viernes, 1 de julio de 2011

Kamikaze girls (Tetsuya Nakashima, 2004)


Esta es una de esas escasas películas orientales a las que me enfrento cada año, y que me tienen maravillado y pensativo durante varios días. Viendo cine japonés me siento como si me asomara a un telescopio y observase casualmente sirénidos danzando sobre los anillos de Saturno. Es algo que me descoloca, como si en lugar de estar viendo una película estuviese viendo otra cosa, otro medio audiovisual extraño y prohibido, comprendiendo (más o menos) un lenguaje extraterrestre que llega a mi cerebro a través de una serie de estímulos excitantes y desconocidos. No entiendo nada, pero al mismo tiempo sí entiendo cosas; y me gusta o tal vez no, pero al menos me despierta determinados sentimientos que el resto del tiempo, cuando veo cine occidental, permanecen inactivos. Esta película además no es de artes marciales, ni de terror, ni de pornografía trans-galáctica ni otro de los géneros orientales a los que me acerco, acojonadísimo, muy de vez en cuando. Es una historia extraña, entre el documental sociológico, el más cursi romanticismo, la violencia descarnada y el alegato generacional.
Este DVD cayó en mis manos de rebote, de manera absolutamente casual, ya que fui el mero intermediario entre dos personas: una amiga periodista y otra amiga aficionada a la ropa extravagante. Las puse en contacto, y por lo visto hablaron entre otras cosas del fenómeno de las gothic lolitas, y la otra le prestó a la una esta película, que ahora está en mis manos para que yo se la haga llegar de vuelta al origen (y por supuesto, mientras tanto, me la he visto una vez y media).
Es algo así como una pieza más o menos fundacional, que vino, si no a convertirse en referente (que no lo sé, con tanta producción que se hace allí...), al menos a poner un poco de orden y concierto en el asunto de las modas urbanas pasajeras en nipón, en una pieza audiovisual a la que las jóvenes aficionadas a vestirse como en un cuento rococó, tengan un punto de encuentro. Basada en una novela de un japonés de nombre gracioso, cuenta la historia de una adolescente de origen humilde que está muy buena, llamada Momoko (Kyoko Fukada), cuyo único interés en esta vida es vestirse como si habitase en la Francia del siglo XVIII, y pasearse por ahí con faldones y parasoles de tul sin hablar con nadie. Vive con la loca de su abuela y con su padre, un yakuza que trapicheaba con ropa pirata en los ochenta, y que como era un poco desastre tuvo que huir a una aldea provinciana. Un día, Momoko necesita dinero para seguir ampliando su incongruente fondo de armario, y descubre en el desván viejas camisetas y chupas de Versace falsas que hacía su viejo, y se pone a venderlas por e-Bay, y es así como conoce a otra fashion-victim de las prendas insólitas, Ichigo "Ichiko" Shirayuri (Anna Tsuchiya, un pibón, y el principal motivo para no quitar ojo de la pantalla), obsesionada, en este caso, con la moda y el estilo de vida yankī. Los yankī parece ser que son un batiburrilo post-nucelar de referencias a los delincuentes juveniles del Japón que fue tomado por las tropas aliadas tras la IIGM. Con un poso a la rebeldía de James Dean, otro poco del cine feminista de yakuzas y delincuentes rollo "Delinquent girl boss", y otro bastante del cutre-lux de extrarradio tokyota con olor a pachinko, la máxima aspiración de las machorras yankī es tunear ridículamente su motocicleta retro, escupir al suelo y darse de hostias en los descampados. Como sea, Momoko e Ichigo se convierten en amigas inseparables, rozando el lesbianismo y teniéndome palote todo el metraje, y juntas pese a sus diferencias comienzan un curioso periplo en busca cada una de su propio sueño: la malota quiere convertirse en líder de una banda de gangsters, y la tiernita dedicarse plenamente a coser vestidos rococó para lolitas, de manera profesional.
No sé si algo de esto tiene sentido. Semejante argumento así soltado a bote pronto, supongo que suena a bodrio incomprensible destinado exclusivamente al sector microscópico de lolitas y yankīs que puedan habitar las islas niponas, y en realidad esto está hecho para ellas. Sin embargo, el ritmo de videoclip, la narración vertiginosa, el afán didáctico y ultra-explicativo de la película (el DVD incluso tiene un modo de visionado en el que te van aclarando cada uno de los conceptos de culto de cada fashion-victim, aunque los propios personajes lo explican todo con mucho ahínco), el irresistible color que lo impregna todo, el sentido del humor rural y surreal que hasta me hizo acordarme de "Amanece que no es poco" en algún caso concreto, la fantástica música de Yoko Kanno (el único nombre que me sonaba remotamente de todo este despliegue multimedia oriental: es el compositor —bueno, acabo de descubrir en la Wikipedia que es una tía— de la música de Cowboy Bebop, que me gustaba mucho y llegué a comprarme un CD hace un montón de años), y en general todo lo que pasa en esta película tan marciana, tan atractiva y tan imprevisible, me tuvo entusiasmado y me dejó con ganas de más.
Me hubiera gustado ver menos desfile de vestidos de cada respectiva subcultura, aunque es precisamente uno de los fuertes de la cinta. Pero, en mi opinion, debería haber menos ropa en general, no sé si me explico. De hecho, si las dos lolis, sobre todo Anna Tsuchiya, nombre que ya no olvidaré jamás, se hubiesen pasado toda la película en top-less esta sería mi película favorita ahora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario