta de Buster Keaton, pilas de periódicos de la colección particular de Annie Oakley, la pitillera de Liberace, un muffler man que reventaría la máquina del carbono 14, etc. A algunos de los personajes que visitan quiero conocerles yo antes de morir, cuando me haga rico y haga realidad mi sueño de pasar un año viajando a dedo por el Cinturón de la Biblia. Estos días estoy yendo más que nunca a las chamarilerías del rastro, y les regateo a los gitanos los bolsilibros y los juguetitos de plástico roñoso hasta que me sacan la garrota y me voy.

viernes, 1 de junio de 2012

Los huerfanitos (Santiago Lorenzo, 2012)

Ha pasado bastante tiempo desde que leí esta magna novela. Y ya salió el otro día en El País un merecido ósculo firmado por Marcos Ordóñez (no en vano, especialista en teatro del Babelia; y a quien por cierto yo confundía hasta hace poco con Jordi Ordóñez, y así no entendía nada) que la pone muy bien. Ya hizo el la merecida comparación con Azcona, con los Tenembaums de Wes Anderson, con la magia de un orfebre incomprendido como no hay otro en nuestro espectro artístico. Y no sé quién le enfrentaba también con Eduardo Mendoza; pues yo me quedo con éste, que aquél es muy relamido y éste un galán con las letras. A mí me gustó más "Los millones", tengo que decir, pero apenas por la nostalgia de la ambientación y localizaciones. Ésta es más brillante y compleja, las piezas del puzzle encajan que es de quitarse el sombrero, los momentos cómicos son dignos de Jardiel Poncela y la lectura sociológica, la metáfora, pone los pelos de punta. Corrosivo, cínico, cachondo, poético, portentoso, Santiago Lorenzo es un capricho que no me merezco siquiera. Que no le den el Planeta y nos lo jodan...

Panenka nº 08

Hace tiempo un amigo me recomendó que le echara un ojo a la revista Panenka. A mí, que lo que más me interesa del fútbol es la rima fácil de los delanteros, los peinados de los del Atleti y como mucho un resumen semanal de 20 minutos en “falso directo”, al estilo de laSexta. Y qué bien me conocéis, demonios, cómo me lo he pasado, por fin, leyendo este primer ejemplar que llega a las tiendas. Hasta ahora solo se podía conseguir a través de la web, y solo podía haberme hecho una idea a través de los contenidos libres. Este octavo ejemplar, el de mayo, me ha hecho fan absoluto. Panenka es una revista de fútbol retro, fútbol intelectual y épica sepia. Para aficionados que se visten por los pies, que aman el fútbol como deporte, y no como espectáculo circense para débiles mentales. Que no se acercan al Marca ni con un palo, pero se pajean con Fiebre Maldini. Aficionados de los que tienen comentarista argentino favorito, utilleros de los sesenta en el recuerdo y un montón de libros sobre fútbol en casa. Algo así. En Panenka se rinde tributo a Sócrates, a Garrincha, a Kempes, al portero manco de Uruguay, a los tacos de las botas de Goiko, a los penaltis de tacón, la Unión Deportiva Mortadelo, los goles de portería a portería y los futbolistas fumadores con bigotazo, como los de antes, coño, y no estos bakalas imberbes jugando al Angry Birds en el banquillo que tenemos ahora. La actualidad sale de refilón (como en el artículo sobre el Atlético Baleares, que aspira a subir a 2ª, o la hagiografía de Mario Balotelli), y triunfa el glorioso revisionismo: Mundial de Chile '62, un futbolista que en la posguerra jugó con Corea y luego con Japón, la subida a Primera del Atlético Tetuán, entrevista a Carboni y a un pichichi de los 50 o la durísima historia del equipo de Ciudad Juárez. Y así un montón de cosas bizarras y curiosas, todo muy bien escrito y envuelto en un diseño impecable, destacando la portada y el extenso dossier casi poético, dedicado al Athletic de Bilbao y su idiosincrasia única en el planeta. Ya estoy bastante loco como para tener un blog en el que hago acuse de lectura de tantas chorradas, pero conste que casi todos los días también me leo la segunda mitad de El País, desayunando, y que este mes por ejemplo (que estoy de vacaciones) también he comprado y leído El Jueves (uno que traía estupendo librito de La Parejita), Scifiworld (espectacular nº 50, a destacar el homenaje a todas las revistas de scifi que hubo jamás en el kiosko español), Mongolia (¡bien!), Fotogramas (¡oé!) y un Pirate de 1993, y no voy a hacerles un post.

