
Ya está a la venta el nuevo número de
Mondo Brutto (
MB), la revista-disfrazada-de-
fanzine más longeva que podemos encontrar en el inframercado editorial. Este 34º episodio, con el número 33, es otro mamotreto repleto de acidez y crítica sobre distintas manifestaciones de la cultura bizarra,
underground,
rhinestone, pajera, cutre-cañí,
borderline o como más (o menos) nos guste llamarlo. Otro repaso al vetusto legado de esta cultura nuestra, de esta sociedad en la que las cosas no son como nos las cuentan en las series de los estudios
Picasso o en los escaparates del
mercado de Fuencarral, sino más como en una tasca de pueblo a las cuatro de la tarde (con sus boinas, sus
Ducados y su expositor de
cassettes); otra colleja a esa colección de
tics que pueblan las dos españas de norte a sur, con un puñado de artículos atemporales sobre cuestiones universales que apenas interesan a cuatro iluminados y cuatrocientos fans.
Con ese estilo editorial irónico e inteligente pero muy ambiguo al que nos tienen acostumbrados, tantas veces imitado (y a veces tan tremendamente demagógico y tan sabihondo como si estuvieran en posesión de la verdad incuestionable y absoluta), siguen glosando esa «actualidad bizarra para brutos mecánicos» en forma de interminables y preciosos tratados.
Joe D’Allessandro no nos cuenta cosas en este número, y
Dildo De Congost, el cuarto miembro de la
Mesa Nacional de MB, parece haberse marchado a descansar definitivamente al lado de
Musgo Man,
Sobórnez,
David Glamour y los otros colaboradores míticos de antaño.

Las primeras ochenta páginas, así, las firman
Grace Morales y
Galactus (juntos o por separado), los otros dos miembros fundadores y alma de la revista. Perlas, antologías de tópicos y elegantes espasmos literarios alrededor de los españoles macarras (toreros, bomberos,
bakalas y bingueros), el espinoso tema de los malos tratos, la asociación yanki pro-legalización de la pedofilia
NAMBLA, el titán del porno
Nacho Vidal, la fallecida locutora españolísima
Encarna Sánchez, el chiflado pintor
Edvard Munch o el boxeador
“Dum Dum” Pacheco, entre otras cosas. Además, entrevistan al adalid de los jebis de parque, el
Mariskal Romero. Pero como en los tebeos de
Marvel o en las revistas del corazón, unos autores se despiden sin dejar rastro, y otros van ocupando su lugar y perpetuando la especie. Así, la segunda mitad de la (más extensa que nunca) revista la firman conocidos
listeros como
Jimina,
Superfuzz,
LindyHomer o
Absence, con bellos artículos de cultura más abiertamente popular y menos filosófico-poliédricos, muy interesantes todos ellos.
Como siembre, viene adornado por los habituales y desconcertantes dibujos de
Olaf,
Keko y
Mutis, las bonitas tiras cómicas de
Darío Adanti y el mostrenco gurú
Jordi Costa, el nuevo talento de la línea claroscura
Miguel Brieva (¿el
Charles Burns español?), y sobre todo esos centenares

de increíbles fotos que sabe
DYC de dónde las sacan, que dan sentido a los textos y que son lo que convierte al conjunto en un catálogo perturbador y maravilloso, casi una obra de arte en papel
couché.
Aunque ya no es lo que era (que son ya más de diez años),
MB sigue siendo una revista necesaria y única, impasible y sabia, y bien moderna y pop aunque les pese.
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