Avengers vs. X-Men (III)

La acción continúa ahora en clave crossover, saltando de la cole de los Avengers a la de Uncanny, de ahí a New Avengers, Wolverine, o las colecciones exclusivas dedicadas al evento: AvX, donde tiene lugar la trama central; AvX Infinite, un curioso invento digital de tebeo en movimiento; y AvX Versus, una línea que presume de no tener trama ni suceder nada más que acción, tortazos, enfrentamiento puro y duro uno contra uno, complementando lo que apenas se vislumbra en la colección principal. La cosa se va centrando, y parece ser que toda la jarana se debe definitivamente a la llegada a la Tierra de la fuerza destructiva Fénix (anunciada por Nova), que parece que va a encarnarse en Hope. El helitransporte de los Vengadores llega a Utopía para llevarse a la niña a la fuerza, y entonces se lía. Los Vengadores están en mayoría numérica, y encima cuentan con mutantes como Lobezno o la Bestia, convencidos de que Cíclope es un fanático y que la decisión del Capitán América, Iron Man (y de hecho del PotUSA) de llevarse a la niña a la fuerza a buen recaudo, es la acertada. El megacrossover les ha salido cojo, cojísimo. Repetitivo hasta la náusea, en todos y cada uno de los tebeos de distintas colecciones que lo conforman sucede lo mismo: el Fénix, terrible, poderoso, ardiente, devorador de planetas, se acerca a la Tierra. Los héroes tiemblan, gimen y dicen cosas muy profundas. Y así todo el rato. Al final Thor le da con el mjolnir en la cabeza, y poco más. Avengers vs. X-Men Infinite 01 es un tebeo digital e interactivo realmente curioso, obra de Mark Waid y Stuart Immonen, en el que las viñetas se van cargando poco a poco de pequeñas variaciones y elementos, como un dibujo animado. En este primer experimento se narra simplemente la colisión de Nova contra la Tierra, huyendo despavorido de la fulgurante Fénix. Por lo demás, los primeros enfrentamientos que proponen son los de Coloso vs. Hulk, el clásico prehistórico Cosa vs. Namor, y asoman por ahí rencillas entre Pantera Negra y Tormenta, Magneto vs. Iron Man, Lobezno vs. sus pupilos, molaría Spider.Woman vs. Emma Frost en el barro, o en plan paralímpico, Daredevil vs. Xavier... El invento de la serie de combates puros y duros, prescindibles para el que no le interesen, sin que avance la trama, es otro tipo de experimento que resulta curioso. Abunda el monólogo interior, el diálogo fanfarrón y las notas a pie informando exhaustivamente (al estilo de las ridículas estadísticas de laSexta durante los partidos de fútbol) sobre poderes y arsenal. Dibujan todo esto principalmente Romita Jr., Deodato Jr. y el Immonen, con cameos de gente como Grummett, Bachalo, Adam Kubert, Walter Simonson o Greg Land; escriben (como suelen hacer últimamente) por turnos, un equipo formado por Aaron, Bendis, Brubaker, Hickman y Fraction.

Simiocracia (Aleix Saló, 2012)

Esto es como un “The nside job” en formato tebeo, o más bien, formato novelilla de Geronimo Stilton, con dibujos de cachondeo y distintos formatos y tamaños de letra. La teoría de Saló, autor del famoso “Españistán”, se remonta a la crisis del '29 en E.E.U.U. de A., para desglosar algunas de las miles de cosas repugnantes que están pasando con todo esto de la Crisis, la Prima de Riesgo, los nosecuantos tóxicos, la teoría del Miedo, los fascistas y sus familias herederas, la gleba, el clero, la burguesía autoritaria gobernante y todas esas cosas tan importantes de las que rajan las amas de casa estos días a todas horas; sobre cómo nos dan por culo y encima nos lo restriegan. Los dibujos hacen mucha risa, y Saló a veces dice palabrotas y da puñetazos en la mesa. Está todo muy mascadito y es muy simpático. En definitiva, alimento insidioso para el típico bolchevique indocumentado que se niega a admitir que los únicos chimpancés culpables de todo son zETApé y los representantes sindicales.